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06 diciembre 2014

Mad Max - George Miller (1979)



Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo
Albert Camus


La saga Mad Max destaca entre las películas de temática posapocalíptica distópica. No precisamente por la forma del planteamiento de su propuesta o por su estética, pues son simples películas de acción. Sin embargo, plantean una visión probablemente cercana a lo que sería un futuro distópico, pues hay otras muy apreciadas que, sin embargo, escapan a una distopía tan cruda y real como la de esta serie; son esas películas en las que —a pesar del supuesto caos— hay un orden, hay gobierno, no hay escasez de bienes, e incluso son mundos donde hay alta tecnología plenamente operativa. No así en Mad Max, donde el caos corresponde a lo que el caos es: escasez de bienes y servicios, anarquía total, incluyendo inexistencia de gobierno. A este respecto, estos filmes no están solos; recordemos, por ejemplo, El hombre omega, La carreteraNiños de los hombres (también llamada Hijos de los hombres), aunque esta es discutible, El libro de Eli o Soy leyenda, entre otros.



La trama básica de Mad Max es la supervivencia en un mundo devastado, la lucha entre pandillas por acceder y apropiarse de los escasos bienes que existen, particularmente de la gasolina en el caso de la segunda de la serie: Mad Max 2, el guerrero de la carretera, la mejor de las tres realizadas hasta hoy. Y quizás por aquello de que «la ficción no supera a la realidad», se queda corta: en un mundo así no solamente habría enfrentamientos por gasolina, habría escasez de otros bienes vitales como agua, comida o medicinas, o de servicios de asistencia médica y electricidad, que causarían luchas más feroces que la causada por la escasez de gasolina.




Aquí y ahora
Si no vivimos como pensamos, pronto empezaremos a pensar como vivimos.

Durante las interminables horas que debemos esperar en una cola[1] para adquirir algún bien que requerimos, cuando no tenemos que dar vueltas por toda la ciudad para lo mismo, tenemos tiempo de cavilar, enviar y recibir mensajes por Whatsapp, pensar, navegar por la red, reflexionar, aburrirnos, leer y darnos cuenta de cuán cerca estamos del mundo del personaje que interpreta Mel Gibson, Max[2]. Aquí y ahora. Una pesadilla creada gratuita y deliberadamente. Sin que haya mediado George Miller para ello. ¿Y la forma de conseguir el bien? Muchas. Por azar, a través de un amigo, del amigo de un amigo, de un amigo del amigo de un amigo, por contactos estratégicos, en el llamado «mercado negro», comprando un equivalente malo por el doble del precio del original bueno, encargarlo a alguien que viaje al exterior, etcétera. Dependiendo de la moral del usuario, también robándolo. No son las formas en la que lo adquiere la nomenklatura, son las que utilizamos «el pueblo» para adquirir lo que necesitamos. Ese pueblo al que se le dice goebbelsianamente que se le ama, cuando en realidad se le ha vejado como nunca antes. Formas típicas de un estado de guerra en plena paz. Son las formas con las que se ha impelido al ciudadano[3] común a convertirse no solo en un objeto pusilánime del statu quo, sino en otro delincuente, exacerbando el individualismo y egoísmo que subyacía en esta sociedad, haciéndolo víctima del «soborno social»[4] y de la «complicidad social». Es la democratización de la delincuencia, luego de la democratización de la pobreza. Es el producto culmen de la revolución: que todos seamos lumpen del establecimiento. Todo esto en un país al que le han ingresado más de diez planes Marshall en  tres lustros y su producción es tan mísera que necesita casi 200.000 habitantes para producir lo que produce un gringo[5].




Entonces, ¿qué hacemos con la ética?

La fuerza y la mente son opuestos. La moralidad termina donde empieza la pistola.

El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe.


Si ya aquí y ahora, en esta cuasi distopía preapocalíptica, la ética brilla por su ausencia; no sola y obviamente entre los delincuentes, sino que, gracias a la democratización de la mediocridad, también entre las amas de casa, que se han visto obligadas a conseguir la comida, las medicinas y demás productos domésticos por los llamados «caminos verdes», ¿qué podremos colegir para el mundo distópico postapocalíptico de Max, o el del padre (interpretado por Viggo Mortensen) en La carretera? ¿Hasta dónde el hombre ético podría sobrevivir en un mundo así? ¿Le serviría de algo la ética y sus valores morales? Si esos son los constructos de una mente racional, ¿de qué le servirían para relacionarse en un mundo donde el Complejo-R envuelve a la corteza cerebral y toma el control? ¿Le haría caso a Descartes en lo que refiere a esa meditada reflexión que se resume en «adonde fueres haz como vieres»? ¿Seguiría, acaso, el estoico comportamiento socrático y su adoración por lo justo, lo bueno y lo bello? ¿Qué pensaría Darwin en relación a esto?, pues los que sobrevivirían —casi con seguridad— serían los violentos y los poseedores de las armas, sin que estos dos grupos necesariamente se excluyan mutuamente. ¿Están ellos en la cúspide de la evolución? Si ello es así, el futuro que nos depararía como especie es tétrico, macabro.

Son solo reflexiones que vienen a la mente durante la paciente espera en la que Cronos se duerme y nosotros somos presa de la más triste angustia; angustia que Heidegger hubiera querido examinar. Esperaremos la cuarta película que, coincidencialmente, se estrena en 2015.


Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo.
Benedicto XVI


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[1] Fila.
[2] Ya han ocurrido episodios violentos para hacerse del último paquete de harina o pañales, o de la última pastilla de jabón, de un supermercado. Pero, aunque a precios inasequibles, hay la cantidad que el cliente quiera de güisqui 12 años (o muchos años más de envejecimiento). Véanse imágenes de las colas (filas) de gente esperando para comprar en este enlace.
[3] Entendiéndolo como sinónimo de poblador, habitante, no como individuo que ejerce la ciudadanía en tanto tal.
[4] Término acuñado, hasta donde yo sé, por Américo Martín. Refiere a la espada de Damocles que se yergue no sobre el gobernante, sino sobre el pueblo si no es obediente y complaciente con el gobernador. Es la complacencia y obediencia del pueblo para con el Leviatán, sin importar si son voluntarias o no. Ellas se logran mediante dádivas, promesas o amenazas de las instancias de poder. A este término se le podría sumar lo que yo llamaría «complicidad social», entendiendo este como la complicidad masiva y complaciente ante la anomia, la ilegitimidad, la ilegalidad, las formas anómalas de obtención de bienes, riqueza o favores e, incluso, el crimen, pues todos son beneficiarios y/o ejecutores de estas anormalidades. La democratización de la delincuencia.
[5] Quizás sea exagerado o incorrecto conceptualmente, pero la paridad cambiaria entre dos monedas corresponde más o menos a la capacidad productiva de los países que esos signos monetarios representan.

Argumentos en Wikipedia:
Mad Max I: http://es.wikipedia.org/wiki/Mad_Max
Mad Max II: http://es.wikipedia.org/wiki/Mad_Max_2
Mad Max III: http://es.wikipedia.org/wiki/Mad_Max_Beyond_Thunderdome

Fichas en IMDb:

Artículo sobre algunos filmes del cine distópico:
Artículo sobre películas de distopía postapocalíptica:
Lista de artículos sobre cine distópico:


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