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11 julio 2014

Infiel - Liv Ullmann (2000)



No hay ningún fracaso, ni la enfermedad ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y profundo en el subconsciente como un divorcio. Penetra hasta el núcleo de la angustia, resucitándola. La herida provocada es más profunda que toda una vida. 
Exordio del filme


Infiel es uno de los escasos filmes dirigidos por la cineasta noruega Liv Ullmann, quien fuera una de las actrices favoritas del director sueco Ingmar Bergman, con quien tuvo una relación que dio como fruto una hija, la única descendiente de Ullmann. En este film, Bergman es el escritor del guión. Habiendo sido Ullmann tan íntima del maestro nórdico, no es de extrañar que esta película tenga marcadas influencias de Ingmar Bergman; a tal punto que podría pasar por ser un film de él. Las atmósferas, la profundidad intelectual, los diálogos —obviamente—, incluso la cadencia lenta de la acción, la música, las tomas y escenas, son bergmanianas. La película tiene un cierto tinte autobiográfico (respecto a Bergman), pero no se podría excluir que estuviesen retratadas las experiencias de ambos, de Bergman y Ullmann.

El «fantasma» de Marianne (personaje muy bien interpretado por la hermosa Lena Endre), le cuenta a Bergman (interpretado por otro allegado a Ingmar Bergman, Erland Josephson), los intríngulis de su vida marital, en la que un episodio de infidelidad por parte de ella dio al traste con el matrimonio. Marianne está casada con Markus (Thomas Hanzon) y tienen una hija, Isabelle (Michelle Gylemo). El affaire de Marianne se consuma con David (Krister Henriksson), el mejor amigo de Markus. En la narración del fantasma de Marianne, sea ficción o realidad, se describen detalles del adulterio, y emergen las mentiras, las omisiones, el sufrimiento, los celos, la angustia intelectual por conocer los motivos que subyacieron a la traición, la angustia existencial y el desplome del mundo de los involucrados, particularmente de Markus y de Isabelle. Al final, Marianne descubre que Markus también le había sido infiel, tal como ocurrió en la vida real de Liv Ullmann: infidelidad de ambos cónyuges. ¿Es este argumento una imagen de un hipotético evento en el que Liv Ullmann le cuenta a Ingmar Bergman sus experiencias, mientras él toma notas que serán, a la postre, el argumento del filme?


La infidelidad

Tema difícil, que ha sido objeto de estudio por el cine en un sinnúmero de filmes. Sobre él escribí en el comentario de Los puentes de Madison, incluyendo enlaces a sitios donde se analiza sociológica y biológicamente el asunto, estadísticas incluidas. Todo parece resumirse a lo siguiente: los hombres hemos creado ideas, instancias, creencias, conceptos, que nos rebasan. Somos capaces de diseñar el gobierno «perfecto», el código moral «perfecto», pero no somos capaces de llevarlos a la realidad. La fidelidad, como valor moral, es ampliamente aceptada; sin embargo, es un precepto teórico que difícilmente es acatado siempre por todos. Biología y entorno social atentan contra ello. Surgen el perdón y la separación como los dos remedios más utilizados. En esta película, el segundo fue el seleccionado. Es el más destructivo de los dos, especialmente para los niños, como es el caso de Isabelle en esta cinta. El primero, el perdón, es más difícil, pero suele tener secuelas menos dolorosas, al menos para las criaturas. Tanto en Los puentes de Madison como en Infiel, el adulterio surge sin que se le busque, sin que haya motivos en el matrimonio: son matrimonios sólidos, sin conflictos. Aparece como por generación espontánea, es gratuito. Es producto de la preponderancia biológica sobre la moral.


El divorcio

Muchos de los que han vivido la experiencia del divorcio intentan suavizar la interpretación de ese hecho asegurando que no es un fracaso, sino una «experiencia». Es una forma de no atentar contra el amor propio y mantener el optimismo y una buena cara ante la vida; pero el divorcio es el fracaso del matrimonio, es la rescisión de un proyecto que fuera la gran ilusión de la pareja y que no pudo cristalizarse a plenitud. La frase que es el preámbulo del filme, y que encabeza este comentario, no solamente es elocuente, sino que es una certeza. Quienes hemos vivido eso sabemos que es así, por muchas máscaras que le pongamos para suavizar las consecuencias de un divorcio y el estigma de un fracaso, o de un fracasado. Y la angustia, esa angustia heideggeriana de enfrentarse a la nada...




