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29 noviembre 2013

El francotirador - Michael Cimino (1978)



Un solo disparo
Para cazar... y para morir.


Se han hecho muchas películas sobre la Guerra de Vietnam. El francotirador es una de ellas, y es una de las mejores. Tal como Regreso sin gloria (que es coetánea) o Nacido el 4 de julio, hurga profundamente en el alma de quienes padecieron la guerra y de sus familiares y amigos, más allá de la guerra misma. Fue el primer filme mordazmente crítico sobre la Guerra de Vietnam. Está incluida en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso de USA por su significación histórica y cultural. También ganó el Óscar como mejor película en 1978, y otros cuatro Óscar (mejor director, mejor actor de reparto, mejor edición y mejor sonido). Tiene, además, otros reconocimientos y nominaciones.

Tres trabajadores metalúrgicos de origen ruso viven en Pensilvania y tienen fuertes lazos de amistad entre ellos. Son Mike (Robert de Niro), Nick (Christopher Walken) y Steven (John Savage). También son del clan Stosh (John Cazale) y Linda (Meryl Streep), entre otros. Comparten cultura y se profesan gran cariño entre todos. En los fines de semana van de cacería, y uno de los desafíos lo constituye el cazar el venado con un solo disparo. Un buen día se alistan para ir a Vietnam, por aquello del amor a la patria y el cuento chino de la libertad y todo lo demás. Luego de sufrir horrores en batalla, Steven regresa sin piernas, con una depresión tal que se rehúsa a reunirse con su esposa e hijo, Mike regresa con ausencia total de ánimo, y Nick se queda en Vietnam jugando la ruleta rusa. Mike regresa a Vietnam a buscar a Nick, pero este no lo reconoce. Es entonces cuando lo enfrenta en el macabro juego (el argumento detallado se encuentra en este enlace, en inglés). Esta película tiene algunas escenas escalofriantes relacionadas con dicha guerra. Las actuaciones son extraordinarias, al menos las de los mencionados en este párrafo.




La misma amistad que les hacía compartir fiestas y fines de semana de cacería, los hizo alistarse para la grande y absurda cruzada que emprendió USA en los años sesenta. Esa misma amistad los hizo permanecer monolíticos en la guerra, apoyándose uno en otro. Pero la guerra no perdona. Steven y Nick, como se dijo antes, pierden ambas piernas, y la conciencia y su conexión con la realidad respectivamente. Mike, que fue el menos afectado físicamente, está arrinconado en la sala del absurdo y de la tristeza: perdió la alegría.

El final, que no puede ser más elocuente, nos presenta a los amigos cantando Dios bendiga a América (a EUA) y haciendo un brindis por el ausente. Las caras tristes, pero con la disposición de ánimo para continuar, nos dicen que la vida sigue, pero que ya nada será igual. Así fue para las víctimas y dolientes de esa cruenta guerra, y de todas las demás guerras. Cimino dejó asentada una verdad de Perogrullo: que a todos afecta la guerra. Pero la dejó asentada de una manera contundente y artística, por todo lo alto. También nos deja la imagen del nacionalismo a ultranza, exteriorizado por descendientes rusos que aman a América a pesar de que la guerra los ha mutilado. Un sentimiento socrático (platónico si usted prefiere): primero la polis, luego yo. De acuerdo a la publicidad que de sí hacen los estadounidenses, expresada reiteradamente a través de sus mass media (el cine entre ellos), son -en el sentido del amor a la polis- los más socráticos de todo el orbe. Uno no sabe si creerles o no, ya que la publicidad casi siempre es engañosa.

En relación con su veracidad histórica (que si hubo o no ruleta rusa en Vietnam), parece que aún no se ha determinado con precisión; unos dicen que sí, otros que no. Como quiera que sea, el director utilizó la violencia extrema como elemento argumental para dramatizar las situaciones que deben afrontar durante la guerra los que intervienen en ella. La película no busca una precisión histórica, es -si se quiere- un estudio psicológico de los estragos que causa la guerra a las personas. Sin embargo, es fácil suponer que, debido a que en la guerra «todo es válido», la ruleta rusa bien pudo hacer su aparición entre los prisioneros de guerra.

Como ya el lector se habrá dado cuenta, esta producción cuenta con un reparto de primeros actores, todos ellos en los inicios de su estrellato. Una sencilla pero emotiva música nos hace caminar los afligidos senderos que llevan a las vitrinas donde se exhiben las almas de los personajes; mientras que una regia dirección nos adentra en ellas. Lo que es de alegre al inicio, lo es de triste al final. No siempre se tienen finales felices. Y Vietnam no lo tuvo. Una extraordinaria película que todo cinéfilo debe ver. ¡Ah!, dura tres horas, pero no me parece pesada.


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