Imagen del afiche en IMDb.
Mucho antes de los okupas.
El bruto es una película que se podría considerar «menor» dentro de la filmografía del director Luis Buñuel, de las que él llamaba «alimenticias», pues le eran útiles para sobrevivir. No tiene la prestancia de otras cintas célebres, también adolece de escenas surrealistas u oníricas, de símbolos ocultos y de una serie de atributos característicos que se le adjudican a su cine. Es una historia «normal» de la producción buñueliana. Aún así, es una buena película, bien hecha, bien actuada, que —pese a su antigüedad— es actual, vigente; y entretiene, al tiempo que plantea ciertos temas discutibles.
Andrés Cabrera (Andrés Soler) es propietario de una vecindad y desea venderla para construirse otra casa para él, su padre y su mujer Paloma (la hermosa Katy Jurado). Los vecinos, todos pobres y todos con el alquiler al día, se niegan a mudarse. Entonces, Paloma le sugiere a su esposo Andrés que debe cortar el mal de raíz; de manera que él contrata a un recio obrero, el Bruto (Pedro Armendáriz), para amedrentar a los vecinos y lograr su fines. En la ejecución del plan, el Bruto mata (sin proponérselo) a uno de los vecinos, Carmelo González, establece relaciones amorosas con Paloma (más bien ella, la femme fatale, las establece con él) y también con Meche (la hermosa venezolana Rosita Arenas), hija del fallecido Carmelo. Este enredo de relaciones amorosas presagia un fatal desenlace.
La capacidad de producción de Buñuel no se limitó a cintas cargadas de presuntos símbolos y escenas surrealistas, también podía hacer cine normal, pero bueno, como esta película lo evidencia. Algo que hay que advertir es que este filme, al igual que el noventa y nueve por ciento de la cinematografía, se ancla en la natural tendencia del espectador (de los seres humanos) de estar siempre de parte de los desvalidos, los pobres, los desaventajados y similares, sin recordar que el propietario de los bienes, en este caso Andrés Cabrera, es quien tiene la potestad de disponer de su patrimonio. Es como el caso de los okupas, pobrecitos los okupas, no tienen casa, ¿y qué hay de los derechos del propietario de la vivienda invadida?, ¿es que, acaso, no tiene derechos sobre su propiedad? De manera que sí, uno se pone de parte de los pobres inquilinos, pero la verdad es que es el propietario el que puede disponer de las viviendas. Si no, póngase usted en los zapatos del propietario y cavile sobre ello. No era cosa de buscar un matón para amedrentarlos, pero ellos deben irse de las viviendas cuando el propietario se los pide. Es justicia que todos tengan un techo donde vivir, pero también es justicia que se respete la propiedad privada.
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Artículo en Wikipedia:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0044453
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film833577.html
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