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28 abril 2020

Tratado de baba y eternidad - Isidore Isou (1951)


Imagen del póster en IMDb.

Disrupción máxima.


Jean Isidore Isou fue el abanderado de un movimiento artístico denominado letrismo, allá por los finales de los años 40 y principio de los 50 del siglo XX. Este filme experimental (Traité de bave et d'éternité) viene a ser una especie de manifiesto de un nuevo cine enmarcado por el letrismo y sus conceptos disruptivos. Este movimiento no trascendió. En lo que refiere al cine, su planteamiento es un tanto irracional, pareciera obra no de un genio sino de un oligofrénico (¡muchas veces tan cercanos!). Fue una búsqueda de los vanguardistas de la época.

La película, de dos (largas) horas de duración, muestra imágenes diversas y un texto interminable, que no cesa ni por un instante en ser transmitido (no hay ni siquiera dos segundos de silencio, ¡joder!). Las imágenes refieren a cualquier cosa, Isidore caminando por París, militares en ejercicios de guerra, atletas haciendo gimnasia, marineros pescando, cualquier cosa, es irrelevante. Muchos de los fotogramas están afectados —de manera deliberada— por arañazos, decoloraciones o manchas, lo que constituye el llamado «cine cincelado».

La disociación de la imagen y el sonido —también deliberada— conforma lo que él llamó el «montaje discrepante». Precisamente el letrismo pretendía esa ruptura entre imagen y sonido, invirtiendo la sumisión tradicional del texto a la imagen (mantenida desde los inicios del cinematógrafo) a una preponderancia del texto sobre la imagen. En un extremo último de esto se encontraría la radio. Esta era la subversión que tenía por norte el movimiento letrista y esta es su cinta más representativa.

El ininterrumpido texto comprende una historia de amor fragmentada, ofrecida en segmentos; reflexiones sobre el arte y la cultura; declaraciones de intención del letrismo, alabando sus bondades y los nuevos atributos que tendría el arte bajo sus premisas; incluso tiene palabras un poco soeces contra los opuestos al movimiento; tachando de anacrónico el surrealismo, por ejemplo. Algunas de las digresiones que se mencionan son interesantes y dignas de atención, no es una perorata sin sentido.

Como ejercicio del intelecto que busca alternativas al statu quo tiene alguna importancia, es laudable que se busquen nuevas formas expresivas en el arte; pero la irregularidad, la rotura es tal que no permitiría insertar narraciones, tal como es en el cine tradicional; no es para contar historias, es para otra cosa, para lo que hoy conocemos como performance.

Quizás en esa época, el abismo al que se asomó la humanidad por la II Guerra Mundial fue tan brutal que muchos intelectuales, ante el asombro, buscaron nuevas opciones solo para desconectar con un pasado que dio a luz monstruos. Es posible, no lo sé. En cualquier caso, gracias a que este movimiento no fue exitoso es que podemos disfrutar de historias contadas de manera normal; algunas más complicadas, otras menos, pero narrativa al fin. El cine logró por su parte, a lo largo de su evolución normal, insertar elementos oníricos, fantasmales, fantasiosos, surrealistas, simbólicos, etc., que enriquecieron la narración sin dejar de ser narración (casos de Lynch, TarkovskiBuñuel, Fellini, Bergman,...), otorgándole significado trascendente y llevándola al nivel de alegatos que van más allá de lo contado, que son crítica social, política, religiosa, o de ideas; tal como la literatura. Muchos de esos casos fueron anteriores a Isou. Por ejemplo, Buñuel a finales de los años veinte e inicios de los treinta ya hacía cosas alucinantes que se podrían calificar de experimentales (o no) pero que, en cualquier caso, eran intentos portentosos de trasgresión artística, de ruptura y búsqueda de nuevas vías de expresión a través del surrealismo; al igual que Germaine Dulac, autora del primer filme surrealista en 1928.


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