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25 diciembre 2013

Luces de la ciudad - Charlie Chaplin (1931)



El altruismo a lo Chaplin


Hace 36 años, un día como hoy, murió en Suiza Sir Charles Spencer "Charlie" Chaplin, uno de los más trascendentales e influyentes realizadores cinematográficos de todos los tiempos. Cualquier calificativo le quedaría pequeño a este gigante del cinema.

Luces de la ciudad es una de sus mejores películas, y es contentiva de una nada despreciable densidad intelectual, específicamente moral. Un vagabundo (el personaje Charlot), conoce a una vendedora de flores que, desafortunadamente, es ciega. Por un detalle que no contaré, ella piensa que él es rico. Charlot luego persuade a un rico que se quería suicidar, de no hacerlo. Este hombre se convierte en su amigo por hacerle entrar en razón respecto al suicidio. Suceden diversas peripecias, pero Charlot no cesa en su empeño para ayudar a la joven. A la postre el rico le ayuda a ayudar a la joven para realizarle una operación que le regresará la vista. Charlot va preso un tiempo. Al regresar a la vida citadina, se topa con la joven, vestido prácticamente con harapos. Ella, en una conmovedora escena final, se da cuenta de que él es quien la ayudó.




Hay varios temas que pueden desprenderse de esta película. Desde su burla a las autoridades al inicio de la película, en una escena de la inauguración de una estatua, haciéndoles pronunciar a los políticos y autoridades de la ciudad sonidos graciosos que sustituyen el parloteo típico de esos protocolos; pasando por una ligera aunque acertada nota sobre el suicidio, hasta lo medular del filme: el altruismo de Charlot. Un altruismo que vemos en el cine, pero que difícilmente vemos en la vida real entre extraños. En el caso de Luces de la ciudad es un altruismo tocado de compasión, que raya en la caridad.

Este altruismo generalmente es considerado un gran valor. No para todos; por ejemplo Kant consideraba a la caridad una debilidad inconveniente, pero los Padres de la Iglesia (y los Doctores de la Iglesia) lo verían con buenos ojos. También nosotros, debido a nuestro adoctrinamiento cristiano. El altruismo del filme se materializa a través de la caridad. Esta caridad que plantea Chaplin es muy particular, pues la practica un pobre. ¿Puede un pobre ser altruista, caritativo, si no tiene recursos para serlo? Charlot los consigue, pero una vez que consigue el dinero se lo da a la violetera, no se lo queda para él.




Más allá de los libros, lo que uno ha visto en su vida es más significativo. Uno ha visto casos de altruismo y de egoísmo. Más de este último, pero también caridad y altruismo en gente pobre. Si se tiene eso en el código moral que uno sigue, entonces se puede ser ciertamente caritativo. Eso nos lleva a la tan cacareada formación en valores. Y es aquí que entra una consideración política contemporánea, aunque local. En el Plan de desarrollo económico y social de la nación 2007-2013 se establece una «nueva ética socialista», que llevaría a cabo un «nuevo proyecto ético socialista bolivariano» que cambiaría lo que se considera una «realidad cuyos rasgos dominantes son la pobreza material y espiritual en la cual permanecen aún millones de venezolanos, por lo mismo imposibilitados de satisfacer sus necesidades primarias y desarrollar la espiritualidad inherente a toda persona». Ignoro qué significa en este contexto «espiritualidad», pero podría suponerse que tiene algo que ver con la moral, con el comportamiento ético, pues más adelante dice: «Está claro que el estado de necesidad permanente anula cualquier posibilidad real del ser ético... el niño que hoy no puede comer, el niño que no puede ser niño, que no puede jugar, probablemente sea el criminal de mañana que asesinará a nuestro hijo». Si bien es cierto que la pobreza trae consigo mayores tasas de criminalidad, se está menospreciando a la clase pobre por el hecho de ser pobre y de no acceder a los bienes primarios. Charlot, en la película, no posee bienes primarios, pero lejos de convertirse en criminal, llega a un acto de caridad gracias a los valores éticos que posee el personaje. Y a Chaplin le consta eso, pues fue pobre cuando niño.




Lo asalta a uno la duda, la pregunta ¿puede un pobre ser ético? Uno ha visto, como dije antes, gente pobre caritativa, honesta, que se conduce con ética, con valores morales positivos. Pero son muy pocos los casos que uno ha visto así. En Venezuela, en donde se ha sembrado mucho el individualismo, es más difícil verlo. Converge cualesquiera reflexiones en que la educación es el bastión sine qua non para que ello ocurra: para que el pobre sea ético; eso sí, la educación formativa en valores, más que la instrucción funcional, entendiendo esta como la escuela que enseña matemática, lengua, y otras áreas operativas del conocimiento, útiles para el trabajo. Pero, ¿que es lo que se pretende con el plan de desarrollo de los últimos varios gobiernos, un adoctrinamiento de la población, que es más económico y más conveniente a sus intereses que la verdadera educación, la que forma al individuo para ejercer su autonomía, es decir, que lo haga acreedor de criterio propio? Todo ha llevado, a lo largo de estos tres lustros, a pensar que el adoctrinamiento está orientado a acentuar la dependencia del individuo de un Estado leviatán.

Así las cosas, Chaplin está enseñando lo correcto, mientras aquí menosprecian al pueblo (precisamente al que la nomenklatura llama pueblo). No sería aventurado el aserto de que los pobres también pueden ser éticos, siempre que se les haya enseñado eso.

Una excelente película del inmortal Charlie Chaplin, que todo cinéfilo debe ver. A la fecha de esta entrada, se puede ver en este enlace.


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