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24 octubre 2011

Forrest Gump – Robert Zemeckis (1994)



El discapacitado más carismático del cine


Esta película, a poco tiempo de su estreno, entró al Hall de los clásicos de Hollywood. Es la estereotípica producción cinematográfica norteamericana, con todos los ingredientes de una excelente película. La dirección, el guión, la fotografía, son de primera, y la actuación de Tom Hanks es ya mítica, y se suma a otras grandes actuaciones como en Philadelphia o en Rescatando al soldado Ryan.

Desde el comienzo, dada la humana tendencia a la compasión, el personaje Forrest nos atrapa y no dejamos de ser solidarios con él en ningún instante de la película. La interpretación de Hanks tiene mucho que ver en esto, y también la dirección de Zemeckis, por supuesto. Sin embargo, la película es un cuento de hadas, y por eso nos gusta: porque vemos realizados los sueños de alguien débil que vive en un mundo que lo subestima y lo excluye. La película toca otros temas, tal como el racismo, el espíritu estadounidense de la superación, la exclusión, lo absurdo de la guerra de Vietnam, el consumo de drogas, el sinsentido de muchos acontecimientos de la historia de EUA y tiene muchas oportunas escenas de humor, que hacen que en ningún momento nos despeguemos de la pantalla. El hilo central: el arribo de una persona discapacitada mentalmente, pero con gran candidez y bondad, en una sociedad tan intelectual como la norteamericana, no deja de ser un tema emotivo, más que un planteamiento racional. Quizás haya habido muchos Forrest pero, en líneas generales, es una trama irreal. Pero el cine es eso: una máquina de hacer sueños. A mi particularmente, cada vez que la veo me recuerda a Desde al jardín, con el inolvidable Peter Sellers.

Es la película que encabeza el currículo de Zemeckis (Regreso al futuro, Náufrago). Una película muy bien hecha (también por eso nos atrapa), un argumento que cautiva, bien hilado y una memorable actuación de Tom Hanks, que le valió el segundo Óscar consecutivo (el primero fue en Philadelphia). Todo un clásico. Y sí, la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.


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