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22 marzo 2013

El cine norteamericano





Desde que recuerdo, la mayoría de las críticas y comentarios que se hacen en Venezuela sobre la cinematografía del país norteño, suelen tildarlo de trivial, comercial, poco "profundo". Si la crítica viene de sectores intelectuales de izquierda, es tanto más cáustica y subjetiva, como si estuviese soterrando resentimiento y envidia. Se le sataniza como si la hicieran matones de la CIA, en lugar de artistas. ¿Es realmente así?


Cine comercial y frívolo

Parece cierto que muchas películas norteamericanas acuden a excesos que se nos antojan cursis, banales. Tenemos al ciudadano común que, él solo, con una navaja (cual MacGyver), se ocupa de deshacerse de un comando de malos armados hasta los dientes, porque la incompetente policía no llega al sitio para encargarse de los delincuentes (mala publicidad para la policía gringa). El ciudadano de a pie hecho héroe gracias a la máquina de hacer sueños. También tenemos al niño que salva al mundo porque solo él conoce la tecnología (y los militares propietarios del sistema no la conocen) para evitar que las ojivas de la cortina de hierro o de otro país malo impacten a las ciudades de USA. ¿Y las películas de acción, en la que toda la trama se limita al minúsculo predio de buenos contra malos, destruyendo vehículos, aviones, casas? Esto sin efectos especiales. Si se añaden los efectos especiales, lo exagerado no tiene límites e, incluso, los efectos son los protagonistas del film. Y si se trata de algún hecho histórico, o cualquier historia relativa a un país que no es USA, el argumento –las más de las veces- está contaminado por su particular y sesgada forma de ver el mundo que está fuera de sus fronteras. ¿Y si debe haber buenos y malos de nacionalidades distintas?: los buenos siempre serán ellos. ¿Y qué podemos decir del sentimentalismo que -aunque legítimo- raya en lo cursi en la mayoría de la producción cinematográfica de USA?




El grueso de la producción fílmica de Hollywood es así, pero eso obedece a muchos factores. Primeramente, la mayoría de los espectadores gustan de eso. Para confirmarlo, basta con listar en YouTube los vídeos por número de visualizaciones, y nos daremos cuenta que los más vistos son casi todos fatuos. Suele ocurrir que en cuestiones de arte y cultura lo bueno vende menos (en cualquier país). Campana de Gauss. ¿Vende más Lady Gaga o Beethoven? ¿Se vende más una novela cualquiera de Stephen King que todas las Críticas de Kant juntas, o no?[1] Tratándose de un negocio, la mayor parte de la producción debe tener un componente comercial importante, para cubrir la inversión y obtener ganancias para pagar a los que trabajaron en su factura. Los cineastas también comen, si bien lo que muchos de ellos ganan es simplemente grosero e inmoral, al igual que muchos deportistas. De manera que podemos enunciar que la mayoría de las películas norteamericanas serían no buenas o regulares, y algunas serían malas. Pero también hay algunas buenas. También está el hecho de que no todos tienen la maestría para realizar, valga la redundancia, obras maestras. Otro factor que podríamos mencionar es el costo de producción: evidentemente una gran película suele costar más, aunque un abultado presupuesto no garantiza la calidad. Esto se evidencia en el buen cine de bajo presupuesto, tanto el de otras latitudes, como el norteamericano.

En lo que sí parece haber competencia asimétrica, es en lo que refiere a la comercialización. Los EUA son los maestros del marketing. No solo en lo que concierne a la producción cinematográfica; son maestros para vender cualquier producto. Son capaces de vender aires acondicionados en Alaska con la misma facilidad que estufas a los sauditas. En ese aspecto, el de marketing propiamente dicho, no entraré a comentar porque no lo conozco; pero podría concederse que llevan la ventaja con mucho; claro, ayudados por los que compran. Esto los hace ver como los malos. En alguna parte tenían que figurar como los malos.

A pesar de esto, la mayoría de las películas estadounidenses son regulares. Esta industria está tan aceitada, tan bien organizada, que su producción estándar no es mediocre. En general, cualquier película norteamericana regular no es peor que una película regular de otra nacionalidad, si bien –también en general- están mejor hechas desde el punto de vista técnico. Como hacen muchas películas –y las comercializan todas-, el humo o ruido que hace Hollywood es mayor. Eso sí, tienen una gran variedad de productos, mayor que el de cualquier otro cine; tal como sus supermercados y tiendas en general, cuya variedad y abundancia nos hace sufrir de envidia a los venezolanos, que ahora padecemos de carestía en nuestros comercios, al mejor estilo de cualquier país miserable como Cuba. Y nos llamaban ricos...

