Agradezco a Dios no tener nada de ti en mí.[1]
Última frase que le dice HW a Daniel.
Petróleo sangriento, también titulada Pozos de ambición, nos cuenta la historia de un minero, Daniel Plainview, interpretado magistralmente por Daniel Day-Lewis, que surge como magnate petrolero en un sitio olvidado de California a principios del siglo XX. Daniel se encarga (por interés propio) de la crianza de un niño que era hijo de un trabajador que murió en un pozo. Le da por nombre HW. La compañía del niño a la hora de hacer negocios con los pisatarios o propietarios de los terrenos en los que está interesado para perforar y extraer petróleo, le da un aire de «empresa familiar» a su desmedida avaricia. En el poblado de Little Boston debe competir por el liderazgo social con un joven predicador de nombre Eli Sunday (Paul Dano), un falso profeta. Eli le hace la vida difícil a Daniel y sus enfrentamientos son continuos. En un accidente, HW pierde la audición. A partir de este hecho, la vida de Daniel se complica aún más. Envía a HW a un internado porque no es capaz de hacerse cargo de un niño sordo. Al tiempo, HW regresará con un maestro en lenguaje para sordomudos, que le servirá también de traductor. Pasan los años, pero no la avaricia de Daniel. El ayer niño HW se casa con una mujer de la que ya era amigo de infancia, Mary, y decide montar tienda aparte, lejos de California. En una memorable escena, Daniel le confiesa hiriente y agriamente a HW que él no es su hijo, que es un bastardo de cesta y que no hay nada de él (de Daniel) en HW. A pesar de que HW le había dicho anteriormente a su padre que lo quería, al saber que no tiene consanguinidad con Daniel y que este no ve en él a un hijo, le contesta con la frase que encabeza este comentario. La película finaliza con un enfrentamiento concluyente entre Daniel y Eli. Otra sinopsis de la historia se puede leer en este enlace; más detallada, en inglés, en este enlace.
Viendo la película, uno no puede menos que recordarse de otros personajes inescrupulosos; uno de ellos El ciudadano Kane. Ambos personajes no tienen absolutamente ningún resquemor para lograr sus fines, utilizando y pisando a la gente si ello es necesario. En el caso de Daniel es aún peor, pues no solamente usa a la gente para su beneficio, sino que también se venga de aquellos que le han molestado. Incluso no duda en alcanzar el crimen máximo con tal de satisfacer sus apetitos. Pero la ambición de Eli también es grande; chantajea a Daniel con el objeto de quitarle dinero para la iglesia de la que es líder y lo hace ver como pecador en un pueblo en el que la feligresía la tiene controlada con sus emotivos discursos. Por diferentes medios, ambos personajes persiguen el éxito; uno a través del trabajo arduo y de los astutos negocios que lleva a cabo y otro a través de la manipulación de las voluntades de los creyentes.
Varios temas pone de manifiesto Paul Thomas Anderson en esta película. Uno de ellos es la forja a sí mismo de un hombre que creía que la riqueza se lograba con trabajo y con una sagacidad descarnada a la hora de hacer negocios y de aprovecharse de todos los congéneres que le rodeaban. Y, en plena tierra de las oportunidades, lo logra. Así, más o menos, se construyeron las grandes fortunas de principios del siglo pasado y del XIX. La era industrial ponía en manos de la gente astuta la oportunidad de hacer realidad sus sueños de grandeza. Muchos de ellos, sin embargo, fueron tan pobres que solo tuvieron mucho dinero. Daniel uno de ellos. Los demás mortales solo eran objeto de uso, simples vasallos. Todavía hoy se ve eso.
Otro aspecto que Anderson coloca en relieve es el uso de la retórica como herramienta para conseguir el poder. La contraparte del Daniel es un simple pastor de iglesia rural, pero que tiene gran poder, al punto de hacerle difícil las cosas al magnate. Llega, incluso, a hacer arrastrar al potentado para que logre sus objetivos. El antagonismo de ambos tiene como común la similitud de sus ambiciones. Fe y ateísmo se confrontan, pero partiendo de un punto común, como si fuese el punto de fuga de la perspectiva geométrica de dos paredes opuestas. A pesar de que ambos personajes se enfrentan salvajemente y son movidos por una misma ambición, sus telones de fondo se plantean antagónicos. Las actividades y la actitud del petrolero son contrarias a lo que la fe pretende promover: el hombre lobo del hombre, la moral es una simple palabra del diccionario que no tiene praxis, el respeto a la naturaleza brilla por su ausencia, el cariño paterno no es desinteresado.
Afiche del filme. Nótese que el
balancín también es una cruz latina.
El tercer hombre
En este filme hay dos protagonistas principales, que son antagonistas. El filme no se centra en otros personajes de manera relevante, salvo en uno: el hijo de Daniel, HW. El personaje solo tiene diálogos al final, cuando es adulto. Su triste niñez la pasó al lado del ávaro, viendo cómo hacía los negocios y cómo se aprovechaba de la gente; también sufriendo los rigores de quien no ve en el prójimo un fin en sí mismo sino un objeto al que hay que succionar y no tiene idea de lo que es criar un niño. Cuando queda sordo por el accidente, intenta quemar la cabaña donde dormían él, Daniel y un supuesto hermano de este a quien luego mata al descubrir que no es hermano; quizás para dar una lección a su indiferente padre. Al final, cuando se presenta ante el padre con el traductor, comienza diciéndole que lo quiere, pero Daniel asegura que HW ha acumulado odio hacia él a lo largo de los años. En medio de dos mundos, se deslinda de ellos. HW representa una mixtura balanceada de ambos: no es precisamente un hombre entregado a la fe, pero tampoco a la avaricia de quien lo crió. Todo indica que llevará una vida normal junto a su hermosa —y presumiblemente devota— esposa. Distanciado de los extremos, tal como lo recomendó Aristóteles.
Eli expulsando el fantasma de una feligresa
durante su exorcismo.
El filme no se parcializa por una u otra visión de la vida que enarbolan Daniel y Eli, pero da luces para que, dadas la tesis y la antítesis, el espectador obtenga su síntesis; que también puede ser aristotélica. Al final, ambos personajes, luego de un diálogo que sube de tono gradualmente y en el que Daniel le dice a Eli sus más sinceras opiniones respecto a él, vuelven a tener otro enfrentamiento, el que cambiará lo que pudo ser una relación ganar-ganar por una perder-perder.
Excelente película que mantiene al espectador pendiente en todo momento. Ha ganado numerosos premios internacionales en las categorías de actor principal, cinematografía, guión, y mejor película principalmente. Cuenta con muy buenas actuaciones y fotografía. En cuanto a la música, no es la tradicional que uno esperaría ver en un filme de este tipo, es un tanto inesperada (como la de los filmes de Quentin Tarantino), pero es muy atinada y muy buena. Algunas escenas hacen homenaje a ciertas películas que supongo son de los directores preferidos de Anderson[2]; por ejemplo, la escena final, cuya ambientación lleva la rúbrica de Stanley Kubrick.
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[1] «I thank God I have none of you in me».
[2] Sobre las influencias de este joven director véase el siguiente enlace (en inglés):
[2] Sobre las influencias de este joven director véase el siguiente enlace (en inglés):
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