Imagen del póster en IMDb.
«Bien me parece ahora que, al mirar este papel, no lo hago con ojos dormidos; que esta cabeza, que muevo, no está somnolienta; que si alargo la mano y la siento, es de propósito y a sabiendas; lo que en sueños sucede no parece tan claro y tan distinto como todo esto. Pero si pienso en ello con atención, me acuerdo de que, muchas veces, ilusiones semejantes me han burlado mientras dormía; y, al detenerme en este pensamiento, veo tan claramente que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, que me quedo atónito, y es tal mi extrañeza, que casi es bastante a persuadirme de que estoy durmiendo».
René Descartes (1596-1650). Meditaciones metafísicas, Meditación I.
René Descartes (1596-1650). Meditaciones metafísicas, Meditación I.
El espejo (The mirror en inglés, Zercalo en ruso transliterado, Зеркало en ruso) es quizás la más intimista película del director ruso Andréi Tarkovski. El cineasta fue coguionista del filme, junto a su amigo Aleksandr Misharin. Película difícil de visionar, de digerir y —más aún— de interpretar. Sobre ella se han hecho desde sesudos ensayos, rebosantes de erudición(1), hasta tesis doctorales(2); los cuales invito al lector interesado a leerlos.
Bellísima escena de la madre sentada en la barda.
Imagen tomada de IMDb.
Todo está sujeto a intelectualizarse hasta niveles muy profundos; más una película tan compleja. Sin ánimos de querer ser iconoclastas, hemos, sin embargo, de procurar nuestra propia interpretación del filme en tanto obra de arte. Más si es de Tarkovski, quien invitó a los espectadores a disfrutar de sus obras más que a interpretarlas. Siempre se puede acudir a análisis críticos o especializados; algunos podrán ser un reflejo de lo que pretendió el cineasta, otros no. Eso sí, en el arte, toda interpretación suele ser subjetiva, pues depende del sujeto que la realiza; incluyendo el autor. El arte no disfruta, en este sentido, de la objetividad del álgebra, de la geometría euclidiana o de la gravitación universal.
El incendio del henil. Imagen tomada de IMDb.
Los niños en la dacha del abuelo.
¿Spielberg se inspiró en esta escena?
El títuloTal como lo describiera Descartes, la diferencia de sueño y realidad es prácticamente inaprensible. En un espejo (quizás Tarkovski preferiría un estanque de agua cristalina), uno puede ver una imagen que es la representación de uno, pero no es uno. Uno es mucho, muchísimo más, que esa representación, que es tan solo una imagen. Los sueños son parte de uno; también los recuerdos; los recuerdos de los sueños, las ilusiones y los deseos, las penas y las tristezas. El espejo es, por tanto, una herramienta que nos permite ver una imagen representativa de nosotros, pero no es nosotros. La película muestra un mosaico limitado de lo que bulle dentro del autor; no es, ni pretende ser, su totalidad.
Todas las escenas son de gran belleza formal.
Imagen tomada de IMDb.
«Entonces, añoro, esperando este sueño [se refiere a un sueño reiterativo], en el que me veo de nuevo niño, y de nuevo me siento feliz; porque toda la vida está por delante y porque todavía es posible todo».
Voz en off del narrador-alter ego-autor.
Una explicación plausible es que Tarkovski ha dejado manar su interior a la pantalla. Sí. Pareciera un ejercicio de introspección pública del yo interno del cineasta; como si alguien hablara en voz alta cualquier cosa que quisiera expresar, coherente o no. ¿Por qué? No se necesita una explicación del por qué alguien quisiera hacerlo; pero lo más factible es que sea porque lo desea, porque siente la necesidad imperiosa de expresar, de explicitar, lo que tiene por dentro; sea un desgarro interno o una alegría vital. Por la nostálgica belleza de las imágenes y el poder evocador del que están preñadas, parece ser una añoranza, o una lesión que nunca curó y que hubiese deseado sanar. ¿Está Tarkovski en la búsqueda de su Rosebud?(3). Puede ser; de la niñez dulce y lejana; quizás de la edad fetal.
«La vocación del poeta es conmover las almas, no educar a los idólatras».
Voz en off del narrador-alter ego-autor.
