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12 septiembre 2014

Él - Luis Buñuel (1952)



Imagen del póster en IMDb.

Cuando las apariencias engañan


Francisco (Arturo de Córdova) es un devoto cristiano, hombre modelo dentro de su círculo social. Un Jueves Santo ve en la iglesia, luego del ritual del lavado de pies, a Gloria (interpretada por la hermosa actriz argentina Delia Garcés) y se enamora de la angelical criatura. Gloria es novia de un amigo de Francisco, Raúl Conde (Luis Beristáin), y también sucumbe al flechazo de Cupido. Francisco y Gloria se casan. Luego de un tiempo, Gloria se consigue casualmente con Raúl en la calle y le cuenta de su martirizada vida junto a Francisco desde la misma noche de bodas. A la postre se separarán y Gloria se casará con Raúl, mientras que Francisco terminará enclaustrado en un monasterio.

Un sencillo argumento se convierte en una extraordinaria película de la mano de un maestro como Luis Buñuel. Es así; si a uno le dieran unos pinceles, un lienzo y un poco de óleo, saldría cualquier cosa que no se podría comparar con lo peor que salió de manos de Rembrandt. Buñuel aprovecha este libreto, que escribió él mismo junto a su amigo Luis Alcoriza, para hacer un estudio sobre el comportamiento del verdadero Francisco, del ser que está detrás de un disfraz de hombre modelo, querido y admirado socialmente, y que es en realidad un ser infeliz, atormentado por celos totalmente injustificados, que tiene una conducta obsesivo-compulsiva, bipolar y paranoica. La heroína, Gloria, busca ayuda pero nadie le cree que haya crueldad en un hombre como él; incluso su madre no le cree, ni el párroco amigo de su esposo. Antes bien, le aconsejan para que trate con dulzura a su esposo y deje de comportarse de manera tal que él se vea en la necesidad de reprocharle. Esta incredulidad cesará cuando Francisco se pase de la raya, y deje en evidencia su patología y su vil proceder.




Comentaré brevemente algunos aspectos. El primero es que las personas inmersas en estados alterados de la conciencia no ven el mundo a través de un código moral que les orienta la visión dentro de un marco más o menos racional, como a los demás mortales normales, sino que lo ven a través de una lente regida por su trastorno mental. Es algo evidente, pero no está de más apuntarlo. En el caso de Francisco, el ingreso en tal estado no es gradual, es abrupto. Estaba en él la simiente de la enfermedad antes de conocer a Gloria. El matrimonio fue el detonante de su tormento interno, ya que concurren ciertos factores para que así sea. Uno, por ejemplo, es que hay intimidad con otra persona y emerge la sinceridad, se desenmascaran uno frente al otro. Otro factor es que hay un ejercicio de poder, al menos por parte del hombre, particularmente en una sociedad marcadamente machista, como la de este filme. Ese poder le hace creer a quien lo ejerce que tiene licencia para hacer lo que le venga en gana, pues sabiéndose él que es el dominante, presupone que el otro debe mancillarse frente a ese poder.

El segundo aspecto es que «el azote de la burguesía», como apodaron al director aragonés, no pierde oportunidad de darle una estacada a la Iglesia Católica, al Cristianismo, a la religión, cada vez que puede. Y siempre buscó oportunidades para ello. En este caso, un casto hombre, cristiano a punto de beatitud, resulta ser un desgraciado. Le viene a uno a la mente el patético caso de los curas pedófilos. Lástima que Buñuel ya no esté con nosotros, porque es seguro que habría hecho una película cuyo tema único sería eso: bombardear a los sacerdotes pedófilos y confrontarlos con su dogma y sus supuestos valores morales. De todas formas, probablemente se imaginó que ocurrirían cosas así en el seno del cuerpo clerical.

El tercer punto es que resulta chocante que en una sociedad machista como la que se pinta en esta obra, a la mujer la fuercen a que ejerza con alegría y regocijo la sumisión al esposo; aduciendo argumentos realmente risibles. Y es precisamente eso lo que Buñuel critica. Hay que recordar que su mirada es siempre crítica.

Finalmente, en este filme se refleja un hecho común: la persona que tiene la fama de ser virtuosa tiene toda la credibilidad mientras que la recién llegada no tiene absolutamente ninguna credibilidad, especialmente si es mujer; es más, a Gloria se le considera que está en un error cuando califica de cruel al marido y la instan a que se porte bien para que no lo provoque, cuando en realidad su comportamiento fue ejemplar en todo momento. Es una situación de máxima injusticia que Buñuel muy bien dibuja, no sin cierto sarcasmo para acentuarla.

Él es una importante película de la filmografía buñueliana y mexicana. Muy bien realizada, con la espectacular fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa, un potente libreto y excelentes actuaciones. Está en los primeros lugares de una seria lista de las mejores películas mexicanas, confeccionada por expertos en el cine de ese país norteño.


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En Wikipedia:
Cuestionario sobre la película:

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