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27 septiembre 2013

Ojos bien cerrados - Stanley Kubrick (1999)




El amor y las pasiones en la diana del último Kubrick


Hay películas que la primera vez que uno las ve ni siquiera le gustan. Esta puede ser una de ellas. Pero cuando se las ve por segunda o tercera vez, hacen presa del espectador y lo cautivan. Esta es una de ellas. Es la última película que hizo el poco prolífico y genial Stanley Kubrick. Este gran director realizó escasas películas; la peor de ellas es muy buena película, las mejores son obras maestras. En este filme, Kubrick revisa a fondo la naturaleza humana, específicamente lo que concierne al sexo. Como todas sus obras, está cuidada hasta el mínimo detalle por un rígido perfeccionismo.

Ojos bien cerrados cuenta la historia de la sexualidad de una pareja típica de la clase media neoyorquina. Ambos con episodios que bordean la infidelidad: ella por un deseo confeso y él explorando novedades, a la postre también confesas. Ella, la bellísima Nicole Kidman (Alice); él, el buen actor Tom Cruise (William)[1]. Kubrick puso en el banquillo no solamente la institución matrimonial, sino todo el espectro de relaciones sexuales monogámicas, la sexualidad en sí. Pero expone otros temas al margen del central. La complejidad implícita de la cinta deja abierto un abanico de interpretaciones, haciendo las delicias de los espectadores que queremos una lectura de segundo o tercer nivel en las películas. Esta es, junto con Lolita, las que podríamos calificar como las más bergmanianas de sus películas.

La sexualidad de la que da cuenta este filme tiene al menos dos facetas: la realidad y la fantasía. La realidad es circunstancial, es la vida del hogar, de la pareja en matrimonio. Otra realidad es la de la exploración y los intentos de convertir la fantasía en realidad. La fantasía la constituyen los deseos reprimidos por la realidad circunstancial y no satisfechos por la realidad de exploración. Viene en forma de sueños, de anhelos.

La fidelidad, al igual que otros atributos que caracterizan al hombre occidental, tiene varias aristas: psicológica, biológica, social, moral, incluso estadística. Desde todos esos ángulos puede comentarse, entonces, Ojos bien cerrados. Las reflexiones que siguen giran alrededor del elemento moral, que parece ser el interés del director.




Lo que aparenta ser un matrimonio perfecto, no solo para quienes lo ven desde afuera sino también para los cónyuges, casi se desmorona con la sola idea del deseo de infidelidad por parte de Alice, que no llegó a cristalizar por los muros morales. Pero la confesión de ese deseo dispara la alerta de William, quien se entrega a la indagación de exóticas fantasías, en una suerte de carrusel de la vendetta. Pero no es una entrega gratuita. Es el angustioso descubrimiento de que él también es capaz de ser infiel. Ambos descubren, para asombro de ellos, que no son impermeables a la infidelidad, que lo único que los podría detener son los valores morales, lo que de simbólico tiene la fidelidad, la institución matrimonial y la paternidad. Ese desvelamiento de la posibilidad real de caer en el adulterio los asombra y los aterroriza. Finalmente convienen en lo afortunados que han sido de no haber llegado a consumarlo, y que la forma de evitarlo es el acercamiento carnal, la realización de las fantasías juntos.

El inquietante asombro de saberse capaces de ser adúlteros, y la validez del código moral para evitar serlo, parece constituir lo medular del filme. Pero no es lo único que Kubrick explora. Generalmente en todas sus realizaciones hay rémoras que navegan con el tema central. En esta película hay varias. Una de las que llama la atención refiere a la licencia de transgresión que se otorgan las clases altas, y que en este caso se manifiesta con la lujuria; porque en otros casos se manifiesta con el robo, la explotación o el asesinato. Las escenas más escandalosas de este film son justamente las que refieren a la racionalmente planificada orgía que se lleva a cabo en la mansión. La frase que le dice Víctor (Sidney Pollack) a William: «Esta gente no es gente ordinaria, si te digo los nombres, no dormirías», refiriéndose a quienes estaban en el festín concupiscente, lo dice todo. La moral del amo y la moral del esclavo en todo su esplendor, haciendo gala de la ventaja del amo sobre el esclavo como objeto sexual: prostitutas y señores. También aflora en el episodio del comerciante que ofrece los servicios sexuales de su hija. No está lejos de lo planteado por Pasolini en Saló a este respecto. De hecho, es lo mismo.

Ojos bien cerrados es otra obra maestra de Stanley Kubrick, quien nos dejó apenas cuatro días después de la exhibición privada para ver el corte final de esta película. A lo largo de su carrera cinematográfica nos ofreció tanta variedad de géneros como de temas, todos expuestos con maestría inigualable. Su legado siempre estará en el Salón de la Fama del Cinema, junto a otros grandes del Séptimo Arte.

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[1] Casados en la vida real en ese entonces.
Un buen comentario de esta película se encuentra en este enlace.
Estadísticas sobre infidelidad: 


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