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15 noviembre 2019

El coronel no tiene quien le escriba - Arturo Ripstein (1999)


Imagen tomada de IMDb.

Un genuino García Ripstein.


Esta cinta es una adaptación de la novela homónima del Gabo, que Arturo Ripstein llevó a la pantalla en 1999. El guion es de Paz Alicia Garciadiego. Dice el artículo de Wikipedia que, en opinión de García Márquez, esta era su mejor novela. La película cuenta con un excelente reparto, en el que se incluye a la gran actriz Marisa Paredes, en el impecable papel de Lola, esposa del coronel, una hermosa y joven Salma Hayek en un rol secundario y el recientemente fallecido Fernando Luján interpretando, muy bien por cierto, al coronel que nadie le escribe. Es una gran película. Dice en Filmaffinity que a García Márquez le pareció muy buena(1)

El film es una adaptación. Hay elementos dramáticos del cine que pesan más que la fidelidad literaria. El argumento, empero, sigue las líneas de la novela original. Una sinopsis de la película se puede ver en este enlace. Un resumen de la novela se puede leer en este enlace

El coronel espera por una pensión que nunca llega, va todos los viernes al embarcadero del río a esperar la valija del correo, solo para decepcionarse. Vive en la miseria con su esposa y a su hijo lo mataron. Tiene un gallo que fue propiedad de su hijo. En el gallo tiene fundadas todas sus esperanzas para salir de la miseria en la que están sumidos su esposa Lola (española) y él. Su hijo tenía una amante prostituta (Julia, Salma Hayek) y a él lo mató un tal Nogales, también querido de Julia. El coronel, urgido por su esposa, vende el gallo a un compadre y compañero de armas y luego deshace el trato. Venden un viejo reloj y la esposa vende su anillo de matrimonio al cura del pueblo para retornar el dinero de la venta del gallo, que ya lo habían gastado.

Una primera lectura lleva a las entrañas de los personajes, su soledad y pobreza, su luto por la muerte del hijo, sus esperanzas y desengaños; sus relaciones, de amor entre ellos, y con los demás habitantes del pueblo. Todo esto es parte del universo interior de cada uno, en particular del coronel y de su esposa. Ya esta lectura por sí sola es enriquecedora y significativa. Es suficiente para una buena película, tal como en efecto es. Los soberbios escenarios de casas centenarias, casi abandonadas, de pobreza generalizada, las calles enlodadas, no solo es parte del universo fílmico de Ripstein, sino que también lo es de los caseríos de las novelas de García Márquez. Esta población bien podría ser Macondo. No hay realismo mágico, pero podría haberlo. Está flotando en el aire, en la lluvia, en los rostros, en las casas, en la cadencia lenta de la vida de ese recóndito lugar y en la forma de vida de los pobladores.


Exégesis política

Viendo la película, o leyendo el libro, uno no puede abstraerse de la interpretación política de la historia. El coronel espera y espera, siempre en vano, como los pueblos hispanoamericanos esperan por gobernantes que dirijan sus naciones hacia derroteros prósperos y dignos (al menos que no sean ladrones, por lo menos eso). Esa espera no es correspondida nunca jamás y la susodicha espera-nza se basa en un pasado glorioso, en una guerra en la que participó, pero no en nada tangible del presente o del futuro, tal como Hispanoamérica. En esa guerra, él era del bando liberal, entiéndase socialista o comunista, como el Gabo. Vamos, los buenos (¿?). El protagonista de esta historia todavía tiene resentimiento hacia los curas y el cristianismo, a quienes combatió en vano en la guerra que él menciona varias veces.

El coronel, al igual que los pueblos hispanoamericanos, tiene sus espera-nzas en suspenso, supeditadas a un elemento fortuito, como lo es que el gallo gane una pelea, un gallo que ni siquiera ha sido entrenado para ello. Dios proveerá. El coronel ha perdido un hijo (¿el futuro?) a manos de los malos, que son los que controlan ahora el gobierno (tal como en Hispanoamérica). Nogales, el asesino, le ofrece solventarle lo de su pensión a cambio del gallo (el gallo es ahora su futuro), pero el coronel se niega, no se doblega porque sus principios los mantiene incólumes. Nogales también le dice que en ese duelo, uno de los dos moriría, ergo cualquiera de los dos, el que quedara vivo, sería el malo. Esto es muy típico de la idiosincrasia caribeña, en la que los malos y los buenos (la maldad y la bondad), a los ojos de la moderna relatividad, banalidad y falta —o enturbamiento— de referentes y de valores, apenas se distancian por una membrana porosa de espesor molecular (por eso muchos veían/ven al asesino Pablo Escobar como a un prócer). El paralelismo entre los hechos relacionados con la muerte del hijo del coronel y la vida social en esos países es innegable, como los otros paralelismos descritos antes. Por ello, no escapa de la mente del espectador —que conozca ese medio— la exégesis política de este relato... aunque esa no haya sido la intención ni de García Márquez ni de Ripstein ni de Garciadiego.

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(1) Según Filmaffinity, el Gabo dijo: «El coronel no tiene quien le escriba es un gran filme. Ripstein me ha hecho justicia y yo a él al seguir escribiendo 30 años después.».

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Una buena reseña en Tiempo de cine, con anécdota incluida, relacionada con la frase mencionada en la nota (1):
Reseña en Wikipedia: 


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