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05 junio 2020

La vida por delante - Fernando Fernán Gómez (1958)


Imagen del afiche en IMDb.

Inteligente e inolvidable comedia.


Una pareja de recién casados normales, de clase media-baja, Antonio (Fernando Fernán Gómez) y Josefina (la hermosa Analía Gadé), se gradúan, él de abogado y ella de médico. Ambos afrontan con optimismo e ilusión su futuro, que presumen prometedor. Sin embargo, la realidad les pinta otro panorama muy distinto. Diversos problemas sociales y de ellos mismos, hacen que las dificultades no cesen. Todo ello enmarcado en jocosas situaciones y frases de diálogos. Sin embargo, la tenacidad y el entusiasmo de los personajes no les permite abandonaar sus intenciones de seguir adelante. La historia comienza in medias res.

Esta inteligente comedia de F. Fernán Gómez, con guion de él y de Manuel Pilares, desarrolla un fino humor —tan fino que no se dice en toda la película una sola mala palabra— que permite no solo la diversión del espectador, también la reflexión sobre temas que no deja de lado para criticar, pese a que fue hecha en una época en la que la censura franquista castraba a la cultura por doquier. Critica la dificultad que una pareja estándar tenía (tiene aún hoy) para despegar en su nueva vida; los problemas de los apartamentos (en particular la sátira sobre sus dimensiones); el amiguismo; la dificultad en conseguir trabajo; la «chapucería», tan española a la hora de rematar las cosas, de acuerdo a F. Gómez (tal como afirmó en el coloquio posterior a la proyección del filme su nieta, Helena de Llanos). Viniendo de F. Gómez, no se esperaría una cinta baladí, algún trasfondo debería tener y, en efecto, lo tiene. Diversos aspectos de la vida española (y de los españoles) en los años cincuenta son examinados con lupa y la película no escatima en mostrar muchos detalles sobre ella. Muy a lo Berlanga y Buñuel.

La película abunda en novedades cinematográficas. F. Gómez se explayó con las posibilidades del celuloide respecto al teatro, pero tomando elementos de este último y migrándolos al cine. De esta forma, hay escenas y secuencias realmente memorables. Por ejemplo, todas las relativas al tamaño del apartamento, que satiriza lo minúsculas que eran las viviendas, hasta tal grado que no hay verdadera privacidad por la cercanía de unos con otros. Hay una secuencia que destaca: la de las declaraciones en la comisaría del accidente que tuvo Josefina con un camión. En la comisaría, los dos sujetos que iban en el camión cuentan cada uno su versión, luego Josefina cuenta la de ella. Todas difieren. A medida que se cuentan detalles y se contradicen, la imagen cambia de acuerdo a esa contradicción (si se dijo que era una mujer bella en la calle y luego que era una vieja, así mismo cambia la escena). Cuando un testigo (José Isbert) que fue a la comisaría, porque no pudo negarse por ser tartamudo(1) da su versión, a medida que él tartamudea, la imagen se repite. Una obra maestra del montaje ¡y de la idea misma, claro! En el coloquio, el cineasta Jaime Chávarri, también presente, refrendó este aspecto sobre la escena antes mencionada. Es sencillamente genial, una obra maestra.

La caballerosidad llega tan lejos que en los créditos iniciales le dan las gracias a José Isbert por haber realizado un papel muy inferior a su categoría actoral. Impecable. Estupenda película.


Imagen del afiche en el sitio web de la Academia de cine.


(1)  El personaje tardó tanto en rechazar que era testigo y negarse a ir a declarar, que la policía se lo llevó. Eso se aclara con un parlamento de Isbert.
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Artículo en Wikipedia: 


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