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02 enero 2015

La zona - Andréi Tarkovski (1979)


Imagen del póster en IMDb.


Película en YouTube, en el canal de Mosfilm, con subtítulos en español: 


«En Stalker lo digo en forma abierta y yendo hasta las últimas consecuencias: el amor humano es ese milagro capaz de oponerse eficazmente a cualquier especulación sobre la falta de esperanza en nuestro mundo. Lo malo es que también nos hemos olvidado de qué es el amor.»[1]
Andréi Tarkovski


Dos hombres, uno escritor y el otro científico (también llamado profesor), contratan a un guía (el stalker o «acechador») para que los adentre en «la zona» hasta llegar a un cuarto o habitación interna que hace realidad los deseos de quien ingresa en ella. La zona es una área geográfica cercada, con acceso prohibido, en la que supuestamente cayó un meteorito o una nave extraterrestre. Debido a que los que entraban en ella no lograban salir, fue clausurada y acordonada por cuerpos militares. Luego de sortear la vigilancia, los tres hombres ingresan en la zona y, a lo largo de su recorrido, sostienen conversaciones de las que se desprenden las conductas, las virtudes y las carencias de los personajes, sus intenciones, sus personalidades. El guía o stalker sermonea a los visitantes sobre las directrices para desenvolverse en la zona: no caminar en línea recta, no regresar por donde se ingresa, no permanecer mucho tiempo en un sitio porque cambia constantemente en presencia de humanos, respetar la zona para hacerse digno de estar en ella. Luego de diversas vicisitudes, al llegar a la antecámara de la habitación, el escritor y el científico se convencen de que no deben entrar en ella. Finalmente, los tres hombres regresan. El argumento detallado se puede leer en este enlace. El filme se puede ver en los enlaces dados al final.





Lecturas del filme

«Todo depende de nuestro mundo interior, del mundo interior del espectador... Lo que cuenta para mí es que los sentimientos suscitados por mis filmes sean universales…»[1]
Andréi Tarkovski

La zona es un filme que se presenta como una historia de ciencia ficción, pero está muy lejos de ser ciencia ficción. Andréi Tarkovski ya había empaquetado Solaris con la envoltura de ciencia ficción, sin ser una película de ese tipo. La historia en la que se basa es de ciencia ficción[2] y le sirve como careta a lo que realmente Tarkovski desea plantear: una propuesta —digamos— ontológica. Puede tener otras lecturas. El gobierno de la entonces U.R.S.S. lo entendió como un filme político, en el que los tres hombres escapaban del yugo comunista en busca de un entorno capitalista (la zona); hecho que, aunado a otros, terminó de invitar a Tarkovski a irse de su tierra, para jamás volver. También puede tener una lectura psicológica, como la que se enfoca en el extenso análisis de la película en Cine y psicología (enlaces al final). Si se quiere, se puede ver como una sencilla historia de ciencia ficción, pero esto es más difícil, pues la película no es precisamente eso.

La estructura narrativa de La zona corresponde a la manida de la aventura en la que los personajes deben emprender un viaje en el que enfrentarán diversas dificultades y al final se harán del premio mayor. Hay centenares de películas con este esquema narrativo. Sin embargo, algo así en manos de un maestro como Tarkovski, deja de ser simple y da paso a lo complejo, pues una cosa es el viaje y las dificultades físicas en las películas llamémoslas «normales», en el que se puede intercalar una que otra reflexión para que no sea excesivamente frívola, y otra es el viaje y las dificultades de los individuos en tanto individuos que se plasma en esta película, que carece por completo de frivolidad. A seguir, una posible lectura resumida de este complejo y hermoso filme.




Los personajes

Si bien podría el director haber empleado solo dos personajes principales: fe y razón, dicotomía utilizada por otros realizadores, entre ellos Terrence Malick[3], empleó tres (¿para esquivar un posible maniqueísmo?, ¿por coincidencia con la Santísima Trinidad o con las tres virtudes teologales?). Los tres personajes pueden representar, no solamente tres tipologías distintas de personas, sino una tríada que anida en cada uno de nosotros. Así, el científico representa a la razón en su forma más pura (hemisferio izquierdo del cerebro), la razón instrumental; el escritor a los sentimientos, a la pasión, racional pero abierto a posibilidades arracionales e irracionales (hemisferio derecho); mientras que el guía representa a la fe, la que escudriña a la razón y a las pasiones para que se auto evalúen. Por ello los personajes ejercen profesiones arquetípicas asociadas a la razón (la ciencia), al sentimiento (el arte) y a la fe (guía).


