Bienvenid@

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Este blog no es de crítica especializada ni académica, solo de comentarios «al dente» de un espectador común.

Advertencia: destripe.

Algunos comentarios hacen referencia a momentos claves del argumento o al desenlace de este (destripe, spoilers).

23 mayo 2014

Despertando a la vida - Richard Linklater (2001)


Imagen del póster en IMDb.

La solución del problema de la vida está en la desaparición de este problema. 
(¿No es ésta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?)
Dice Ludwig Wittgenstein en 6.521 de su Tractatus logico‐philosophicus[1].


Un joven, interpretado por Wiley Wiggins, levita siendo niño (interpretado por Trevor Jack Brooks), inmediatamente aparece viajando en tren; al llegar comienza una odisea en la que se topa con numerosos personajes con los que dialoga sobre múltiples asuntos filosóficos: la vida, la muerte, la existencia de Dios, la vida después de la muerte, la libertad, la alienación, la realidad como confrontación entre la vigilia y el sueño, el sentido de la vida, etcétera. Más que dialogar se enfrenta a monólogos sobre las diversas ideas que le expresan sus dialogantes. Finalmente levita de nuevo hasta el cielo. A lo largo del filme, el personaje pretende despertarse y no lo logra, de manera que podemos suponerlo dormido, pero eso no es explicitado en la historia. Precisamente uno de los tópicos recurrentes es la diferencia entre el sueño y la vigilia, colocándonos en el lugar de René Descartes cuando estaba al lado de la estufa elucubrando sus Meditaciones metafísicas.

La película está realizada con la técnica de rotoscopia, consistente en rodar el filme normalmente, con actores y escenarios reales, y luego colorear sobre los fotogramas. El resultado es una película de animación. No es una técnica nueva, pues data de hace un siglo, pero no es común ver películas hechas con esta técnica. Le permitió a los realizadores añadir dibujos alusivos a las disquisiciones de las que se hablan en cada escena, o en cada toma según sea el caso. Su estética puede que no sea apreciada por todo el público, sin embargo, es adecuada para los propósitos del filme.


La inmolación de uno de los personajes.
¿Entendió, de la máxima de Wittgenstein que encabeza este escrito,
que al desaparecer la vida desaparece el problema?


Me ha resultado difícil comentar esta película por varias razones. Una de ellas es que hay gran cantidad de comentarios en la web sobre ella. ¿Por qué y para qué uno más? Otra razón es que disiento ligeramente de las opiniones de los cronistas que han escrito positivamente sobre ella, lo cual alejaría mi comentario del espíritu de lo que se llama «crítica apreciativa», lineamiento de los comentarios de este blog. Antagónicamenete, quizás esta sea más bien razón para publicar mi comentario: que sea disidente, de manera que —en principio— enriquecería la gama de comentarios sobre este denso film. Y digo denso porque es una retahíla de pensamientos filosóficos sobre los más diversos asuntos alrededor de los que gravita la filosofía, y nuestra existencia per se, con diferentes enfoques o en palabras de diversos autores. Esta compactación de nociones inducen a verla más de una vez para procesar tanta información.

El protagonista, evidentemente preocupado por buscar respuestas a sus inquietudes existenciales, se ducha con esta serie de opiniones, principios, argumentos, leyes, razonamientos, sentencias, hechos científicos y demás contenidos, para entender este tránsito que llamamos vida y los elementos que la envuelven y que, en ocasiones, nos trastornan. Si está dormido o despierto no parece tener trascendencia en la película. Esta confusión, de la que ya habló Descartes, no es importante a los efectos de la historia, y queda en manos del espectador decidir si está en estado de vigilia o de sueño y si, en efecto, eso puede ser importante; pues, tal como lo dijo el gran pensador francés mientras se sabía en vigilia: «Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo»[2]. A fin de cuentas, bien podemos convenir en que nuestros sueños conforman nuestra realidad, siendo parte de una caleidoscópica mixtura con la realidad percibida por los sentidos durante la vigilia. Nuestra realidad interna, o intrarealidad, como quizás la llamaría Unamuno.


En un café, sitio de tertulia preferido por los filósofos.


Uno se pregunta si el director, Richard Linklater, quiso hacer alarde de su —presunta— erudición filosófica; si nos está diciendo que toda la filosofía es inútil, que tiene la misma importancia que puede tener un sueño; o si intentó retar al espectador a la discusión filosófica. La primera opción no es viable, pues la película puede tener un libreto copiado de cualquier obra sin que el realizador sea necesariamente un erudito. La segunda opción tampoco, ya que la filosofía sirve, al menos, como tema de conversación y de reflexión, y para el desarrollo del pensamiento abstracto; si bien sirve para mucho más. De manera que espero que haya sido la tercera intención, pues ciertamente que al concluir el visionado de la cinta, uno cae en un intercambio de ideas con los otros espectadores y consigo mismo.

La densidad del contenido es tal que una sola frase bastaría para realizar una película. De hecho, hay películas que giran alrededor de un solo tópico y, si están bien hechas, son capaces de entretener y plantear seriamente el problema. Si se quiere tratar sobre un sinnúmero de temas, personalmente prefiero películas como Magnolia, que esboza muchos temas pero con maestría y cierta cadencia natural, a pesar de que es de desarrollo rápido, que permite al espectador interpretar los temas sugeridos en el filme a medida que los degusta, y no a obligarlo a atragantarse violentamente con los contenidos que emanan vertiginosamente en Despertando a la vida y que son enunciativos, no sugeridos, siendo estos últimos los más deleitosos en el cine. Quizás fuese más fructífero oír el contenido en un audio libro o leerlo, al menos para espectadores como el que esto escribe. De suerte que es recomendable, pero con reservas. Quizás a usted le guste sobremanera. No haga caso de que a mí no me impactó.

Concluyo con una frase (un tanto arrogante) que puede aplicarse a eso que entendemos como «el sentido de la vida» y a esta película, también del Tractatus de Wittgenstein: Para una respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse. No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.


____________________
[2] Tomado de la Primera meditación de las Meditaciones metafísicas, en:


Comentarios en otros sitios de la red:
Transcripción de los diálogos (en inglés):


1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena reflexión. Gracias por tu aporte.

Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

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