Páginas

27 junio 2014

El tambor de hojalata - Volker Schlöndorff (1979)



Aunque esté rodeado de explicaciones, Auschwitz jamás podrá ser comprendido.



Oskar Matzerath (David Bennent) narra la historia de su vida, o buena parte de ella, desde la original concepción de su madre Agnes (la bella Angela Winkler): su abuela, mientras comía papas en un campo, en la región de Casubia, refugió a un fugitivo bajo sus ampulosas faldas, y este hizo más que esperar a que se fueran sus perseguidores. Agnes conoce, a través de su primo casubo Jan Bronski (Daniel Olbrychski) al que será su marido: Alfred Matzerath (Mario Adorf), de origen alemán. Oskar, al nacer (en 1924), ya consciente y omniscio, ve con desagrado el mundo al que ha llegado, pero se resigna a quedarse porque no puede regresar al vientre materno, pues le cortaron el cordón umbilical. La madre dice que cuando cumpla tres años le regalará un tambor de hojalata. Oskar decide no crecer más a partir del día de su tercer cumpleaños, para lo cual finge un accidente que se entenderá como el motivo del cese de su crecimiento. A partir de esa fecha, no se separará del tambor hasta la muerte de su padre, que ocurre al terminar la II Guerra Mundial. Tiene el don de gritar notas superagudas, capaces de romper los cristales: es todo un «vitricida». Oskar es testigo de circunstancias no tan agradables del mundo adulto, como el adulterio de su madre con Jan Bronski (a quien el niño considera su padre biológico), y es víctima de los repugnantes juegos de los niños vecinos. Su madre muere estando embarazada, luego de una febril y prolongada ingesta de pescado producto de una alteración nerviosa que le ocasionó su esposo. María (la hermosa Katharina Thalbach), una joven que trae a la casa de los Matzerath la abuela de Oskar para que les ayude con los quehaceres del hogar (pues Agnes ya no estaba), es el primer amor del joven pero, al igual que su madre, que era compartida por el primo y el esposo, María es también mujer del padre de Oskar. Al quedar embarazada, ambos creen ser el padre de la criatura, un niño de nombre Kurt. Oskar se va de casa con un grupo de enanos circenses. Al término de la guerra, regresa al hogar. Luego muere Alfred, al tratar de tragar un botón con la esvástica nazi mientras los aliados allanaban su casa. Finalmente, Oskar, María y Kurt se alejan en un tren mientras la abuela nuevamente está sentada en un campo de papas. En el ínterin, ocurren muchos acontecimientos que sería largo repetir, de manera que remito a una buena síntesis del argumento que está en el artículo de Wikipedia. Una muy sucinta síntesis del libro base está en este enlace[1].




El importante director alemán Volker Schlöndorff llevó a la pantalla esta emblemática novela parcialmente, pues el tercer libro no está reflejado en la película ya que Schlöndorff pensó que esta parte podría ser tema para una segunda película; tampoco presenta a Oskar internado en un hospital psiquiátrico contando la historia de su vida, ni algunos eventos que se cuentan en la novela. Aún así, están los aspectos básicos que se desean tratar. Este filme recibió la Palma de Oro de Cannes y el Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Junto a Schlöndorff trabajaron en esta producción connotados profesionales que habían trabajado con directores como Luis Buñuel, Federico Fellini, Jacques Tati o David Lean. Vale decir, está impecablemente realizada. Llama la atención la excelente actuación del niño David Bennent. Es una de las películas más representativas del nuevo cine alemán, movimiento que puede entenderse como la reivindicación del cine alemán luego de los monstruosos acontecimientos de la II Guerra Mundial. Reivindicación que compartieron las demás artes en el período de posguerra, literatura incluida. Se trata de algo imprescindible para el pueblo alemán, a pesar de no ser precisamente el pueblo el responsable directo del Holocausto, el reivindicarse —por no decir redimirse— no solo con la humanidad, sino consigo mismo.

Debido a la complejidad de la trama, tanto de la novela como del film, el argumento tiene diversas lecturas, las cuales deja el autor al entender de los espectadores. Pero, deben estos estar en conocimiento de que la obra abunda en símbolos necesarios para desarrollar todas las metáforas y alegorías implicadas. Tiene dosis de drama, incluso tragedia, y toques de humor, básicamente de humor negro y de sátira. Algunas escenas son deliberadamente absurdas, surrealistas.

