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09 junio 2020

La vergüenza - Ingmar Bergman (1968)


Imagen del póster en IMDb.

¿Dejan de ser útiles los códigos morales en situaciones extremas?


El pusilánime Jan Rosenberg (Max von Sydow) y su dinámica y fuerte esposa Eva (la hermosa Liv Ullmann) llevan siete años de casados y huyen de la guerra civil a una isla. Ambos son músicos de una orquesta sinfónica; ahora llevan una vida eglógica en la isla, viven del cultivo y la cría de animales; hasta que a los cuatro años el movimiento de tropas y el ruido ensordecedor de los aviones a reacción y de la artillería les indica que la guerra ha llegado hasta ellos. Eso les cambiará la vida. 

Son atrapados por gente de uno de los bandos (los de Filip) y les graban con cámaras respondiendo preguntas pueriles. Llenan el automóvil de equipaje y se van; pero todo está devastado, peor que en su hogar; así que regresan. Al día siguiente son atrapados de nuevo por el bando contrario, que posee la película de ellos diciendo cosas que nunca han dicho, contrarias al bando que ahora los retiene. El jefe de estos es Jacobi (Gunnar Björnstrand), un vecino al que despachaban arándanos y él los libera. A partir de entonces, sus relaciones se hacen ásperas, él se cela de ella, que establece una relación no disimulada con Jacobi. Este le da a ella una gran cantidad de dinero para que lo guarde. Jan consigue el dinero, mientras Eva y Jacobi están en otro edificio fornicando, y lo esconde. Al salir de la casa de los Rosenberg, Filip y su gente apresan a Jacobi y preguntan por el dinero. Jan niega tener el dinero y los soldados le destrozan la casa buscándolo. Filip le obliga a que le dispare a Jacobi. El expusilánime Jan obedece. Les queman la casa y luego deambulan por la isla. Se tropiezan con un joven que tiene una ametralladora y, al quedar este dormido, Jan se la quita y lo mata. Abordan una lancha para salir de la isla, junto con varios pasajeros.

Excelentes actuaciones de Ullman, von Sydow y Björnstrand; excelente fotografía de Sven Nykvist y excelente dirección de Bergman. La ambientación y los efectos especiales son también de primera. No es la única película de él en la que la guerra emerge. En El huevo de la serpiente, película que hizo en Estados Unidos, Bergman analiza los prolegómenos del nacionalsocialismo obrero alemán (gobierno con los mismos ingredientes básicos que el actual gobierno español, ¡qué cosas, ¿no?!).


Imagen del póster en Filmaffinity.


Que la guerra les cambie la vida eso es una verdad de perogrullo. Eso no parece ser el motivo de reflexión principal de la película. Sí lo es, sin embargo, el cambio radical que sufre Jan, pasando de ser un sujeto sensible, amable, cobarde, a uno violento y sin principios. Jan cambió su conducta; arrojó a la basura su código moral, su cortesía, incluso su delicadeza para con su mujer. ¿Es porque entendió que, bajo las nuevas circunstancias, de nada servía ser como era? ¿Es esto (el aceptar que de nada sirve el código moral para su nueva forma de vida) lo que lo ha llevado a perder su humanidad?

El padre y el niño de la película La carretera (John Hillcoat, 2009), por ejemplo, actúan al contrario: se jactan de no comer seres humanos, queriendo decir con esto que tratan por todos los medios de mantener su humanidad, incluso por encima de su hambre; en tanto que los sobrevivientes de los Andes no pudieron hacer eso ante la amenaza de una muerte por inanición.

Los brutales hechos soliviantaron el ánimo de Jan y lo forzaron a convertirse en un hombre peligroso, sin principios. Es curioso observar que, en paralelo, su compañera Eva pasó de ser el motor de la pareja a ser la hembra sumisa ante el autoritario Jan. Fue un cambio radical para ambos, un giro copernicano, una mutación desafortunada.

La política es útil siempre que las relaciones se enmarquen dentro de un campo de no beligerancia y de reconocimiento y respeto mutuo entre las partes involucradas. Toda vez que se sale de los límites de lo razonable, ya no pueden aplicarse los principios de la política; por ejemplo, durante la guerra. Y, a pesar de esto, se han establecido reglas que aplican incluso durante la guerra. También sirve de ejemplo el querer cambiar de gobierno con métodos democráticos preestablecidos, cuando el que gobierna no acepta esos términos o es un tirano (casos de Cuba, Corea del Norte, la Alemania nacionalsocialista [1932-1945], Venezuela desde 1998, el Chile de Pinochet, la España de Franco, China, la URSS,...). Los métodos democráticos suelen no surtir ningún efecto para querer alternar dichos regímenes con otros que no sean ellos mismos. ¿O acaso Hitler hubiera salido del poder con «diálogo»? Entonces, ¿también los códigos morales tienen un ámbito de aplicación determinado?, ¿es posible aplicarlos en casos como el de la guerra?, ¿y en los casos en los que un individuo, o muchos, pierdan la sindéresis, tal como en los manicomios?

Eva le dice a Jan: «A veces todo parece un sueño. No mi sueño, sino el de otra persona; pero participo en él. Cuando este otro despierte, ¿le dará vergüenza?»

Sí, es una vergüenza la guerra, es el summum de la irracionalidad, pese a que ha sido muy practicada por el Hombre, el ser racional por excelencia, desde siempre. Si bien hay que tratar de evitarla a toda costa, hay casos en los que no queda más remedio que optar por las armas (a pesar de aquél adagio que reza que «la violencia es el arma de los que no tienen razón»). Sobre todo cuando se trata de bestias, de delincuentes, de locos. ¿O acaso Hitler hubiera salido del poder con «diálogo»?


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