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16 marzo 2021

Sacrificio - Andréi Tarkovski (1986)


Imagen del póster en IMDb.

Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena.


Sacrificio o El sacrificio (Offret en sueco, The sacrifice en inglés) es la última película de Andréi Tarkovski, quien la rodó muy enfermo (murió en diciembre del mismo año). Es la tercera de una trilogía muy personal e intimista, dedicada a las personas más allegadas: El espejo, que podemos entenderla como dedicada a sí mismo, pues el insumo de ella son los recuerdos, sueños y deseos del autor, aderezados con poesía de su padre Arseni Tarkovski; Nostalgia, dedicada a su madre, que parece ser una búsqueda de la madre, del regazo materno como símbolo de la protección del hombre arrojado al mundo ante el entorno hostil; y Sacrificio, dedicada a su hijo Andriosha (o Andriushka).


Alexander planta un árbol con su hijo Gossen
mientras le cuenta una anécdota(1) y califica
el árbol como un ikebana japonés.
Imagen tomada de IMDb.


Alexander (Erland Josephson), exactor convertido en periodista, crítico y profesor de estética está de cumpleaños. En la mañana, planta un árbol junto a su hijo menor, Gossen. Recibe la visita del cartero, Otto (Allan Edwall), que le trae un telegrama de felicitaciones de sus colegas. Tienen una conversación intelectual, en la cual nombran a Dios, a Nietzsche, a la verdad, a la expectativa, al eterno retorno y al enano de Así habló Zaratustra


Otto, el cartero, habla con Alexander.
Imagen tomada de IMDb.


En el minuto 8:
—Que Dios te dé alegría... Dígame, ¿cómo están sus relaciones con Dios?, le pregunta Otto a Alexander.
—Inexistentes, me temo. ¿Qué quiere decir?
—Podría ser peor.


Adelaide, Víctor, Gossen y Alexander.
Imagen tomada de IMDb.


Después de hablar con Gossen, Alexander se
desmaya. ¿Sueño, delirio?
Imagen tomada de IMDb.


Luego llegan la esposa de Alexander, Adelaide (Susan Fleetwood), y su amigo Víctor (Sven Wollter), médico. Intercambian saludos, Víctor revisa la garganta de Gossen (fue operado) y se acercan a la casa mientras Alexander queda con su hijo en el campo, hablando sobre el temor a la muerte y lo poco que ha avanzado la civilización en el plano no material. Dice: «Utilizamos el microscopio como una porra... un sabio dijo que el pecado es eso que es innecesario. Si eso es así, entonces toda nuestra civilización está construida sobre el pecado, de principio a fin. Hemos adquirido una desarmonía espantosa, un desequilibrio, si quieres, entre nuestro desarrollo material y espiritual...».


Adelaide. Imagen tomada de IMDb.


María y Alexander. Imagen tomada de IMDb.


Alexander y su hijo van a casa, donde están Adelaide, Víctor, Marta (hija de Adelaide e hijastra de Alexander) y las dos sirvientas, Julia (Valérie Mairesse) y María (Guðrún Gísladóttir). Otto regresa con un regalo para Alexander: un mapa antiguo de Europa. Luego de agradecerlo y decirle que es un sacrificio regalar algo así, Otto le replica: «Todo regalo representa un sacrificio, ¿qué clase de regalo sería si no?». A partir de este momento, se suceden eventos cada vez más irracionales. Otto, que es coleccionista de cosas inexplicables, les cuenta un caso de los 284 que tiene; al concluir, un «ángel malo» pasó cerca de él y se desplomó. 


Lo místico-religioso hace su aparición.
Imagen tomada de IMDb.


Atronadores aviones de guerra irrumpen en el tranquilo campo donde se emplaza la casa, que tiembla; tintinean los vidrios y se derrama el frasco de leche; por la televisión el presidente (o algo parecido) informa sobre el peligro inminente de guerra y el estado de sitio, y pide la colaboración de la población. Todos quedan sorprendidos en medio de una impotencia que los inmoviliza. Adelaide sufre un ataque de histeria y Víctor le inyecta un calmante. Marta se desnuda y llama a Víctor...


Impávidos ante el anuncio de un probable fin.
Imagen tomada de IMDb.


En el minuto 70:
Alexander reza un padrenuestro y le implora a Dios.
—Señor, ampáranos en esta hora terrible. No dejes que mueran mis niños, ni mis amigos... ni mi mujer... ni Víctor. A todos los que te aman y creen en ti, a todos los que no creen en ti, porque están ciegos... A los que nunca han pensado en ti... porque nunca han sido realmente desgraciados. A todos los que en este momento han perdido la esperanza, la vida... y la oportunidad de someterse a tu voluntad. A todos los que están llenos de miedo... viendo acercarse el final que temen, no por ellos sino por sus seres queridos. A todos los que solo tú puedes ofrecer protección. Porque esta es la guerra absoluta, algo abominable. Y después de esto no habrá vencedores ni vencidos, ciudades ni pueblos, hierba ni árboles, ni agua en los pozos, ni pájaros en el cielo.


