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23 junio 2020

Los años bárbaros - Fernando Colomo (1998)


Imagen del afiche en IMDb.

Escapando de Franco.


En el año 1947, unos jóvenes dibujan unos grafitis en la fachada de la facultad de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Son apresados y condenados a una pena simbólica. Marquina (Juan Echanove), un fascista representante del régimen franquista, reclama una pena mayor, ejemplar. Entonces son condenados a ocho años en las obras de el Valle de los Caídos. Unos compañeros, en París, planifican su huida, que se realizará en un coche descapotable, conducido por una canadiense y una norteamericana que no saben nada de español. Logran ir desde Madrid hasta la zona fronteriza francesa, tras muchos inconvenientes. Ahí se separan y ellos atraviesan la frontera a pie. Las chicas dan con ellos en Francia.

A lo largo de esta «road movie» se suceden escenas jocosas y de romance entre ellos y el entorno. El filme abunda en sátiras del régimen franquista y, en especial, de la ignorancia y torpeza de los guardias civiles que los interceptan. Está basado en el libro autobiográfico Otros hombres, de Manuel Lamana, en el que narra el escape de él y su amigo Nicolás Sánchez-Albornoz de los trabajos forzados en el Valle de los Caídos. Ambos se exiliaron en Argentina en 1948.

Fernando Colomo realizó un excelente trabajo de una trama que en arte dramático se conoce como «el viaje del héroe», si bien está en clave de humor, no solo con la sátira del régimen, también con el comportamiento de los personajes principales. Hay, sin embargo, algunas escenas trágicas, como el asesinato del novio de una de las chicas, que es quien les organizó la fuga desde París.

Los años bárbaros es una película entretenida, muy bien hecha, con actuaciones excelentes y una fotografía que deja muy bien parada a la geografía y la arquitectura de la España de entonces. La crítica, más que pertinente, es hacia un régimen oprobioso y autoritario (despótico) que marcó la vida de España por cuatro décadas. Los castigos que se sancionaban eran desproporcionados respecto al delito cometido, amparados por el absurdo argumento de que había que «dar el ejemplo» para que otros no incurrieran en el mismo delito. Mismos castigos que los que imponen los regímenes autoritarios, despóticos, de cualquier ideología, ni más ni menos. Ni qué decir de los totalitarios. Cualquiera se fugaría de trabajos forzados por algo que, si bien era propaganda política (los grafitis), era más una travesura de muchachos que otra cosa. Razón tenía Kant cuando sugirió que sin libertad era preferible morir (o algo parecido). Fueron tiempos bárbaros, como bien dice el título del filme.

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