Un aspecto digno a considerar es que la historia tiene elementos autobiográficos: la ciudad donde nace Oskar (Danzig) es la misma en la que nació Günter Grass (escritor «cuyas exuberantes fábulas negras retratan el rostro olvidado de la historia»[2]); también que ambos (Oskar y Grass) coquetearon con los nazis. La novela y, por ende, la película, pueden contener elementos biográficos diluidos en los que, evidentemente, tienen de ficción. Son recuerdos propios o ajenos, combinados con posibilidades reales e imaginarias, que acrisolan un fresco sobre la Alemania de entonces. Una especie de «realismo mágico» teutón.




¿Burbuja de cristal o pompa de jabón?

Una arista de la historia da cuenta del auto aislamiento en el que Oskar se sumerge. El tambor es el elemento distanciador de Oskar con el mundo que le rodea, particularmente el mundo que los adultos monopolizan y, ante el intento de dominación de estos, rompe en gritos que hacen estallar los vidrios, cesando así el intento de dominación de los adultos. Pero Oskar no es el cándido e impoluto niño que execra el mundo adulto porque lo repulsa; él es un desadaptado en el que confluyen la inocencia mezclada con la crueldad y la ira. Basta recordar que no se apega a las normas de la escuela cuando le piden, de buena manera, que deje de tocar el tambor en clase, y también que intenta matar a María cuando esta está embarazada. Desadaptación e ira. También es manipulador, para lo que le es de máxima importancia su apariencia infantil; particularmente manipula a la madre a su antojo, pero lo intenta con otras personas también. Es lo que hoy en día llamamos «un niño muy malcriado», por decir lo menos.

A pesar de esa burbuja que crea a su alrededor, Oskar no logra ser impermeable a todo y, así como copia comportamientos adultos, llega al extremo de participar en el mundo de los nazis, incluso a vestir uniformes propios de los militares nazis. Aquí es pertinente acotar que el autor del libro, Günter Grass, perteneció a las SS cuando tenía 17 años. Este hecho lo hizo público tan tardíamente como en el 2006; lo cual da cuenta de la vergüenza que ocasiona en la sociedad alemana el haber participado, aunque fuese muy leve y tangencialmente, en los macabros hechos de la II Guerra Mundial. Ante las despiadadas críticas de las que fue objeto, incluso por los admiradores de su obra, que quedaron boquiabiertos al conocer este hecho, muchos intelectuales salieron en su defensa, incluso Mario Vargas Llosa, quien lo había adversado en otras oportunidades[3].


Günter Grass, David Bennent (Oskar) y Volker Schlöndorff 
durante el rodaje del film.


Por mucho que un individuo pretenda desentenderse de su entorno, de la polis, su vida siempre estará afectada por lo que en la polis ocurra. Ese individualismo, esa indiferencia o apatía que se ve en los personajes de El tambor de hojalata respecto al entorno, no los hace intocables o impenetrables por los sucesos y los cambios que en él ocurren. ¿Y en las sociedades de hoy? Creo que en las sociedades de hoy la vulnerabilidad del individuo respecto a la globalizada realidad es incluso mayor, y la afectación se registra a mayor velocidad que antaño. La hiperconexión de los individuos de hoy con las realidades cercanas y lejanas es instantánea y, debido a la globalización, la afectación es inexorable. Lo que Umberto Eco llama las relaciones interneuronales que existen entre las naciones hoy en día, da pie a que el efecto mariposa no sea una mera metáfora teórica. No creo que el aleteo de una mariposa en China va causar un huracán en El Caribe, pero ¿puede una huelga de pilotos en Kuala Lumpur afectar el precio de las camisas en un país sudamericano? ¿Quién puede decir con absoluta seguridad que no, o que sí? Tengo un amigo que dice que la inseguridad no le afecta porque él no sale de casa. Justamente es el primer afectado, pues esa inseguridad de la que —con toda razón— huye, es la que lo retiene en una celda involuntariamente. Casa por cárcel.




¿Por qué pasó lo que pasó?

A pesar de la, de por sí, apasionante historia del aislamiento de Oskar para no pertenecer al mundo adulto, pienso que el gran aporte de El tambor de hojalata es que, a través de la bizarra historia que nos cuenta, intenta dar con algunas claves que podrían tener mucho que ver con la respuesta a la pregunta que, aún hoy, a más de 70 años de distancia, se hacen los alemanes y los que no somos alemanes: ¿por qué pasó lo que pasó? Y eso suponiendo que existan respuestas satisfactorias, pero no la comprensión a la que refiere la frase que encabeza este comentario.