El viaje

El viaje es una travesía introspectiva hacia el interior de uno mismo, en la búsqueda del fin último, de la razón de la existencia, expresada a través del deseo: ¿qué quiero realmente hacer de mi vida?, ¿cuál es mi razón de ser? El exterior de la zona es la vida cotidiana, lo evidente[4], en donde se encuentra todo el entorno que configura nuestro mundo ordinario: la familia, los amigos, los objetos, las otras criaturas. La zona es el área que constituye la vida íntima del ser: es silencio; es cambio continuo, cual río de Heráclito; es sosiego y es turbulencia, pero también es el contenedor de los desperdicios producidos en el camino de la vida, es el sitio donde el espacio y el tiempo se hacen relativos y responden a la «lógica» de la mecánica cuántica; o a ninguna lógica porque no es importante la lógica ahí. Aquí conviene resaltar que la relatividad del tiempo, o su intrascendencia, corresponde al principal atributo que Tarkovski considera que tiene el cine: que distorsiona el tiempo a voluntad del artista. La habitación en la que los deseos (íntimos) se hacen realidad es el lugar más oscuro de este sistema, ese que Bergman dice que es el «penumbroso recinto del alma». Es el lugar donde no hay cabida para el engaño a sí mismo, un sitio cerrado, sin interacción con el exterior, es el habitáculo y el altar del ente.


Resolución de los personajes

Ya el oráculo de Delfos decía: «conócete a ti mismo». Es el conocimiento más difícil y es el que abre la puerta a otros conocimientos. El maestro del guía actual es nombrado en el filme como «el puercoespín». A la muerte de su hermano, el puercoespín entró en la habitación para recobrarlo con vida, pero salió siendo rico: su deseo íntimo era la posesión de riqueza, no recuperar a su hermano. A la semana se quitó la vida, por el cargo de conciencia. Antes de ingresar al cuarto que cumple los deseos, tanto el escritor como el profesor desisten de entrar y de convertir en realidad sus deseos, temerosos de que sus verdaderos deseos internos no sean realmente los que ellos creen que son. El profesor, inicialmente, pensaba destruir la habitación con una pequeña bomba atómica, para evitar que gente mala accediese a la habitación y cristalizase sus perversos deseos. El guía le hace desistir de tal cosa al preguntar: ¿por qué quiere destruir la fe? Porque no se conocen muy bien a sí mismos, y porque el guía les advierte sobre el riesgo que corren si su deseo no es realmente el que creen, no se arriesgan a entrar en la habitación. No apuestan por ellos mismos. Los personajes temen enfrentarse a sí mismos, no tienen la libertad ni la seguridad para hacerlo. Con ello, sepultan su posibilidad de trascendencia y le abren la puerta al nihilismo. Los lamentos del guía no se hacen esperar, y prácticamente abandona toda ilusión en la especie humana.

Al final, un hálito de esperanza emana del filme. Primeramente con el monólogo de la esposa del guía, que afirma su amor —incondicional— hacia él, posteriormente con las imágenes de su hija, una niña que nació sin pies, pero tiene el poder de la telequinesia. Estas escenas nos sugieren que la esperanza no se debe perder, que la capacidad de amar es inmanente al ser humano y que la fe y lo intangible domina sobre la materia. Corolario de esto es que la niña, a pesar de su limitación física actual, logrará caminar por medio de las fuerzas metafísicas que maneja. Amor, esperanza y fe[5] confluyen para lograr dicho poder. Parecen ser estos los instrumentos que permitirían alcanzar el fin último que plantea el director para justificar nuestra existencia: la trascendencia.




La decrepitud como ambientación

«En ninguna de mis películas se simboliza algo. La zona es sencillamente la zona. Es la vida que el hombre debe atravesar y en la que sucumbe o aguanta. Y que resista depende tan sólo de la conciencia que tenga de su propio valor, de su capacidad de distinguir lo sustancial de lo accidental.»[1]
Andréi Tarkovski

Las instalaciones que se encuentran en la zona están devastadas. ¿Qué propósito esconde el haber rodado en un ambiente lleno de escombros, contaminado, decrépito? Podríamos especular que se trató de economizar en el rodaje, o que el director, al igual que pensaba que el color distraía al espectador de la lectura del filme más que el blanco y negro, pensaría que también una escenografía con gran belleza plástica podría distraer. Pero no parecen tener peso estas especulaciones. La ambientación con edificaciones corroídas, arruinadas, y un medio ambiente contaminado en muchas partes, debe obedecer a otra finalidad.