Otto persuade a Alexander que deberá sacrificarse
haciendo el amor con María para salvación
de todos. Imagen tomada de IMDb.


—Te daré cuanto poseo. Renunciaré a mi querida familia, destruiré mi casa y renunciaré al hombrecito(2). Me volveré mudo, no volveré a hablar con nadie. Renunciaré a todo lo que me ata a la vida si tú haces que las cosas vuelvan a ser como antes, como eran esta mañana, o ayer. ¡Líbrame tan solo de este horrible y repugnante miedo animal!


Alexander amenaza con el suicidio si María
no lo ama. Imagen tomada de IMDb.


Levitación de María y Alexander mientras
hacen el amor. Lo místico-religioso-sexual.


Otto le dice a Alexander que para evitar la guerra debe acostarse con María, que es bruja. Dispuesto a lo que sea con tal de evitar el holocausto nuclear, sigue el consejo de su amigo el cartero, el coleccionista de casos inexplicables. Para sorpresa de él (y del espectador), María accede. Al día siguiente, todo amanece en calma y Alexander cumple con lo que prometió a Dios. El argumento detallado se puede leer en este enlace.


Al día siguiente, todo es normal.
Imagen tomada de IMDb.


Una lectura posible

El pecado es eso que es innecesario.


Desde que los antiguos griegos desarrollaron el teatro, casi no dejaron tema para los futuros dramaturgos. En el cine, cuyo nacimiento ocurrió dos milenios después, la temática ya había sido abordada por la literatura, el teatro; incluso la música. No hay temas nuevos que abordar; de manera que el hacer cine se ha convertido en desarrollar formas expresivas para los mismos temas de siempre. Tarkovski no plantea nada nuevo en tanto tema; pero sí ofrece una forma novedosa de contarlo, una forma con lirismo propio, personal. Eso lo han logrado pocos cineastas; aquellos que están en el hall de la fama del cine.


Alexander quema la casa.
Imagen tomada de IMDb.


Esta película es la más bergmaniana de Tarkovski, si este símil es válido. Él también fue el guionista. En ella, el cineasta ruso invita —de nuevo— a los elementos religiosos que están presentes en toda (o en casi toda) su obra. Es posible que la amenaza permanente de un holocausto nuclear mundial, su grave enfermedad (que lo llevará a la tumba a finales de 1986), su exilio de la patria que lo vio nacer (por desavenencias con la nomenklatura), su sensibilidad artística (permeable al hecho religioso) y el amor por su hijo; hayan sido concomitantes para la factura de esta obra final; en la que un padre espera que, después de los consabidos sacrificios (y de su muerte), su hijo pueda vivir en un mundo mejor.


«Este film está dedicado a mi hijo Andriosha, 
con esperanza y confianza»(4).
Andréi Tarkovski.
Imagen tomada de IMDb.


El intelectual (Alexander), lejano a Dios, siente el comienzo del fin en carne propia. Los ensordecedores rugidos de las aeronaves de guerra, que le ponen la piel de gallina a cualquiera, le hacen palpar el peligro patente que los abriga y amenaza a todos. Ante un evento enmarcado por la irracionalidad más primitiva y salvaje, el pensador claudica y deja que el misticismo y la magia ocupen el lugar de la intelectualidad. Quizás, por el mismo hecho de ser la guerra un acto irracional, no sean las acciones racionales las que puedan ofrecer un equilibrio; en cambio, pueden neutralizarlo las oraciones y las acciones orientadas por el mito(3). No importa, en tanto el mundo no se desquicie y sobrevenga la catástrofe, ofrecer bienes y sacrificios para tal fin. No importa quemar la casa (o abandonar la madre patria Rusia), o acostarse con la sirvienta-bruja (hacer concesiones), si con ello su hijo tiene un porvenir. Es el sacrificio de Alexander; lo fue el de Tarkovski.


Imagen del póster en Filmaffinity.


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(1) Había una vez, hace mucho tiempo, un viejo monje que vivía en un monasterio ortodoxo. Su nombre era Pamve; y una vez plantó un árbol seco en la ladera de una montaña. Luego le dijo a su joven pupilo, un monje llamado Ioann Kolov, que debía regar el árbol cada día hasta que este reviviera. Cada mañana temprano, Ioann llenaba un cubo con agua y salía. Subía la montaña y regaba el árbol seco; y en la noche, cuando oscurecía, volvía al monasterio. Hizo esto durante tres años. Y un buen día, subió a la montaña y vio que el árbol entero estaba cubierto de flores.
(2) El hombrecito es el apodo de Gossen, el hijo de Alexander.
(3) ¿Contra el mal racional el bien racional y contra el mal irracional el bien irracional?
(4) Epílogo del filme. Hasta donde se puede averiguar en internet, Tarkovski tuvo tres hijos: Arseny (1962), hijo de Irma Raush, su primera esposa; Andrei (1970) y Aleksandr (1986), hijos de Larisa Tarkovskaya, su segunda esposa. ¿La dedicatoria se refiere al más joven (Aleksandr), nacido el año que el cineasta murió?

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Artículo en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:


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