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18 septiembre 2020

Susana - Luis Buñuel (1951)


Imagen del póster en IMDb.

Carne y demonio.
Cóctel de lujuria, lascivia, testosterona y doncellez.


La joven y rebelde Susana escapa del reformatorio donde estaba confinada y llega a la hacienda de don Guadalupe en una noche de torrencial lluvia. Ahí es atendida por doña Carmen, la esposa de Guadalupe y la sirvienta Felisa, quien desde que llegó no la vio con buenos ojos. La chica se recupera, la familia la acoge como a una hija y se integra a la familia. Con destreza, seduce a los tres varones principales del lugar: don Guadalupe, su hijo Alberto, un estudiante, y el caporal de la hacienda, Jesús, a cada uno por separado. No le cuesta mucho, pues es hermosa y emana lujuria y lascivia por cada uno de sus poros, al punto de que los tres pierden la sindéresis por culpa de obtener los favores de la moza. El caporal se entera por casualidad que ella ha huido del reformatorio y la chantajea con esa información. En un momento de forcejeo entre ellos dos son sorprendidos por don Guadalupe, que prometió protegerla, y este despide a Jesús de la hacienda. Carmen sorprende a su esposo besándose con Susana y se recoge a llorar y a rezar. Luego se enfrentan padre e hijo por la misma mujer, hasta que llegan los policías, a los que Jesús alertó sobre el paradero de Susana. Se la llevan de nuevo al reformatorio y todo vuelve a la santa calma, como si no hubiera pasado nada en absoluto. Ocurrió una suerte de coitus interruptus, pues ninguno de los hombres que estaban tras la doncella cristalizaron sus deseos. Se quedaron con las ganas.

Es una película que podríamos tildar de moralizante. En ella, Buñuel no hace alarde de surrealismo ni simbologías complejas, se muestra la historia tal como la describiría el cine normal; pero de muy alta factura, sin duda (no en balde está en la lista de las cien mejores películas mexicanas). Pertenece a esa serie de películas para sobrevivir, para tener taquilla y ser reconocido, pero en las que —con mucha probabilidad— Buñuel trabajó con las manos atadas, tal como El bruto. Se pueden considerar obras menores en el sentido de que no tienen plasmado todo el potencial creativo de Buñuel como sí lo tuvieron otras de sus películas (la extraordinaria Viridiana, Los olvidados o El ángel exterminador, por poner ejemplos de su etapa mexicana). En estas, la crítica incisiva del cineasta aragonés no deja ningún resquicio de la producción sin afectar. Sin embargo, en películas de menor calibre, como Susana, también llamada Carne y demonio, deja percolar una que otra mirada crítica a la condición social y a la religión, dos de sus blancos permanentes en su filmografía. Esta, por la forma en la que Susana trata a los varones que la pretenden, no deja de remitirnos a Ese oscuro objeto del deseo, que años después rodaría en Francia.


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