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25 abril 2014

Simplicio - Franco Rubartelli (1978)



A veces quiero ser viejo, porque los viejos se mueren pronto.


Esta es la segunda de las únicas tres películas que ha realizado el fotógrafo italiano Franco Rubartelli, hoy radicado en Margarita. A Simplicio lo conoció Rubartelli mientras realizaba un comercial en Juan Griego. Ambos personajes fueron representados por dos lugareños, el viejo pescador de nombre Simplicio y el niño Luis Salazar. El rodaje duró bastante tiempo, pues Rubartelli lo adelantaba solo cuando iba a Margarita, mientras trabajaba en Caracas. La música es de Miguel Ángel Fuster.

Simplicio es un viejo pescador de la isla de Margarita que un día rescata a un pequeño niño abandonado en una barca. Luego de consultarlo con el párroco del pueblo, decide hacerse cargo del niño. Ambos viven en el pecio de un viejo barco que había sido de Simplicio, ahora hecho ruinas. Pasan los años y Simplicio el viejo le va enseñando al niño, al que nombró Simplicio, todas las artes de la pesca. Un buen día muere el pescador y el niño queda desamparado, viviendo solo en el arruinado barco y bajo la amenaza de unos delincuentes que se lo quieren adueñar para venderlo como chatarra. La muerte del viejo hunde al muchacho en la tristeza y la impotencia. El sacerdote no logra convencer a Simplicio de que vaya a vivir en la sacristía. Simplicio intenta ahorrar dinero para comprar un bote nuevo y así suplir el pequeño bote que tenía el «capi» —como él le llamaba al viejo lobo del mar— que los delincuentes habían incendiado. Sin embargo, el infortunio no ha concluido.




La voraz realidad en la que queda sumido el joven Simplicio es encarada por este con el estoicismo que le enseñó su «capi», haciendo de tripas corazón, con la valentía propia de los pobres, de acuerdo a lo que el veterano pescador decía: «pobres son ellos [los que se supone que no son pobres], que le tienen miedo a la pobreza». Esa entereza, sin embargo, se hacía agua cuando se trataba de recordar las vivencias que tuvo con su padre postizo. A tal punto que en una ocasión le llevó a pensar: «a veces quiero ser viejo, porque los viejos se mueren pronto».

Este filme nos habla de la profunda y pura amistad entre un niño y su anciano ayo, de su enfrentarse a la vida con gallardía en medio de una pobreza máxima; de la vida simple y sencilla de esas gentes cuya existencia está anclada al mar, donde la pesca del día determina lo que comerán ese día, donde no hay un mañana cierto; del abandono en que el Estado tiene a esas gentes; de la supremacía de los intereses económicos sobre la vida de las personas; de la escasa ayuda que la iglesia aporta. Es el drama de la condición de los pobladores pobres en las áridas tierras costeñas.

Pese a que las actuaciones del viejo y el niño no son destacadas (no se esperaría que lo fuesen si no las realizaron actores profesionales[1]) y tiene algunas escenas un tanto sensibleras[2], se puede considerar una buena película venezolana. Fue un loable esfuerzo para diversificar el cine de entonces, plagado de películas con historias de criminales, y darle cierto toque poético del que estaba escaso.


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[1] Básicamente, la exagerada gesticulación con brazos y manos le quitan realce a lo que pudo haber sido una actuación aceptable. Me pregunto si Rubartelli influyó en que fuese así: no instruyéndolos para hacerlo mejor. Pero, como además trabajaron de gratis, poco se les podría haber exigido, ¿no?
[2] Que se podrían haber mejorado quitándoles parlamento, pues las escenas se explican por sí solas. Ante este tipo de escenas, uno se pregunta si el realizador se planteó que los espectadores serían tan simples como para no entender las escenas sin parlamento.


Entrevista a Franco Rubartelli:
http://www.reporteconfidencial.info/gcw_semanario/pdf_1258220591.pdf
Trabajo fotográfico de Rubartelli en Flickr:
http://www.flickr.com/photos/53035820@N02/sets/72157625194905354/
Sinopsis y fotogramas:
http://cine100por100venezolano.blogspot.com/2010/02/simplicio-1978-sinopsis-y-duracion.html


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