Hay que acotar que en el perímetro de la zona todo es desolado, tanto la naturaleza como las obras artificiales construidas por el hombre; mientras que en la zona hay, conjuntamente con obras derruidas, áreas naturales de gran belleza. Posibles interpretaciones: 1) que en la zona, a diferencia del entorno, en el que todo es decrépito, hay aún elementos de belleza, si bien esta es natural. La confrontación de ambos elementos sugiere que lo artificial es efímero y corrupto, mientras que la naturaleza se mantiene en gran medida impoluta; 2) que la contaminación y las estructuras destruidas representan las carencias, fracasos, frustraciones, pecados, en la vida de quien transita la zona. Sigue correspondiendo lo feo a lo artificial y lo bello a lo natural. Lo natural que está feo es por la interferencia del hombre, por el inadecuado manejo de la materia, que impurifica a la madre natura. Hay que recordar que el entorno cambia constantemente, a manera de actualización en tiempo real, tal como en nuestra mente cambian constantemente los pensamientos; 3) puede no tener significado especial alguno. A este respecto, hay que señalar que Tarkovski se molestaba cuando le pedían el significado de los supuestos símbolos en sus películas. Se molestaba porque decía que no existía tal cosa. Llegó a afirmar que los mejores espectadores de sus filmes eran los niños; ellos simplemente se dejan envolver por la historia, sin prejuicios y sin influencias intelectuales que llevan a un criticismo gratuito. Sus filmes deben ser degustados, percibidos, sentidos, antes que interpretados; y no deben considerarse abstrusos.


Detrás de las cámaras

No se puede concluir este comentario sin hacer alusión a las excelentes interpretaciones, particularmente la del protagonista, el guía, en manos de Aleksandr Kaydanovskiy; el montaje del que hace gala Lyudmila Feiginova (habitué en la obras de Tarkovski), digna heredera de Eisenstein; la cinematografía; el guión, que, aunque estuvo a cargo de los autores del libro base, los hermanos Strugatski, tiene obvias influencias del director. Mención aparte merece la excelente música, de Eduard Artémiev, que acompaña puntual pero oportunamente ciertas escenas, y que es o no cónsona con el contenido visual, dependiendo de las intenciones del director: desviar la atención del espectador, alterarlo emocionalmente o romper la continuidad espacio-tiempo. Igualmente los sonidos ambientales y el silencio, también acertados.


A manera de epílogo

La zona constituye un ejercicio que hace el director Tarkovski alrededor de la posibilidad de trascendencia del ser humano. Consciente de las dificultades en torno a la libertad y al conocimiento a sí mismo, así como a las influencias exógenas que tenemos las personas, deja un postigo de esperanza abierto que derrota, al menos en principio, a cualquier consideración nihilista sobre dicha posibilidad. Es un filme que, como dije en el parágrafo anterior, hay que degustar y sentir, sin pretender entender o interpretar. Las napas internas del entendimiento se encargarán de sintetizar el sentido que, como espectadores, podemos darle cada uno de nosotros a esta extraordinaria propuesta cinematográfica... y a nuestra vida. Si hace falta, se deberá ver más de una vez. No es el único filme que requiere más de un visionado.

«El espectador ideal para mí, mira un film como un viajero mira el paisaje por el que atraviesa en tren.»[1].
Andréi Tarkovski


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Película con subtítulos en inglés:

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[1] Las frases de Tarkovski han sido tomadas de:
http://www.filo.uba.ar/contenidos/secretarias/seube/revistaespacios/PDF/34.7-Tarkovski.pdf
[2] El relato Picnic extraterrestre, también llamado Picnic a la orilla del camino, de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski.
[3] Al respecto, véase los comentarios sobre dos de sus filmes:
[4] Sobre los símiles con los niveles de conciencia, remito al lector a los extensos y excelentes artículos que sobre este filme están en Cine y psicología, cuyos enlaces se indican más adelante.
[5] Tríada muy parecida a la de las virtudes teologales cristianas.

Comentarios en otros sitios:

Libro sobre la película, de Antonio Mengs:

Excelente artículo sobre la interpretación de la obra de Tarkovski, de Miguel Ángel Cannone:



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