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21 enero 2012

Fresa y chocolate – Tomás Gutiérrez Alea (1994)


Imagen del póster en IMDb.

La amistad por encima de todo


En Fresa y chocolate, Tomás Gutiérrez Alea plasma serias consideraciones sobre la amistad por encima de cualquier diferencia ideológica y de género. Es otra de sus películas que, sin pretensiones formales, nos hunde en el mundo de la reflexión dialéctica sobre los temas que trata. Diego (personaje interpretado por Jorge Perugorría), un homosexual relacionado con el arte y la intelectualidad, consigue afianzar su amistad con David (interpretado por Vladimir Cruz), un estudiante de ciencias políticas, básicamente revolucionario, quien al principio lo evitaba por prejuicio contra los homosexuales. Ambos ven la revolución desde un ángulo completamente distinto. Puntos a favor y puntos en contra de la [fracasada] revolución cubana se tejen durante sus conversaciones. Finalmente Diego tiene que abandonar el país por ser considerado reaccionario. En todo el desarrollo de la película, el autor muestra respeto por todas las posiciones descritas: por la revolución, por la disidencia a ésta, por la homosexualidad.

Tal como dice el comentario en IMDb, la película versa sobre tres aspectos básicos: la ideología de la revolución y sus valores: qué está permitido, qué no lo está; la [in]tolerancia a la homosexualidad y, finalmente, la amistad más allá de las diferencias de los personajes en los primeros dos tópicos, tal como se dijo en el primer párrafo. Gutiérrez Alea visionó esas tres aristas en una película conmovedora, nada trivial, como sus otras realizaciones. Incluso el aspecto satírico en relación con los vecinos vigilantes/informantes, puntales del espionaje totalitario, es tratado con elegante neutralidad.

Cabe destacar, sin embargo, que es la amistad cultivada la que barre con las diferencias ideológico-políticas y con el prejuicio anti homosexual. He ahí el punto clave de la historia, y es una clave digna de tomar en cuenta para los procesos políticos que dividen a un país, tal como ocurre actualmente en Venezuela. En Sudáfrica fue a través del perdón, planteado en la película Invictus, de Clint Eastwood. Es la tolerancia, es la búsqueda de puntos de vista en común, dentro de una atmósfera de respeto mutuo, lo que puede rescatar de las ruinas una sociedad. Es la reconciliación hegeliana. Este filme es un canto a la amistad, a la tolerancia frente a la diversidad. Esto último es característico de una sociedad moderna y desarrollada. Cuba no es, con todo respeto, ni lo uno ni lo otro. Por eso la importancia de que una película así haya sido producida en una sociedad carente de ello. Muy buena producción.


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