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06 julio 2012

La noche – Michelangelo Antonioni (1961)



Definitivamente el amor ayuda a llenar el vacío existencial


Lidia (Jeanne Moureau) y Giovanni (Marcello Mastroianni) son una pareja de intelectuales que viven en la populosa Milán. La noche nos narra una tarde y una noche de sábado en las que el desamor, que ya hace sombra a su monótona relación, se manifiesta abiertamente. Luego de una visita a un amigo mutuo que está moribundo, van a la presentación del último libro de Giovanni. Lidia se va de la reunión y vaga sola por la ciudad, intentando ahogar su angustia. En la noche van a un club nocturno y luego a una fiesta en la mansión de un millonario, donde ocurre la mayor parte de la historia: él se topa con Valentina (la hermosa Monica Vitti, musa de Antonioni en ese entonces), hija del millonario donde acontece la fiesta, con la que pretende un romance. Lidia los ve besándose sin sentir celos, y luego sale de la fiesta con un hombre que la corteja pero, ante la incapacidad de ella de responder a las demandas del galán, regresan. Se abre, entonces, un postigo tanto para su reencuentro como pareja, como para un nuevo romance. Al amanecer, cuando la fiesta llega a su fin, en un solitario campo, Lidia le confiesa a Giovanni que ya no lo ama y que ella piensa que él tampoco la ama a ella, que eso era lo que le angustiaba. Ante esta confesión, Giovanni se apresta a besarle, en un arrebato frenético. Ahí termina la película. Lo que venga después, Antonioni, como buen cineasta, se lo deja al espectador.

Las películas de Michelangelo Antonioni suelen tener una cadencia lenta, con escenas en las que sus personajes principales, que son de la aristocracia o de la élite intelectual, se encuentran en un espacio amplio y vacío (calles solitarias de una ciudad, un parque), vagando por él y vagando por su propia existencia, indagando sus pensamientos, sus ansiedades, su vacío. El silencio entre los personajes suele decir más que las palabras, y sus actitudes desenfadadas y su comportamiento un tanto abstracto [1] llaman la atención. Exudan la angustia existencial que estaba tan de moda en los 60’s (y luego en los 70’s), cuando el mediático Sartre proclamaba su existencialismo comunista e Italia estaba en la búsqueda del modernismo, luego de recuperarse de los estragos de la II Guerra Mundial. Esa soledad, en la que muchas veces el individuo se ve aplastado por la arquitectura[2] que lo circunda, nos recuerda el Dasein heideggeriano: el ser arrojado sin más al mundo, solo e impotente a veces, pero siempre preguntándose por él mismo, por la vacuidad que le rodea y buscando la resolución de su existencia, entendiendo que la "resolución" no es necesariamente el suicidio. Es un cine existencialista, tal como lo fuera el de Ingmar Bergman, con quien Antonioni fuera coetáneo en la muerte. Pero cada cineasta tiene su propio sello personal que imprime en sus excelentes obras.



Al igual que La aventura y El eclipse (con las que conforma la trilogía de la modernidad y el descontento), constituye uno de los mejores films del importante realizador italiano. Si al lector no le disgusta el cine de lento desarrollo y no ha visto nada de Antonioni, debe ver alguna de sus películas; pero si no le place el cine pausado la va a pasar mal, aunque probablemente le serviría de somnífero natural. La noche fue premiada en diversos festivales.


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[1] Me refiero a los gestos no tradicionales, a no contestar las preguntas, a irse de la escena sin motivo aparente, dejando al interlocutor con la palabra en la boca, pero sin significar afronta.
[2] Antonioni en su juventud gustaba de dibujar edificaciones.

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