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30 junio 2020

La infancia de Iván - Andréi Tarkovski (1962)


Imagen del póster en IMDb.

La adultez prematura


Este es el primer filme profesional del cineasta Andréi Tarkovski. En ruso transliterado se intitula Ivánovo detstvo. Cuenta un fragmento de la vida de Iván Bóndariev (Nikolái Burliáyev), un niño huérfano, de unos doce años, que trabaja como espía para el ejército rojo durante la II Guerra Mundial. Se cuela por las filas enemigas para obtener información que luego le da al alto mando ruso. Comienza con su regreso al frente ruso, para lo cual debe cruzar un río a nado. Cuando llega, los soldados no lo reconocen y él, en un alarde de personalidad arrolladora, les exige que le informen a oficiales del alto mando su arribo. Se logra imponer con una autoridad que no corresponde con la de un niño.

Llega a buscarlo el capitán Jolin, a quien abraza como si se tratase de un padre. El teniente coronel Griaznov, uno de sus superiores, insiste en enviarlo a la escuela militar, pero Iván se niega; quiere continuar con sus incursiones en el terreno de los nazis, a quienes odia, pues mataron a sus padres; quiere contribuir con la guerra, se siente un soldado valioso. Huye para no ir a la escuela y es retenido por el ejército, en plena rasputitsa, cuando acompaña, en una destartalada isba, a un anciano que ha perdido el juicio. Pasa unos días en el campamento ruso; se serena y pronto lo acompañarán hasta la orilla opuesta del río para una nueva misión. Cuando los soviéticos entran en Berlín (secuencia que incluye escenas reales de Berlín y de Goebbels y su familia muertos en las afueras del búnker), consiguen en una oficina de los nazis los expedientes de los enemigos fusilados, o ejecutados, con sus respectivas fotografías.


Imagen del póster en Filmaffinity.


Quizás la más inteligible película de Tarkovski, La infancia de Iván nos cuenta la historia de una adultez prematura, de un niño que lo es por su estatura y por algunos comportamientos propios de su edad real; pero que también ha desarrollado prácticas que son propias de un adulto, incluso algunas de un hombre maduro. Es la historia de lo que pudo ser y no fue, de lo que no permitieron que fuera, de lo que la vida no condescendió en ser. Desde la óptica del niño, no de un adulto. Quizás por ello sea un filme pleno de escenas poéticas, si es que esa licencia aplica a una película de guerra; tal como La delgada línea roja, de Terrence Malick. Entre realidades, sueños y añoranzas, discurre la triste y corta vida de Iván. Una vida insustancial; en la que los momentos de felicidad están comprimidos en escuetas escenas oníricas junto a su madre (Irina Tarkovskaya, primera esposa del cineasta), en recuerdos difusos y en deseos incumplidos e incumplibles. Su vida no onírica se limitó a ser insípida, mecánica, utilitarista.

El filme está basado en una historia de Vladímir Bogomólov, un escritor ruso que con solo 15 años se enlistó en el ejército y fue herido en batalla. Tarkovski nació en 1932 (un año antes de que el partido nacionalsocialista obrero alemán llegara al poder) y su padre, el poeta Arseni Tarkovski, participó en la II Guerra Mundial como corresponsal de guerra y le amputaron una pierna por herida en ese conflicto. Esto acerca al cineasta el hecho bélico, tanto desde el punto de vista personal como de la literatura en la que basó su filme. Al ser un artista antes que un cineasta, es comprensible que sus experiencias personales se exuden hacia su obra.

En esta película se comienzan a ver algunos rasgos distintivos de la filmografía de Tarkovski: el agua en sus diversas formas (ríos, goteras, lluvias, arroyos), con presencia tanto visual como de sonido; caballos, serenos y elegantes; paredes y casas arruinadas, desconchadas; sueños, tanto durante el dormir como en la vigilia; diálogos escuetos, algunos profundos; imágenes religiosas; personajes sobre una delgada napa de agua, preferiblemente caminando o corriendo.

Gran fotografía y música (extradiegética) muy pertinente y emotiva. Tiene un estilo visual que recuerda a Cenizas y diamantes (Andrzej Wajda, 1958) y a su contemporánea El cuchillo en el agua (Román Polanski, 1962). Pero es más poética que aquellas, más tendiendo al cine de Malick (muy posterior al de Tarkovski), por poner un ejemplo contemporáneo. El tempo lento y calmado, como cierta impasibilidad rusa, permite degustar las escenas más allá de «entenderlas». Percibirlas, experimentarlas, saborearlas, embelesarse con ellas. Las escenas de los sueños son fantásticas, extraordinarias.


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