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29 noviembre 2019

La noche de las dos lunas - Miguel Ferrari (2018)


Imagen tomada de IMDb.

¿Quiénes son los padres de una criatura, 
los que la conciben (padres biológicos) o la mujer de vientre subrogado que la engendra?


Una joven, Federica Marín (Pakriti Maduro), escritora de libros infantiles que vive con su madre, una exactriz venida a menos, en un idílico emplazamiento cercano a Galipán, un buen día se empeña en ser madre soltera. Para ello, convence a un amigo homosexual para que sea el donante del esperma (Ubaldo, Albi De Abreu) y se realiza la fertilización in vitro en una clínica privada de Caracas. Tiempo después se entera de que el bebé que lleva en su vientre no es su hijo, porque no corresponde el ADN mitocondrial de ellos. Fue un error que se produjo en la clínica porque otra paciente, Fabiola Martín (Mariaca Semprún), le cede su puesto en la cola para entrar a realizar el procedimiento, debido a que su esposo, Alonso, no se había personado a tiempo para acompañarla. La confusión del personal de la clínica es coadyuvada por el desafortunado hecho de que ambas tienen nombres que comienzan con F (Federica y Fabiola) y apellidos muy similares que comienzan con M (Marín y Martín).

Federica descubre quién es la mujer que tiene a su hijo: Fabiola, una cantante casada con un editor. Fabiola aborta, por accidente, al niño de Federica y su amigo Ubaldo. La atribulada Federica (que atestigua el momento en que Fabiola aborta, mientras da un recital en el Museo de Bellas Artes) decide continuar con el embarazo y ser madre de la criatura que crece dentro de ella. Se ha convertido, sin pretenderlo, en un vientre subrogado. Para empeorar las cosas, su hijo ha muerto: la posibilidad de un intercambio de bebés al nacer (que los cuatro padres consideraron) se desvanece. Los verdaderos padres descubren que ella porta a su hijo e intentarán que se los entregue al nacer, pues es su hijo. No hay legislación que apoye en esta empresa a los padres biológicos, de manera que se supeditará al buen entender de Federica, y a sus sentimientos respecto al bebé, la suerte de la criatura al nacer: ser ella quien se quede con él o sus padres biológicos.

La película está bien realizada, tiene unas bucólicas escenas de la zona donde vive Federica, en Galipán, buenas actuaciones, guion y fotografía, incluso dos incursiones de la poesía en la alborada y en el ocaso del filme. La historia es entretenida y, sin pretender ser algo muy complejo desde el punto de vista intelectual, sí plantea un caso complejo de la vida real, máxime si ni siquiera hay legislación (en el mundo del film) para intentar resolverlo. ¿Es ella la madre o son los padres biológicos? Más allá del aspecto legal, la pregunta es pertinente desde el punto de vista bioético. La película no responde a la pregunta, pero bosqueja cómo lo resolvieron los personajes de esta historia en el epílogo.

Una única objeción que podría ocurrírsele a uno como espectador es que acude, quizás con demasiada facilidad y frecuencia, a coincidencias fortuitas un poco forzadas, que tuercen el devenir de la historia hacia derroteros cercanos a lo inverosímil. Por ejemplo, la confusión de sus nombres y apellidos en la clínica de fertilización; la forma artificiosa en la que se conocen Federica y el esposo de Fabiola, Alonso Aragón (el editor); o que él es —precisamente— editor y ella busca editar su libro (sobre un bebé que sus padres no tienen rostro) por desavenencias con su editora habitual. Incluso tiene un leve romance con Alonso; innecesario por de más. Algunos eslabones de la cadena del relato están, por este motivo, unidos de manera un poco precaria o son irrelevantes o inútiles para la historia. No es mal de morirse, sigue siendo una buena película que plantea un tema importante en la sociedad moderna, en la que las nuevas tecnologías van mucho más aprisa que el aletargado derecho y en la que los errores humanos, o no humanos, tienen perfecta cabida, tal como antaño, cuando las viejas tecnologías eran las que movían al mundo.

El filme representa a Venezuela en los premios Goya 2020 a mejor película iberoamericana. ¡Suerte a Miguel Ferrari!


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