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25 octubre 2014

Nazareno Cruz y el lobo - Leonardo Favio (1975)


Imagen del póster en IMDb.


Cuando se unen el mito y la envidia


Nazareno Cruz es el séptimo hijo de una pueblerina que ha perdido a su esposo y a sus otros seis hijos cuando aún estaba embarazada. La pitonisa del pueblo le augura desgracias al niño, pues es la creencia que el séptimo hijo se convierta en hombre lobo durante las noches de luna llena si es que llega a enamorarse. El muchacho crece sin otorgarle absolutamente ningún cuidado a la predicción y es muy trabajador y muy querido en el pueblo. Pero se enamora de una hermosa mujer, de nombre Griselda. El diablo, que en el filme dice ser «el mal», le ofrece oro y pedrería a cambio de que no le de oportunidad al amor, pero Nazareno no cesa en su amor por Griselda. La noche de luna llena llega y un labrador es asesinado, junto con algunas de sus ovejas. El pueblo culpa a Nazareno de la matanza y sale en su búsqueda clamando justicia.


Quizás el argumento parezca simple o de poca originalidad, pero la puesta en escena ciertamente no lo es. Leonardo Favio nos trae la leyenda con más profundidad que las películas ordinarias de hombres lobo, y con una cinematografía excelsa. No escatima minutos en escenas que consideró deberían degustarse, como el encuentro de los jóvenes, teniendo como fondo una pieza musical que sonaba mucho en la época en que se rodó el filme; o su largo beso acostados en las piedras del río mientras el agua les bañaba, con un close-up de antología, y muy raro de ver en el cine. Un beso que bien pudo haber estado en la colección de besos de Cinema Paradiso. Las imágenes de Nazareno en la caverna del diablo son excelentes. Desde el punto de vista cinematográfico es un producto muy bien acabado, de primera calidad, sin duda alguna. Hasta tiene una danza de la muerte parecida a la de El séptimo sello de Bergman.




Ya con la distintiva cinematografía esta película fija distancia con las convencionales de Hollywood sobre hombres lobo. Pero desde el punto de vista de la historia per sé, de las circunstancias en la que esta se da y de cómo es contada, la distancia se acrecenta aún más.

Desde antes de nacer, el muchacho ya tiene el estigma de la culpa y la tragedia en su vida. No os extrañe que haya sido Nazareno quien haya dado muerte al labriego y a sus animales, pues se ha enamorado y es luna llena, y estaba escrito que se transformaría en lobo si se enamoraba. Sin ninguna prueba verdadera más allá del mito, la turbamulta persigue al inocente chico para vengarse por crímenes que ellos no saben, con certeza, si los ha cometido o no. Dos cosas, al menos, convergen en tan desventurada historia. Una es la creación y el poder del mito como motor para el comportamiento social. Pareciera que el que primero hable y diga cualquier cosa, incluso cualquier disparate, eso que dice es escrito en piedra y es santa ley. 

Lo segundo, igual o más grave, es que la envidia destruye. Puede sonar a perogrullada. No buscan a Nazareno porque haya matado a uno de los campesinos de la espectacular pampa y a su rebaño. No. Lo buscan porque se hizo del amor de la chica más bella del pueblo, porque se llevó la presea de oro del pueblo. Por añadidura era un gran trabajador, un hombre bondadoso y con actitud positiva. Así, Nazareno se yergue sobre los demás, y eso no es aceptable. La pitonisa en un momento decisivo le recomienda que se vaya y comience de cero en otro sitio[1]. Sabio consejo, pero Nazareno, sabiéndose inocente, no lo considera. De la malsana envidia, que no es exclusiva de la pampa, ya dieron cuenta los antiguos griegos en sus tragedias teatrales, Aristóteles en su obra Política, y Homero en sus voluminosas novelas. Y hoy la vemos rampante por doquier, haciendo estragos las más de las veces. Queda en el aire una incógnita: Nazareno no le vendió su alma al diablo y salió perdiendo. ¿Saldría ganando de habérsela vendido?

Capítulo aparte merece el deseo de redención del diablo, que le solicita a Nazareno que cuando vea a Dios le diga que él está cansado de hacer el mal y de que deben sentarse a conversar. En el filme, el señor de las tinieblas le dijo a Nazareno Cruz que Dios lo había creado. Otro momento que deja tema de reflexión sobre el mal y su conexión con el bien, o de la necesidad de uno por el otro.

Como se ve, la película está muy lejos de ser pueril y tiene varios temas de índole teológica, metafísica, moral y social que se han debatido desde tiempos ancestrales hasta hoy y que ella trae a colación para que el espectador salga de su visionado reflexionando y discutiendo sobre tan sesudos tópicos. Nazareno Cruz y el lobo es una extraordinaria película. Una joya del cine argentino.



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[1] Hace años una mujer que laboraba en los quehaceres de la casa, y que era familiar de un joven asesinado en San Félix, me comentó que su opinión era que el joven había sido ultimado por vecinos que le tenían envidia porque progresaba, gracias a su trabajo. Me dijo que cuando alguien progresaba tenía que mudarse de sitio, pues la envidia carcomía a los vecinos. Un estudio hecho en USA parece que avala dicha opinión: el resultado fue que la gente es más feliz en la medida en que a su vecino no le va mejor que a él.

Ficha en IMDb:
http://www.imdb.com/title/tt0071897
Comentarios en otros sitios:
http://pejino.com/pelicula/cine-y-tv/cine-de-terror-en-la-biblia/nazareno-cruz-y-el-lobo-1975/
http://www.cinevivo.org/home/?tpl=home_nota&idcontenido=2279


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