Definitivamente el
amor ayuda a llenar el vacío existencial
Lidia (Jeanne Moureau) y
Giovanni (Marcello
Mastroianni) son una pareja de intelectuales que viven en la populosa
Milán. La noche nos narra una tarde y una noche de sábado en las que el desamor, que
ya hace sombra a su monótona relación, se manifiesta abiertamente. Luego de una
visita a un amigo mutuo que está moribundo, van a la presentación del último
libro de Giovanni. Lidia se va de la reunión y vaga sola por la ciudad,
intentando ahogar su angustia. En la noche van a un club nocturno y luego a una
fiesta en la mansión de un millonario, donde ocurre la mayor parte de la
historia: él se topa con Valentina (la hermosa Monica Vitti, musa de Antonioni en ese
entonces), hija del millonario donde acontece la fiesta, con la que pretende un
romance. Lidia los ve besándose sin sentir celos, y luego sale de la fiesta con
un hombre que la corteja pero, ante la incapacidad de ella de responder a las
demandas del galán, regresan. Se abre, entonces, un postigo tanto para su
reencuentro como pareja, como para un nuevo romance. Al amanecer, cuando la
fiesta llega a su fin, en un solitario campo, Lidia le confiesa a Giovanni
que ya no lo ama y que ella piensa que él tampoco la ama a ella, que eso era lo
que le angustiaba. Ante esta confesión, Giovanni se apresta a besarle, en un
arrebato frenético. Ahí termina la película. Lo que venga después, Antonioni,
como buen cineasta, se lo deja al espectador.
Las películas de Michelangelo Antonioni suelen tener una cadencia lenta, con escenas en las que sus personajes principales,
que son de la aristocracia o de la élite intelectual, se encuentran en un
espacio amplio y vacío (calles solitarias de una ciudad, un parque), vagando
por él y vagando por su propia existencia, indagando sus pensamientos, sus
ansiedades, su vacío. El silencio entre los personajes suele decir más que las
palabras, y sus actitudes desenfadadas y su comportamiento un tanto abstracto [1] llaman la atención. Exudan la angustia existencial que estaba tan de moda en
los 60’s (y luego en los 70’s), cuando el mediático Sartre proclamaba su
existencialismo comunista e Italia estaba en la búsqueda del modernismo, luego de recuperarse de los estragos de la II Guerra Mundial.
Esa soledad, en la que muchas veces el individuo se ve aplastado por la
arquitectura[2] que lo circunda, nos recuerda el Dasein heideggeriano: el ser
arrojado sin más al mundo, solo e impotente a veces, pero siempre preguntándose
por él mismo, por la vacuidad que le rodea y buscando la resolución de su
existencia, entendiendo que la "resolución" no es necesariamente el suicidio. Es un cine existencialista, tal como lo fuera el de Ingmar Bergman, con
quien Antonioni fuera coetáneo en la muerte. Pero cada cineasta tiene su propio
sello personal que imprime en sus excelentes obras.
Al igual que La aventura y El eclipse (con las que
conforma la trilogía de la modernidad y el descontento), constituye uno de los
mejores films del importante realizador italiano. Si al lector no le disgusta
el cine de lento desarrollo y no ha visto nada de Antonioni, debe ver alguna de
sus películas; pero si no le place el cine pausado la va a pasar mal, aunque probablemente
le serviría de somnífero natural. La noche fue premiada en
diversos festivales.
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[1] Me refiero a los gestos no tradicionales, a no contestar las preguntas, a irse de la escena sin motivo aparente, dejando al interlocutor con la palabra en la boca, pero sin significar afronta.
[2] Antonioni en su juventud gustaba de dibujar edificaciones.
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