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15 febrero 2018

Verano 1993 - Carla Simón (2017)



Más allá del deber ser está el deber querer, el amor.


Frida, una niña de seis años de edad, queda huérfana y ahora debe vivir con su tío Esteve (hermano de su madre) y la familia de éste: Marga, su esposa, y Anna, su hija de tres años. Después del shock inicial en que la deja su súbita orfandad, Frida intenta llevar una vida normal; pero no es nada fácil, el nuevo hogar no solo implica nuevas personas en su día a día, también una serie de normativas y formas de hacer las cosas y de comportarse. Un deber ser que, en ocasiones, la desesperan. Llega al punto de querer abandonar su nuevo hogar. En una memorable -e hilarante- escena, desiste de hacerlo de noche y regresa a casa diciendo, delante de sus tíos y su prima, que se irá "mañana, porque hoy está muy oscuro".

Pero no solo Frida atraviesa por una situación incómoda a la que deberá adaptarse; también para los demás es algo novedoso y son más las veces que no saben cómo encauzar los desencuentros que las veces en que sí lo logran. La paciencia, la tolerancia y el tiempo forman parte del andamiaje que permitirá que Frida logre acoplarse a su nueva familia, y viceversa. Ese andamiaje no estará completo hasta que, en última instancia, cuente con un ingrediente insustituible y obvio: el amor. En la emotiva escena final, Frida -llorando- entiende que éste se ha sumado, por fin, a su nueva vida. Ya no es menester irse, ahora sí es parte de un hogar, de una familia. También los demás se dan cuenta de ello, o se darán cuenta. No todo son deberes y formas correctas e incorrectas de desempeño. ¡También hay caricias, risas, besos y acciones desenfrenadas y no estructuradas en la vida!

Hay que acotar que son los adultos los más rígidos y los que ponen más dificultades para la inserción de Frida en su nuevo hogar. El personaje de Anna, la niña de tres años, es el que pareciera entender las cosas mejor que nadie, incluso que Frida, a lo largo del difícil período de adaptación; a decir por su comportamiento, siempre dócil y conciliador. Quizás sea porque precisamente al ser la de menor edad es la que tiene menos juicios previos sobre las cosas y las personas.

Una película bien hecha, con una cadencia que, si bien al comienzo parece un tanto lenta, se entiende luego que así ha debido de ser. Las actuaciones son, igualmente, muy buenas. Al final, una nota que dice que el film está dedicado a la memoria de Neus, la madre de la directora-guionista, Carla Simón, nos advierte subrepticiamente que la película puede tener elementos autobiográficos. En su entrevista, confiesa que así es, si bien no puede diferenciar cuáles son reales y cuáles son ficticios. Los humanos somos víctimas de nuestra precaria memoria, por lo que contamos en nuestra historia indistintamente con hechos y mitos sobre nosotros mismos que no logramos distinguir. Para fortuna del cine, la mezcla de realidad y ficción logra crear cintas como esta, que nos hacen reflexionar sobre las cuestiones importantes de la vida.




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