Pero no son los grandes hechos históricos de los que se encarga la obra, no se trata de analizar las grandes acciones bélicas iniciales, como la invasión de Polonia por los nazis o la de China por parte de Japón, o las razones económicas o políticas imbricadas en la generación del conflicto. El tambor de hojalata se interna en lo que Unamuno llamó la «intrahistoria» de los individuos comunes y corrientes, en el zeitgeist de la época; pues son las sociedades las que cultivan los líderes que de ellas emergen y, para bien o para mal, construyen o destruyen. Así, el don del taciturno Oskar de romper los cristales con un alarido de alta frecuencia, y que hace referencia a la fatídica Noche de los cristales rotos, puede significar el ensordecedor silencio de la sociedad ante los acontecimientos que anticipaban ese pogromo. La indiferencia de los personajes ante la situación política, la degradación y confusión de valores morales, las contradicciones, el individualismo, el racismo, incluso la incertidumbre sobre el origen (no es claro quién es el padre de Oskar, así como el de Kurt), también pueden haber alimentado los acontecimientos posteriores que habrían de emprender las criminales autoridades militares. Sobre todo mucha confusión y desconcierto se observa en el pueblo retratado por El tambor de hojalata.

Esta época marca el fin de la modernidad, y el triste culmen de la modernidad fue justamente la II Guerra Mundial, en la que la razón fue servil a los más irracionales actos de barbarie que se hayan cometido[4]. Tal punto de inflexión de la racionalidad trajo como consecuencia la pérdida de la fe en todo el constructo intelectual y científico desarrollados en torno a la razón. De esta forma, los nuevos conceptos de la física sepultaron el determinismo y dieron a luz el probabilismo; el maniqueísmo dio paso a visiones intermedias, un tanto relativistas (tonos grises en lugar de blanco-negro, nada es incorrecto ni correcto por completo: cualquier explicación es plausible); y el punto de vista holístico se ha impuesto como forma de percibir y entender los problemas complejos (el todo es más que la suma de las partes). Todas estas, entre otras, son nuevas visiones de lo que ahora llamamos postmodernidad.

Algo que se desprende de este filme (y de la novela), en relación a los orígenes de la actuación germana en la II Guerra Mundial, es que existían un cúmulo de elementos que apuntaban en el mismo sentido; podrían, quizás, llamarse «razones» o «motivos» para que ocurriera el genocidio ulterior. Repito, no respecto a las causas de alta política, sino a las de lo que podríamos llamar «la micropolítica», las que anidaban en el alma alemana. No quiere esto decir que en todos los alemanes se engendraba un odio mortal hacia los judíos, por ejemplo, o un deseo incontrolable por invadir países vecinos, no; pero había el sentimiento —o la ausencia del contrario— que permitiría que ocurriese lo que ocurrió. Esto parece plantearse en este filme. El pretender aproximarse a una explicación del porqué sucedieron las cosas que sucedieron, ha hecho de esta novela una de las más importantes del siglo XX. Para muchos la más importante.




Sobre los símbolos

Soy un espectador común, lejos de ser especialista en simbología; pero no se puede ver este filme haciendo abstracción de los símbolos que plagan esta historia. Aunque sean subjetivos, ayudan a no quedar en el limbo, pues está lejos de ser una cinta trivial. Cada espectador puede satisfacerse con interpretarlos de manera adecuada para ensamblar la historia de forma que sea significativa.

