Páginas

19 julio 2014

Muerte en Venecia - Luchino Visconti (1971)


Imagen del póster en IMDb.

Cuando el deseo irracional, sofocando en nuestra alma este gusto del bien, se entrega por entero al placer que promete la belleza, y cuando se lanza con todo el enjambre de deseos de la misma clase sólo a la belleza corporal, su poder se hace irresistible, y sacando su nombre de esta fuerza omnipotente, se le llama amor.


El conde Luchino Visconti fue uno de los realizadores fundamentales de la cinematografía italiana. A pesar de su origen aristocrático, fue el director de Obsesión (1943), película considerada la primera del neorrealismo italiano de posguerra. Su obra orbita alrededor de la crítica a la sociedad burguesa, a la que describe con lujo de detalles en sus filmes, pues la conocía de primera mano. Paralelamente a la crítica de la burguesía, también reflexiona sobre los bajos estratos sociales. Huelga decir que cualquier película de Visconti está revestida de gran calidad y que ninguna es pueril.

Muerte en Venecia está basada en la novela homónima de Thomas Mann. La novela tiene elementos autobiográficos que no oculta. El compositor (en la novela sería un escritor) Gustav von Aschenbach, regiamente interpretado por Dirk Bogarde, viaja a Venecia a objeto de librarse de una fuerte depresión que le aqueja y que le impide desarrollar a cabalidad el trabajo creador. Se infiere en el filme que esta depresión también está alimentada por problemas familiares. Gustav se aloja en un hotel ocupado por gente de la alta sociedad europea. La depresión comienza a desaparecer, al menos a mitigarse, con el descubrimiento de un joven que está alojado con su familia en el hotel. De nombre Tadzio (interpretado por Björn Andrésen), de origen polaco y de hermosa tez asexuada, este joven remueve los humores de Gustav. La madre de Tadzio, que ni siquiera tiene una línea de parlamento, es la hermosa actriz Silvana Mangano. Quien actúa como la esposa de Gustav es la hermosa actriz Marisa Berenson. Ambas actrices, debido al libreto, fueron absolutamente subutilizadas en este filme, vale decir que fueron de utilería. Regresando a la historia, Gustav ve en el joven Tadzio la belleza encarnada, a tal punto que se enamora de él. Aquí conviene recordar la homosexualidad reprimida del autor (Thomas Mann, no Visconti), quien también visitó Venecia. A lo largo de la película, el asombrado Gustav hace lo posible por tener en su visual al joven y regocijarse en la serena belleza de su rostro, sin importarle lo perentorio que era salir de Venecia por la epidemia de cólera. Empero, pagará muy caro el quedarse para disfrutar de la tan ansiada belleza.




Hay, al menos, dos lecturas de esta obra. Una es la más evidente: el nacimiento del amor de Gustav por el joven Tadzio, lo cual no está claramente relacionado con la homosexualidad en el filme, pero no la excluye. Sobre ello hay una ambigüedad deliberada en la historia. Como sea, ningún acto que pueda calificarse de homosexual llega a concretarse como tal, y queda solamente en fase de expectación si subyace en Gustav una nueva preferencia sexual (pues estaba casado). Es precisamente la ambigüedad la que impulsa al espectador a una segunda lectura, menos ambigua: la búsqueda de la belleza y su disfrute por parte del músico, al tiempo que constata su opinión de que la belleza podría existir de manera espontánea, sin el diseño conferido por el artista, idea que discutía a menudo con su amigo Alfred, quien opinaba que la creación de un artista se basa en el trabajo sistemático, sin pizca de irracionalidad que contamine la obra.

Gustav se maravilla de haber conseguido la belleza que tanta falta le hacía. Una belleza totalmente platónica, que le hace volver a tener esperanza en la vida y en sí mismo. Pero que le hace amar nuevamente. En palabras de Platón: "Cuando un hombre apercibe las bellezas de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar; pero sintiendo su impotencia, levanta, como el pájaro, sus miradas al cielo, desprecia las ocupaciones de este mundo, y se ve tratado como insensato. De todos los géneros de entusiasmo este es el más magnífico en sus causas y en sus efectos para el que lo ha recibido en su corazón, y para aquel a quien ha sido comunicado; y el hombre que tiene este deseo y que se apasiona por la belleza, toma el nombre de amante"[1]. Y he aquí uno de los más apasionantes temas que están implícitos en Muerte en Venecia: la belleza, el amor y la relación entre ambos conceptos.