América versus Europa

Quien no haya percibido la diferencia —a veces abismal— entre el cine europeo y el norteamericano, puede aproximarse a ella contrastando este filme, o uno muy similar a este dirigido por Ingmar Bergman: Secretos de un matrimonio (también llamado Escenas de un matrimonio; en el que, por cierto, la protagonista, interpretada por Liv Ullmann, también se llama Marianne, y del cual este filme toma mucho), con uno norteamericano que trate del mismo tema, por ejemplo Los puentes de Madison (infidelidad) o Kramer vs Kramer (divorcio). La principal diferencia estriba en el tratamiento del tema; mientras el cine norteamericano apela al pathos, a las emociones del espectador (comercialmente más rentable), cayendo en ocasiones en la sensiblería, el europeo es más cerebral y lo reta intelectualmente a interpretar el porqué sucedieron los acontecimientos que narra la historia; tiene más que ver con el logos. Y esto pese a la conocida frase de Bergman, con la que se riñe lo que acabo de acotar: El cine es ensueño, es música. No hay forma de arte que vaya más allá de la conciencia ordinaria como lo hace el cine, directamente a nuestras emociones, al penumbroso recinto del alma. No significa esto que el cine europeo carezca de emotividad y el norteamericano de intelectualidad, pero las dosis de ellas son inversas en ambas cinematografías, en la mayoría de sus filmes.


Masculino-femenino

Marianne hace un intento loable para entender porqué la relación con su esposo tuvo un giro letal; más desconcertante aún cuando el matrimonio era estable y no pasaba por un mal momento. ¿Por qué esa infidelidad sin motivos? Y he aquí la incógnita clave, pues el porqué del divorcio es evidente: fue producto de la infidelidad. Fue una solución aceptada unívocamente por ambos (más bien por los tres). No deja de ser interesante que el peso intelectual de la trama recae en el personaje femenino, muchas veces discriminado en el cine, aunque no en el de Bergman y, por lo visto, tampoco en el de Ullmann.


Símbolos de origen bergmaniano

Se me antoja pensar que hay algunos símbolos en el filme. Al igual que en Persona, donde en una toma aparece el equipo de filmación grabando la película, en esta aparece un proyector cinematográfico en la habitación contigua a la que sirve de confesionario, donde Marianne le cuenta a Bergman sobre su infidelidad. ¿Qué pretende Ullmann con ese proyector ahí? ¿Acaso nos dice que eso es tan solo una película, o que I. Bergman está interpretando pasajes de su propia vida, o que eso puede ser o puede no ser realidad? ¿Y qué podemos decir de la reiterativa y pegajosa melodía de La flauta mágica que suena la caja de música? ¿Está Marianne atrapada cual Pamina esperando por su Tamino? ¿Por qué estaría «atrapada» en un matrimonio que no muestra desavenencias de ninguna especie? ¿Justamente por eso, por no tener desavenencias, es que está falto de vida? Aquí caben muchas interpretaciones, pues son varias las que puede tener la magna e inmortal obra de Mozart, y también varias podrían ser sus conexiones con la historia de Marianne[1]. En este contexto, posiblemente tendría que ver con la búsqueda de la luz, del amor, con estar atrapado en algo (el matrimonio) y buscar la liberación. O quizás no significa nada en absoluto esa melodía.

Infiel es una excelente película, que toda persona intrigada por los temas de la infidelidad y del divorcio debe ver. También quien esté pasando por ese penoso momento. Una advertencia: dura dos horas y media, es de desarrollo lento y contenido denso. Pienso que es una película hermana de Secretos de un matrimonio.


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[1] En cualquier caso no tienen que ver con la interpretación de que la La flauta mágica es un discurso masónico, sino con la de que es un cuento de hadas, en el que tienen lugar la búsqueda de la emancipación, el escape del cautiverio, la batalla del bien contra el mal, etcétera.

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