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18 octubre 2019

La mujer del puerto - Arturo Ripstein (1991)


Imagen tomada de IMDb

El incesto irredento y gozoso.


Este filme es un concierto en tres movimientos, que corresponden a las tres visiones de los personajes principales: Perla, la joven prostituida por su propia madre, también prostituta; el Marro, el marinero que resulta ser su hermano y Tomasa, la madre de ambos. No solo se consuma el incesto por accidente, sino que se continúa cometiendo después de su conocimiento. Ambos, Perla y el Marro, disfrutan viviendo en incesto sin importarles lo pecaminoso que es desde el punto de vista religioso, lo inmoral desde el punto de vista social, y lo inconveniente desde el punto de vista biológico, tal como se evidencia en la escena final, en la que se presenta un hijo de ambos con síndrome de Down. Tomasa termina aceptándolo, al igual que otro personaje cercano a ellos, Carmelo. Recuerda el caso de Rashōmon, de Akira Kurosawa, en el que el homicidio es narrado de acuerdo a los tres personajes que lo presenciaron, incluyendo la víctima.

Tal como señalaron en el coloquio posterior a la película, tanto el director como la guionista, Paz Alicia Garciadiego (esposa de Arturo Ripstein), no pretenden hacer cine sociológico; su cine cuenta historias con personajes irreales, son ficciones. Sin embargo, podemos suponer que la vida real —inspiración para más de un relato, tanto de literatura como de teatro o de cine— presenta casos similares. O peores. La ficción ha superado a la realidad solo en los casos de fantasías y de ciencia ficción, pero nunca en los temas terrenales y humanos. De hecho, afirmaron que el incesto hoy en día no es tan anormal en una ciudad atiborrada de gente como es Ciudad de México, metrópoli que, en una pequeña área, cuenta con más habitantes que países enteros. Sí lo era cuando se realizaron otras versiones de esta película, en 1934 y en 1949(1), las que no hurgaron en el incesto como sí lo hizo Ripstein en la suya. ¿Lo hubiera hecho si la película la rodase en 1934 o en 1949? Probablemente no. Quizás no le hubieran permitido hacerla. Como sea, en México nunca ha sido exhibida, según dijeron sus autores.

Arturo Ripstein es, sin duda, uno de los cineastas mexicanos más importantes. Su cine no es complaciente, no es preciosista; todo lo contrario, se centra en personajes que no solo son perdedores (loosers), sino que se hunden cada vez más en sus miserias, hasta la exasperación. En algunos casos, como Profundo Carmesí o El lugar sin límites, hasta la abyección... y más allá. Hay espectadores que no lo soportan. La mujer del puerto no es la excepción a este cine de los bajos fondos, de las penurias, de lo mugriento, de la desgracia sin coto, como si se tratase de un fractal, que se autoalimenta para generar más desgracia tras una desgracia. Dijo el director en el coloquio, que se le dan mejor estos personajes que los bien vestidos, peinados y calzados, en elegantes y opulentos entornos. Parece ser una cuestión de narrativa, de dramatización, más que de querer hacer análisis social. Su esposa, la guionista, lo secundó en esta visión. Pero ello no exime de que los espectadores especulemos sobre significados y significantes. La obra, que siempre abandona a su autor, queda ahí, expuesta para percibirla, para reflexionar, para valorarla, para relacionar conceptos y situaciones. Es parte del arte.


Reseña del coloquio en el website de la AACC.


Otras películas que han tocado este tema son La Luna, de Bernardo Bertolucci, la inolvidable El color púrpura, de Steven Spielberg, la grandiosa Chinatown, de Roman Polanski, entre muchas otras. Cada uno en su estilo, han bregado con este tema, tan legendario como la humanidad misma. La cinta de Ripstein es para tragar grueso mientras se ve, es descarnada. Como la vida misma, especialmente la vida de los personajes y los entornos que describen sus películas. Además, al desarrollarse la trama en un medio tan afin para uno como el hispanoamericano(2), se siente más cercana que las mencionadas al principio de este párrafo.




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(1) Las tres películas basadas en un corto cuento de Guy de Maupassant, titulado El puerto. Muy bien calificadas las tres, en especial las de 1934 y 1949, puede ser por lo dicho antes, que el cine de Ripstein no es amable, es casi deprimente en los planteamientos.

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