Nos dice el DRAE que la belleza es la "propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual". Señala, además, que "esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas". Si eso es así (y parece concordar con los conceptos expresados en Fedro), el objeto —o el ser— que es bello será, en consecuencia, amado. Entonces, belleza y amor van de la mano. Se infiere que difícilmente podría Gustav no amar a Tadzio luego de admirar tan profundamente la belleza de este. Pero en el filme se percibe que se trata básicamente de la belleza física, corporal. ¿Va la belleza que admira Gustav en Tadzio más allá de la belleza física?




En El banquete, se asevera que "el amor no se une a la fealdad", que la belleza no es el objeto del amor y que el objeto del amor "es la generación y la producción de la belleza"[2]. También nos dice que "el amor ama naturalmente la belleza". Gustav ve la belleza, esta lo conforta al punto que comienza a desvanecerse la depresión y da paso al amor. El amor, de esta forma, ya ha generado, si no belleza, un nuevo vigor en quien ama para colocarlo nuevamente en el riel de la vida. Podemos imaginarnos que, a la postre, hubiera sido más prolífico y exitoso en su producción artística (el amor genera amor). Entiéndase belleza y amor en sentido amplio, no restringido; ya que se "debe considerar la belleza del alma como más preciosa que la del cuerpo; de suerte, que una alma bella, aunque esté en un cuerpo desprovisto de perfecciones, baste para atraer su amor y sus cuidados,..."; se trata de contemplar la belleza en sí, en tanto belleza, y hacer "poco caso de la belleza corporal". A este respecto, la lectura de si se trata de un film sobre la homosexualidad, deja de tener la relevancia que aparenta para colocarse más allá de esa instancia. Cabe recordar que el protagonista muestra su heterosexualidad en diversas escenas, tanto con su esposa como con una prostituta cuyo nombre es curiosamente el mismo que el de la herrumbrosa embarcación que lo lleva a Venecia (homonimia de la que, francamente, no comprendí del todo su significado).

Un punto que llama a reflexión nace de lo siguiente: solo Gustav se fija en Tadzio. Y solamente se fija en este joven, no en otras personas. Al parecer, es este el portador de una belleza tal como la platónica. Por otra parte, es Gustav el único que ve en Tadzio tal atributo. Surge la pregunta ¿puede cualquiera percibir la belleza esencial? No todos tenemos la misma capacidad de apreciación de un cuadro de Klimt o de Monet. Ni de captar la sublime belleza de cualquier pieza de Mozart. Tampoco puede, quien no conoce algo de matemática, entender la belleza de la identidad de Euler (considerada por muchos la fórmula matemática más hermosa y elegante). Pero... sin entrar en tanta especialización y emplazándose en lo mundano, podemos constatar a diario que hay mucha gente (incluyendo, naturalmente, a los dirigentes políticos) para la cual las calles de Caracas están prácticamente igual de limpias que las de Vancouver. No son capaces de ver la diferencia. Es eso lo que hace que uno se pregunte si todos son capaces de percibir la belleza de las cosas, empezando por la simple estética de una calle. Y, obviamente, deja uno en el banquillo, con todo pesar, aquella cándida presunción de Descartes según la cual el sentido común está bien repartido en todos nosotros[3]. Antes que calificar la expresión de errónea prefiero pensar que, a este respecto, Descartes recurrió descaradamente a la mentira piadosa.

Visconti no se queda ahí. Hay muchos símbolos e insinuaciones, unas más disimuladas que otras, sobre temas sociales. La decadencia de la burguesía, que corre paralela a la decadencia de ese epidémico verano de Venecia. El desprecio de la clase baja por la burguesía (al final de la escena en la que los proletarios músicos itinerantes entretienen a los burgueses huéspedes).

La acertada música de Mahler le otorga un triste dramatismo a muchas escenas y fija el tempo de ellas. Algunas escenas de esta película compiten en belleza formal con las de otras grandes películas (se me ocurre Barry Lyndon, por ejemplo). Este filme recibió numerosos reconocimientos y es una de las películas más difundidas y admiradas del gran cineasta milanés.


______________________


No hay comentarios:

Publicar un comentario