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13 septiembre 2013

WALL·E – Andrew Stanton (2008)



Del Apocalipsis al Génesis


En un futuro distante la Tierra queda estéril, en ruinas, y sus habitantes migran al espacio en una gigantesca nave de nombre Axioma. Solo habitan este moribundo planeta los robots destinados a la limpieza y organización de la basura. WALL·E es el nombre de estos robots. Queda uno solo funcionando, y un día llega a la Tierra un robot sonda muy avanzado para averiguar si hay vida nuevamente. WALL·E establece contacto con este robot, de nombre Eva, y le muestra una pequeña planta que tiene en un zapato. Enseguida Eva la retiene y se apaga. Eva llama a la retención de la prueba de vida «la directiva». Luego viene la nave que la trajo para llevársela a la nave nodriza Axioma y WALL·E logra abordarla. Ya en la Axioma se desarrollan sucesivas peripecias en relación con la planta, hasta que finalmente se la ingresa en un dispositivo que al detectar la planta enfila la nave automáticamente hacia el planeta Tierra para repoblarlo. Al final, conjuntamente con los créditos, se nos da a entender que se llevó a cabo un renacimiento de nuestro mundo, esta vez con humanos mutados. El argumento minucioso de este filme, así como numerosos detalles y anécdotas de su realización, están en este enlace.

Esta película tiene muchos elementos tomados de la ciencia que la hacen atractiva. Por ejemplo, la descalcificación ósea progresiva de las generaciones de humanos que viven en el espacio, o la tercera Ley de Newton o Ley de acción y reacción, que se recrea a la perfección en la caminata espacial de WALL·E y Eva. Empero, el filme tiene algunos momentos «flojos», repetitivos, y otros que son dirigidos básicamente para el público infantil, como el «enamoramiento» de los robots y su periplo en Axioma. Esto último es tolerable porque se trata de una película animada para toda la familia. En general es una muy buena producción, que llama a reflexión sobre varias cosas que hacemos los humanos que nos dirigen a lo que llamó la Escuela de Frankfurt la deshumanización.




En este particular caso, la deshumanización ha ocurrido tanto en la Tierra como en la nave en la que han vivido varias generaciones de emigrantes. Los sobrevivientes que habitan la nave Axioma son prácticamente inútiles, viven de y por las máquinas, que son las que hacen todo, se limitan a una existencia insustancial en extremo (¿existencia inauténtica?[1]?; sus relaciones son a través de máquinas, tal como ya ocurre hoy en día, gracias a las llamadas «redes sociales» y a los smartphones, novedades de las que aún no sabemos si unen o desunen a las personas[2]. La otra deshumanización, mucho más grave, es lo que el Hombre le hizo a la Tierra: la dejó convertida en un gigantesco basurero; simplemente no apta para la vida. Esta visión distópica de nuestro futuro ha sido anticipada por muchos científicos y pensadores. La belleza de nuestro planeta y los estragos que estamos causando los humanos se pueden apreciar en la hermosa película Home.




La era de la industrialización creó procesos para facilitar la vida y hacerla más confortable, para ofrecer más comida a más gente; pero muchos de esos procesos no eran (son) amigables con el ambiente. Pero eso no se sabía, en la mayoría de los casos, cuando esos procesos se instauraron. Por otra parte, tampoco podemos endosarle al género humano todas las alteraciones climáticas o ambientales que se han registrado en nuestro planeta, a menos que nuestro antropocentrismo sea tan exacerbado que nos ciegue para abordar otra exégesis del problema. Hay actividad cósmica y planetaria que ocasiona, con mucho, más daño que nosotros. Baste con recordar que no somos capaces de mover el eje terrestre, pero sí lo hizo el tsunami de 2004.

Sabemos que hoy en día se diseñan procesos que intentan ser menos contaminantes. En cualquier caso, es utópica la visión de un mundo totalmente «natural» como algunos románticos añoran, porque para nuestra subsistencia requerimos de los recursos que podemos extraer del planeta. Tenemos que cultivar y matar las plantas cultivadas para comer, así como los animales de los que nos alimentamos, y todo esto a escala masiva; lo mismo ocurre con los recursos minerales que necesitamos para elaborar las cucharas y tenedores con los que comemos, vehículos con los que nos transportamos y todo el andamiaje tecnológico que permite a los inconformes pronunciarse y denunciar lo que denuncian, incluidos los primitivistas. El uso de la técnica (si es que el vocablo 'uso' es adecuado) es inherente al ser humano; no diría que inmanente, pero sí está asociado directamente con nuestro existir, incluso con nuestro Ser[3]. Para hacer lo que hacemos, lo hacemos porque tenemos la técnica (techné) para hacerlo; eso nos distingue de los animales. Tenemos que vivir con ella, porque vivimos gracias a ella, tal como afirmara Martin Heidegger en su conferencia La pregunta por la técnica: «En todas partes estamos encadenados a la técnica sin que nos podamos librar de ella, tanto si la afirmamos apasionadamente como si la negamos[4]».

De la mencionada conferencia, se infiere que la técnica no es un peligro, es el peligro. Pero no creo que sea la técnica, y sus hijas las tecnologías, el peligro; pienso que el peligro es el uso que le damos a lo que hacemos con ella; nosotros enunciamos el uso de sus derivados, como son las tecnologías. Así, la tecnología nuclear sirve para darnos energía eléctrica y para curar enfermedades, pero también para matar masivamente; y la hemos empleado para todos esos fines, conociendo a priori cuál sería el fin en cada caso. El quid es convertir los círculos viciosos en círculos virtuosos, cambiar de tecnologías agresivas o contaminantes a tecnologías no agresivas, no contaminantes. Se dice fácil, pero no es fácil hacerlo.




En el mundo postapocalíptico donde vive WALL·E, los humanos no supieron emplear la técnica para el bien a largo plazo; algo muy humano, pues nos sabemos finitos en nuestra temporalidad y actuamos en consecuencia. Parece que respondiéramos a un pensamiento como este: La contaminación no es tan grave porque aún no nos afecta directamente, no parece atentar contra nuestras vidas; le afectará a las generaciones venideras, así que ellas resolverán ese problema. Lo ignoto es si lo podrán resolver.

Una de las mejores películas del estudio Disney, muy bien hecha, que demandó mucha complejidad tecnológica para su realización, que trata temas realmente importantes y de actualidad, con el toque moralista clásico de Disney para los chicos, entretenida para todos, y con material de reflexión para los adultos. Se deja ver incluso por cinéfilos que no son fanáticos de las animaciones. Excelente trabajo del director Andrew Stanton y de todo el equipo de Pixar.


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[1] En jerga heideggeriana.
[2] Es el caso cuando, por ejemplo, vemos tres o cuatro personas en la mesa de un restaurante y cada una de ellas está atendiendo algún mensaje o llamada por su teléfono, mientras que no hay ninguna interacción entre ellos. Es entonces cuando uno se pregunta si esos artilugios no estarán separando a las personas que deberían unir. Esta misma escena se ve en los vehículos, en los que todos los miembros de la familia van interactuando con su teléfono, a excepción –quizás- del conductor, que va solo.
[3] Ver «La pregunta por la técnica», de M. Heidegger.
[4] Ibídem.


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