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10 marzo 2011

El discurso del Rey – Tom Hooper (2010)



Realeza y plebeyos unidos para un mismo fin


Este blog tenía en su cabecera una graciosa frase de Groucho Marx (No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo). En el arte, donde todo es tan subjetivo, la disidencia es una constante y esa frase se convierte en un lugar común. Antes de escribir estas notas he leído algunas críticas de El discurso del Rey, del novel y hasta ahora desconocido director Tom Hooper, y buena parte de ellas irradian cierto resentimiento o, al menos, antipatía por la nobleza inglesa; esa nobleza que a muchos nos cae mal, excepto a los ingleses –que no a todos los británicos- que parecen gustar de su existencia, al menos para solaz entretenimiento. Es difícil ser imparcial ante tan bizarra y antigua forma de gobierno que se basa en la marcada y vitalicia hegemonía que envuelve a los monarcas y que los distingue, discriminadamente, del resto de los pobladores, a quienes se les dice súbditos. Amén del hecho de que es hereditaria, es decir eterna. Dicho sea de paso, la mayoría de los países que han adoptado semejante forma de gobierno suelen ser prósperos; lo cual es más que una curiosidad sobre la que valdría la pena ahondar.

La historia narra una fracción de la vida de un noble Príncipe que tuvo que aceptar la corona luego de la famosa abdicación por amor de su hermano mayor (Eduardo VIII), convirtiéndose en el Rey Jorge VI, Rey del Reino Unido, Emperador de la India, Rey de Escocia y demás títulos que detentaba el cargo. Magistralmente interpretado por Colin Firth, este monarca arrastra consigo la pena de ser tartamudo, lo cual representa un handicap para el rol socio político que encara, máxime en una época en la que emerge la radio como medio de comunicación de masas, y que ya había utilizado su padre para dirigirse a la Nación. La crianza victoriana del niño, aunada a su carácter sensible y afable, le provocó ese miedo que se refleja en su tartamudez, pero que abarca otros ámbitos de su vida. Ese es el primer punto de reflexión que ofrece la película, aunque solo lo toca tangencialmente; sin embargo, es crucial. En una frase del logopeda empírico que lo entrena para reducir su tartamudeo, excelentemente interpretado por Geoffrey Rush, éste dice que el Rey tiene "miedo de su propia sombra”. Siendo así, el llevar una Corona Real ciertamente es más una pesada carga que una satisfacción. Este sentimiento es interpretado brillantemente por Colin Firth, apartando el hecho de que los papeles de noble le sientan como anillo al dedo. 

La película profundiza en la dependencia que tiene Jorge VI de su logopeda a la hora de enfrentar un discurso público, bien en persona o por radio. El discurso primordial, al final de la película, será el que dirigirá vía radial a sus súbditos (y al resto del mundo), para anunciar la entrada de Gran Bretaña a la II Guerra Mundial, e instar por la unidad de todos para salvar a la Patria. Y he aquí lo que nos parece el tema principal del film: la dependencia que tiene un Rey de un plebeyo, cosa que al comienzo molesta al monarca, pero que va admitiendo a medida que se desarrolla la película. El plebeyo, un súbdito australiano (pues Australia aún hoy es miembro de la Mancomunidad Británica de Naciones), lo trata de una manera un tanto áspera, a veces insolente, pero no se aprovecha de la cercanía y la dependencia que lo unen al soberano. Ambos descubren, no sin cierto dolor, su rol y su utilidad dentro de una sociedad que atraviesa por un momento crucial de su Historia; y llevan a cabo sus obligaciones, tal como debe ser. Este es el asunto medular para quien esto escribe: que la dependencia que tiene la clase dominante de los plebeyos, debe ser bien entendida y debe obtenerse un fruto de ella que satisfaga a ambos. Eso del ganar-ganar del que se habla en gerencia. Se puede pensar que la película está dirigida, principalmente, a esa clase dominante para que no olvide su dependencia del que está abajo, sin el cual no estaría arriba. Ese parece ser el mensaje de El discurso del Rey, una excelente película, que no ha ganado premios gratuitamente y que cuenta, básicamente, con brillantes actuaciones. Merece destacar la consolidación de Colin Firth como gran actor, así como las excelentes actuaciones de Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter. No es de menor relevancia el que se haya llevado el Oscar como mejor director el recién aparecido Tom Hooper.

Bajo el mandato de Jorge VI, el Imperio Británico, antaño "el Imperio donde nunca se pone el Sol", se redujo notablemente y perdió a la India y a Irlanda, entre muchas otras posesiones de ultramar. Sin embargo, gracias al coraje que tuvo que asumir, mejoró la imagen de la monarquía británica y afrontó con entereza los cambios históricos que afectaron a su Corona en esos momentos aciagos. Quizás su logopeda tuvo mucho que ver a la hora de devolverle su amor propio y confiar en sus capacidades para gobernar. En la vida real parece que mantuvieron su amistad hasta la muerte. En cuanto a su fidelidad histórica, no parece haber una concordancia exacta, pero eso no nos importa para el enfoque que aquí le damos a nuestros comentarios.


Nota: para aclarar las diferencias entre Inglaterra, Reino Unido, Gran Bretaña, Imperio Británico, Commonwealth, Reino de Gran Bretaña, y términos afines, se puede consultar Wikipedia. Esas diferencias no han sido distinguidas con rigor en este texto, ya que el tema tratado es independiente de dicho rigor. Sólo nos interesó la relación monarca-súbdito.

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