* Así, cuando los jóvenes se alejan en tren mientras la abuela nuevamente está en un campo de papas, al final del film, tal como estaba al inicio, se puede entender que luego de la guerra las aguas regresan a su cauce, tal como planteé en el comentario de El triunfo de la voluntad en relación a que Hitler no era un héroe histórico hegeliano, capaz de cambiar el rumbo de la Historia, solo de entorpecerlo. También significa que las tradiciones permanecen y que los jóvenes emprenderán un nuevo y esperanzador camino; que terminaría en el llamado «milagro alemán».
* Oskar deja de crecer a los tres años de edad (Tercer Reich), y continúa creciendo a la muerte del padre, que era nazi y representaba el nazismo. Esto podría denotar que el crecimiento alemán estuvo estancado durante ese período, que al desaparecer el nazismo la nación alemana continuaría con su evolución.
* Una de las mejores escenas de la película se desarrolla cuando Oskar confunde con su tamborileo a la orquesta que anticipaba un acto de masas nazi, forzando a que esta desviara la música marcial que tocaba hacia el vals Danubio azul. Un sentimiento de hermandad y regocijo invita a los presentes a bailar unos con otros; escena similar a la del pueblo que se entrega al erotismo bajo el embrujo del perfume en el filme Perfume, historia de un asesino (Tom Tykwer, 2006). En este caso podría dar a entender que existía alguna esperanza de que la revolución nazi degenerara en un clima de comprensión y amor. Esa pareció haber sido la intención de Oskar, quien representaría al ingenuo pueblo. Luego del baile, la muchedumbre es dispersada por la lluvia, fin súbito de la esperanza por una fuerza mayor: ya la suerte estaba echada y el nazismo se había adueñado de Alemania.
* La incertidumbre de la paternidad de Oskar es una crítica directa a la pureza de la raza aria, ¿cómo se podría hablar de pureza sin saber los orígenes?, ¿cómo si hay tanta mezcla? (Hoy se podría determinar a través del ADN, pero en aquella época no había criterios científicos certeros para esa determinación).
* Tanto Oskar como el séquito de diminutos actores de circo representan buena parte del pueblo alemán que, presa de la confusión y la desesperanza, permaneció ingenuo e indiferente ante el advenimiento y reinado del prometedor nazismo. Ello puede ser así porque los nazis, lejos de respetar, mucho menos de admirar, a las minorías distintas (homosexuales, lesbianas, enanos, gitanos, judíos, gente con deformaciones congénitas, etcétera), las eliminaban. Esa fracción del pueblo alemán no solo permaneció ignorante de la barbarie, sino que incluso ayudó a los nazis, tal como este grupo de menudos. Entre los personajes circenses hay, incluso, uno italiano, que recuerda la alianza de Italia con Alemania en aquellos aciagos años.

Hay muchos más símbolos, que sería largo enumerar. Lo clave es que el espectador tiene que estar ojo avizor con muchas escenas simbólicas y con algunas que no lo son, pero que sirven de conectores entre los eventos que sí tienen símbolos implícitos. No se descarta verla dos o más veces para «redondear» la trama y darle forma a lo que aparenta ser un mosaico de escenas, algunas inconexas o injustificadas, y que no lo son. Hay que advertir, sin embargo, que hay algunas escenas un tanto repulsivas que pueden afectar al espectador sensible.

Este filme es de suma importancia por los temas que toca y por cómo los toca. Además, refleja fielmente parte de una de las obras literarias alemanas más notables. Es una de las películas cuyo visionado es vital para los cinéfilos, especialmente para aquellos que tienen curiosidad sobre la II Guerra Mundial: la crisis de la razón.

____________________
[1] La novela base de este filme, El tambor de hojalata, de Günter Grass, puede leerse en:
http://www.academia.edu/4848789/Gunter_Grass_El_tambor_de_hojalata
[2] Motivo por el que se le concedió el premio Nobel (traducción libre del autor del blog), en: 
http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1999/
[3] Vargas Llosa fija posición sobre el caso de la participación de Grass en las SS:
http://www.eldiarioexterior.com/articulo.asp?idarticulo=10986
[4] Se puede entender, hablando a favor de la razón, que no fue la razón per sé, sino el uso que de la razón hizo el ser humano al emplear los frutos del raciocinio para la destrucción sistemática y masiva de otros seres humanos. Uso, por cierto, que aún hoy continúa.

Crítica de Roger Ebert sobre el filme (en inglés, no es positiva):
http://www.rogerebert.com/reviews/the-tin-drum-1980

Sobre la novela:
Análisis literario de la novela:
http://www.monografias.com/trabajos5/tamho/tamho.shtml#cri
Análisis e interpretación psicodinámica del libro (trabajo de grado):
http://intellectum.unisabana.edu.co:8080/jspui/bitstream/10818/4581/1/130858.pdf
Comentario en Conceptual fiction (en inglés):
http://www.conceptualfiction.com/the_tin_drum.html
Comentario en Classiclit.about.com (en inglés):
http://classiclit.about.com/od/tindrumgunthergrass/fr/tindrum_review.htm
Conversación con Günter Grass sobre El tambor de hojalata en la BBC (en inglés):


No hay comentarios:

Publicar un comentario