Finalmente, es bueno recordar que el público gringo es tan frívolo y tan profundo como el de cualquier otro país. Lo menciono porque hay críticos que se refieren a lo banal de la mayoría  de la producción fílmica del cine gringo, como reflejo de lo banal de esa sociedad; la misma sociedad que conforma el país que ha ganado más premios Nóbel, más que los cuatro países que le siguen juntos (UK, Alemania, Francia y Suecia). La sociedad estadounidense, repito, es tan frívola y tan profunda como cualquier otra. Si fueran todos imbéciles -como algunos cándidos piensan- no tendrían el país que tienen. A nosotros puede no gustarnos su estilo de vida, pero a ellos sí. Referirse, nuevamente, a la Campana de Gauss y a las estadísticas de diversa índole.


Cine de gran calidad

Para el espectador más exigente, la industria cinematográfica norteamericana también produce buen cine. Del mejor. Entre sus realizaciones de buena calidad hallamos, igualmente, una gran variedad, desde el espectáculo meramente formal, con propuestas plásticas puras, pasando por el espectáculo artístico con temática interesante, hasta las películas de análisis y reflexión, cuyo contenido de fondo es lo que constituye la propuesta fílmica, por encima de la estética y del negocio. En cualquier género o subgénero que se trate, el cine norteamericano siempre tendrá propuestas tan interesantes o densas como las pueda tener otro cine. No nos llamemos a engaño, ni nos "caigamos a pasiones".




Con tal variedad de producción, el espectador que gusta diversos tipos de filmes, tiene la oportunidad de apreciar una película de acuerdo al humor del momento. Puede ser una cinta ligera, comercial, una película media, comercial pero con algo más que la pelea de malos contra buenos, una gran superproducción, un musical, o un film de profunda reflexión y propuestas inteligentes o importantes.





El cine como espectáculo

Uno de los parámetros que Hollywood tiene claro es que el cinema es espectáculo. Es arte, es propuesta filosófica o estética, es negocio, pero también es espectáculo. En este sentido, hay que reconocer que el cine norteamericano es el que se realiza con mayor incidencia de este elemento; y cuenta con la mayor cantidad de películas que son un espectáculo audiovisual, difícilmente igualadas por otra cinematografía, y ciertamente no superadas. Es el único cinema que se da el lujo de hacer películas sin temas complejos (o con casi ausencia total de tema), que son un espectáculo tal que nadie -por muy intelectual que sea- abandonaría la sala; desde las épicas de Cecil B. DeMille, pasando por los extraordinarios musicales (como Cabaret, Chicago, West Side Story, All that jazz o Cantando bajo la lluvia), hasta algunas producciones de hoy que están hechas en buena parte con computadora (Beowulf, los nuevos episodios de La guerra de las galaxias, Avatar, etc.).





Subgéneros de hegemonía norteamericana

El cine del país de Griffith tiene plena hegemonía en varios subgéneros en los que –hasta ahora- no le ha salido competencia seria: los musicales, cuya coreografía es extraordinaria; los dibujos animados, desde los inicios del cine; la ciencia ficción, donde la alta tecnología de los efectos especiales puede ser muy importante; las películas de acción (nadie se puede dar el lujo de destruir tantos vehículos, aviones, casas, barcos y helicópteros como ellos); las películas épicas, con centenares o miles de extras; los filmes espectáculo y los de efectos especiales, que requieren de alta tecnología, tal como los de fantasía. De suerte que la competencia la pueden tener en comedia, películas sobre hechos históricos -pero no épicas-, películas con planteamientos filosóficos y de reflexión, policíacas (que no requieran eliminar muchos vehículos, tales como las francesas y alemanas), películas cuya temática sea social o de realismo social, y documentales. En lo que refiere a los subgéneros en los que tienen total hegemonía, hay películas más profundas y menos profundas, pero todas bien hechas. Y en lo atinente a los que tienen competencia, también tienen películas que son tan buenas como las de otros países.




El cine norteamericano ha sido reconocido internacionalmente; por ejemplo, ha ganado (a esta fecha) tantos premios principales en Cannes como el cine francés (16), y eso ha sido un triunfo muy significativo, pues ha ocurrido en el país europeo anglófobo por excelencia. Los cineastas de todo el mundo siempre anhelan competir y ganar el Óscar, u otros premios en USA, como reconocimiento importante a su talento dentro del quehacer cinematográfico. El séptimo arte estadounidense, desde los primeros fotogramas de Thomas Alva Edison, ha sido de vital importancia en la cinematografía mundial. Ha sido, prácticamente, "punta de lanza".

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[1] Eso, claro, no es el deber ser. Todas las sociedades deberían estar conformadas por personas con gran nivel de educación, y consumidoras de cultura de alto tenor, haciendo caso del pensamiento altruista de Simón Rodríguez (y de muchos otros). Pero eso es una utopía por ahora, y es, en cierta forma, "arena de otro costal".


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