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26 febrero 2021

La tierra de la gran promesa - Andrzej Wajda (1975)


Imagen del póster en IMDb.

Gran fresco de la revolución industrial.


Le iba a colocar de lema «Cuando un lío de faldas hecha al traste todo», pero no le hace justicia a la película, que trasciende con mucho un incidente de ella. No piense el lector que este filme trata de eso, de un lío de faldas. El gran cineasta polaco Andrzej Wajda rodó La tierra de la gran promesa (Ziemia obiecana en polaco) en 1975, cuando Polonia aún estaban bajo el yugo comunista. Este filme es un extraordinario fresco de la época de la revolución industrial en la ciudad de Łódź, suerte de Manchester polaco. A mí me recuerda al film Novecento, de Bertolucci. En muchos aspectos tienen el mismo espíritu: recrean los finales del siglo XIX e inicios del XX con todo lo que de turbulento pudo haber en los momentos que recrearon, las costumbres, las intrigas y conflictos, las transformaciones que se cocinaban a fuego lento y que configurarían el nuevo siglo.

Karol Borowiecki (Daniel Olbrychski), un joven noble polaco, es el ingeniero gerente de la fábrica textil de un alemán, Bucholz. Es despiadado en sus actividades profesionales y no le preocupa la larga tradición de su familia, hoy decadente. Planea establecer su propia fábrica con la ayuda de sus amigos Max Baum (Andrzej Seweryn), alemán, heredero de una antigua fábrica de telares manuales; y Moritz Welt (Wojciech Pszoniak), un empresario judío independiente. El innecesario romance de Borowiecki (porque ya tiene novia, Anka Kurowska) con Lucy Zucker, la esposa de un magnate textil judío, le permite acceder a información privilegiada sobre el cambio en las tarifas del algodón, lo que le posibilita obtener dinero a su socio Welt al anticipar oportunas compras y ventas en el mercado a futuro en Hamburgo. Sin embargo, necesitan más capital del que logran acopiar para establecer su propia fábrica; este lo consiguen a través de un crédito con un banquero judío.

El día de la apertura de la fábrica, Borowiecki tiene que negar su relación con la esposa de Zucker a su celoso esposo, quien lo hace jurar sobre un objeto sagrado. Borowiecki luego acompaña a Lucy en el tren a Berlín; sin embargo, Zucker envió un detective para espiar a su esposa; este le confirma el adulterio e informa a Zucker, quien se venga de Borowiecki incendiando su nueva fábrica, que carecía de seguro contra incendio. Borowiecki y sus amigos pierden todo por lo que habían trabajado.


Imagen del póster en amazon.


Después de este incendio, una larga elipsis sitúa a los personajes algunos años en el futuro. Borowiecki se recuperó financieramente al casarse con Mada Müller, una rica heredera alemana a la que antes había desestimado, y es dueño de su propia fábrica. La fábrica está amenazada por una huelga de trabajadores y él se ve obligado a decidir si abrir o no fuego contra la manifestación de los trabajadores, que arrojan una piedra a la habitación donde se reúnen varios familiares y amigos suyos. Borowiecki, quien nunca ha mostrado compasión hacia sus subordinados, autoriza a la policía a abrir fuego. Uno de los trabajadores heridos corre y cae, llevando una bandera roja en su mano. En ese momento termina la historia.

En esta película, Wajda nos muestra una ciudad en efervescencia a las puertas de la revolución industrial nacida en Inglaterra. Nuevas industrias textiles que, con ingenios mecánicos que sustituyen a la mano de obra, irrumpen en la antaño tranquila villa ahora convertida en una urbe víctima de la vorágine, sucia, peligrosa, inhumana, donde el capitalismo más recalcitrante se impone y los negocios están sometidos a leoninas reglas de mercado que hacen ricos a algunos al instante y empobrece a otros con la misma rapidez. Es la misma ley de las bolsas de valores que endiosa y lapida por igual. Y abajo de la pirámide, la clase obrera padeciendo las inclemencias del sistema y de las volubles voluntades de los empleadores.

Nuevas tecnologías, nuevos procedimientos, nuevas formas, pero las mismas pasiones que hace miles de años, los mismos líos de faldas de los tiempos ancestrales; el mismo despotismo del que tiene el poder sobre el que no lo tiene. Parece que nada ha cambiado en la viña del Señor. La revolución industrial fue un simple cambio de técnicas, de procedimientos mecánicos nada más.

En esta película, el destacado director logró integrar en el crisol impecables ambientación y decoración, tanto exterior como interior, excelentes actuaciones y vestuario, así como una inolvidable fotografía, que logra impresionantes tomas de gran belleza formal. Todo ello acompañado por una música que le da esplendor a la imagen. Es una producción soberbia, su temática así como la forma en la que es expuesta dan cuerpo a una obra maestra del cine.

En una encuesta realizada en 2015 por el Museo Polaco de Cinematografía en Łódź, La tierra prometida ocupó el primer lugar en la lista de las mejores películas polacas de todos los tiempos. El primer lugar.


Imagen del póster en amazon.


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Artículo en Wikipedia (inglés):


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