La inmersión en un sueño
Muchas veces las cosas vistas en
retrospectiva sirven para darse cuenta de los aciertos y de los errores
cometidos anteriormente. No parece justo que Carros de fuego le haya arrebatado el
Óscar a Rojos en su edición de 1981, si bien es una película muy bien hecha y
que incluso tiene serios planteamientos existenciales, amén de la
extraordinaria banda musical del genial Vangelis. Rojos ha trascendido más
en el tiempo, a tal grado que fue incluida en la lista del American Film Institute de las 10 mejores películas norteamericanas de género épico. A pesar
de su traumático rodaje, en el que incluso las obsesiones de su
director-escritor-productor-protagonista Warren Beatty hicieron de las suyas,
es una admirable película, y con seguridad la mejor de las escasas producciones
que ha hecho Beatty. Este film tiene otro mérito: quizás sea el único filme
norteamericano que trata sobre el comunismo sin ser peyorativo con los
personajes o con la filosofía comunista. El tema es expuesto con la misma sinceridad
que pareció tener entonces este movimiento político.
Reds tiene como careta la
historia de la pareja de John Reed y su mujer Louise Bryant, ambos periodistas y
escritores, ambos comunistas y testigos de primera fila de la Revolución de Octubre. Si bien esa es una historia de la película, no es la única. A lo largo
de la proyección se presentan testimonios de testigos reales que conocieron a
los personajes históricos, dando sus impresiones sobre lo que ésta pareja hacía
y pensaba, a veces rallando en la especulación y siempre en franca
contradicción unos con otros. Algunos de los personajes ya habían fallecido
cuando se rodó el film, pero su figuración se debe a que Beatty grabó dichos
testimonios diez años antes de rodar la cinta, proyecto en el que había
comenzado a pensar veinte años antes de su realización. Además de los
testimonios, hay diálogos de naturaleza política e intelectual entre los
personajes y sus amigos, entre los que se incluyen Eugene O’Neill (interpretado por Jack Nicholson), Max Eastman
o León Trotski. La trama principal, sin embargo, tiene que ver con el compromiso
que el periodista Reed va adquiriendo con la Revolución Bolchevique y su deseo
de exportarla a los Estados Unidos, vía sindicatos laborales.
Esta producción cuenta con una
gran belleza formal y unas excelentes actuaciones de Diane Keaton como Louise
Bryant y de Warren Beatty como John Reed, pareja con una relación un tanto
heterodoxa e irregular. Ambos
eran comunistas, en una época en la que esta doctrina política sedujo a
intelectuales y a obreros por igual, bajo las ilusorias promesas de sus utópicos
enunciados, sinceros o no, viables o no. John Reed fue un periodista que cubría especialmente
movimientos subversivos, revoluciones y guerras, y fue activista en los
círculos socialistas estadounidenses y posteriormente rusos. La revolución
bolchevique lo atrapó y dejó un famoso libro sobre sus experiencias en Rusia (Diez días que sacudieron al mundo). Es el único norteamericano sepultado en el
Kremlin.
La ilusión de una sociedad justa,
equitativa y libre del aprovechamiento de unos hombres por otros, cegó la razón
y llevó al terreno de las pasiones las acciones de quienes protagonizaron las
revueltas. Los rusos salieron del injusto y brutal zarismo, pero entraron en
otro sistema igualmente injusto y brutal, como lo fue el comunismo, que conculca
los derechos individuales en aras de un supuesto bien colectivo. Ya sabemos que
eso simplemente no funcionó. Por otra parte, el capitalismo en su vertiente neoliberal, definido por Juan Pablo II como el "capitalismo salvaje", tampoco ha parecido funcionar(1). Severas diferencias sociales logran que una sociedad sea disfuncional. Hay una suerte de trampa consumo-producción que origina crisis como la que actualmente vive buena parte de los países europeos. El comunitarismo, pese a que aún tiene importantes
seguidores, no considera las ambiciones y derechos particulares de las personas
y enuncia el bien común como premisa para el bien individual; mientras que su
opuesto, el liberalismo, se centra en el individuo, dándole la espalda al bien comunitario
como premisa, partiendo del supuesto de que si le va bien a los individuos le
irá bien al conjunto de ellos. Ambas líneas de pensamiento presentan, sin
embargo, matices atenuantes en algunos autores menos radicalizados.
Si seguimos la visión
aristotélica del medio justo, llegaríamos a concluir que ambos sistemas por sí
solos no son solución para nuestras complejas sociedades, pero una posible
simbiosis de ambos podría ofrecer un camino más razonable para dirimir las diferencias
y solucionar los problemas de los distintos (incluso antagónicos) actores
sociales. Si esta línea de acción la emplazamos en algún modelo avanzado de democracia,
tal como la democracia deliberativa a lo Habermas, estaríamos ante un sistema
de gobierno viable para las sociedades complejas.
Regresando a Reds, éste filme nos
relata la vida de Reed en medio de un convulsionado mundo que buscaba una
solución socialmente aceptable para reducir los sinsabores que la industrialización
imponía a las clases trabajadoras. Una visión romántica que está excelentemente
plasmada en esta vital película que no puede excluirse de la lista de
películas que hay que ver.
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(1) Véase, por ejemplo:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cbishops/pcal/documents/rc_cbishops_pcal_20021012_santo-domingo_sp.html,
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/corunum/documents/rc_pc_corunum_doc_20020215_Pubblicazioni_Doc_ARSCARITATIS_CC_sp.html
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/corunum/corunum_sp/pubblicazioni_sp/rc_pc_corunum_doc_20020215_Pubblicazioni_Doc_ARSCARITATIS_CC_sp.html
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-75927
Me provoca una gran curiosidad el verla.
ResponderEliminarSaludos
David