La narrativa (literaria) puede llegar a gran nivel de abstracción; pero tiene un rango limitado, es terrena aunque sea compleja. La poesía (literaria), en cambio, vuela, es etérea, sueña. Tarkovski no pudo expresar su interioridad con la narrativa cinematográfica o dramática convencional; tuvo que acudir a una instancia superior, más abstracta pero con más poder de expresión: la poesía cinematográfica. ¿Cómo expresar, si no, los sueños, las rememoraciones, los anhelos? Difícil, si no imposible, hacerlo a través de la narrativa corriente. Y hay cineastas que lo han intentado. Onirismo vemos en Fellini, por ejemplo, pero escenas sueltas, pinceladas que condimentan la historia, no un filme completo.
Dijo Ingmar Bergman: «Mi descubrimiento de la primera película de Tarkovsky fue como un milagro. De repente, me encontré parado en la puerta de una habitación cuyas llaves hasta entonces nunca me habían sido entregadas. Era una habitación en la que siempre había querido entrar y donde él se movía libre y completamente a gusto. Me sentí encontrado y estimulado: alguien estaba expresando lo que siempre había querido decir sin saber cómo. Tarkovsky es para mí el más grande, el que inventó un nuevo lenguaje, fiel a la naturaleza de la película, ya que captura la vida como un reflejo, la vida como un sueño» (subrayado mío).
Imagen tomada de IMDb.
El espejo se sumerge todo en el onirismo y en la remembranza. Es onirismo y memoria. Y, como tal, no es secuencial, no responde a esquemas de causa efecto, no hay prelación entre las partes; los recuerdos y los sueños llegan, se presentan o irrumpen con más o menos ímpetu y con igualdad de importancia unos y otros. Por eso tiene tanta relevancia en la memoria el hongo de la bomba atómica como los troncos putrefactos del bosque. Así llegan a nuestra memoria los recuerdos. Inténtenlo usted, amigo lector, y verá que su arribo es aleatorio y recuerda un olor, un sabor, una canción o la mirada de alguien con la misma intensidad que recuerda el alunizaje de Armstrong y Aldrin, la caída del muro de Berlín o el envío del automóvil de Elon Musk al espacio.
Durante el rodaje de la escena de la levitación
de la madre. Imagen tomada de IMDb.
Escena de la levitación de la madre.
En tres filmes de A. Tarkovski aparecen escenas
de levitación: Solaris, El espejo y Sacrificio.
Los sueños, sueños son.
¿Y qué me importan, como espectador, los sueños de Tarkovski?
Habrá espectadores a los cuales no les importan nada, o para los que no significan nada o no sirven para nada; otros que no verán el filme o no les gustará; quizás lo abandonen antes de la mitad. Tampoco sirven los poemas de Neruda, Mistral o García Lorca. Nada resuelven; pero son una expresión artística que hace conmover las almas. Pueden ser tan sustanciales o insustanciales como una historia de ficción. Visionando el filme, uno puede intentar convertir las imágenes y los sonidos en emociones (incluso en sentimientos) o retrotraerse a su propia infancia. Ahí estriba el poder de la película. Además, es menester verla más de una vez para percibir sus finos detalles; como los casi imperceptibles sonidos de alguien al pisar la nieve o el piso de madera, o el goteo del agua (la sempiterna agua tarkovskiana), el lejano ladrido de un perro o el silbato de una locomotora en lontananza, el crepitar del fuego, etcétera.
La atemporalidad del tiempo
Uno de los parámetros que sufre una fractura es el tiempo, ese ente sobre el que él escribió un libro. Las disrupciones incluyen notorias e inesperadas asincronías como la de la mota de humedad sobre la mesa (minuto 51 aprox.), que se evapora mientras suena una música de suspense que concluye antes de que la mota se evapore; antes de lo que uno espera. También la no linealidad de las escenas sucesivas; tal como vienen a la mente cuando uno recuerda diversos eventos de su vida. A este respecto, la película es un reflejo (una imagen especular) de la vida vista o recordada a través de la memoria, como un collage informe y arbitrario, pero que cobra sentido en la mente de quien lo recrea.
Ignát y su madre. Imagen tomada de IMDb.
El espejo de Tarkovski
Este filme es autobiográfico. Numerosas escenas están relacionadas con la vida del cineasta. ¿Las recreó tal cual fueron o tal cual las recordaba él? Eso lo supo solo él. Por ejemplo, su padre estuvo ausente por haber ido a la II Guerra Mundial, su madre trabajó en una imprenta como correctora, tuvieron que evacuar Moscú, se divorció de su primera esposa un poco antes de realizar El espejo, estuvo en Siberia un tiempo. Los poemas que acompañan algunas escenas de esta cinta son de su padre, Arseni Tarkovski. De alguna manera, toda su vida (al menos lo más significativo de su vida) está ahí. Algunas escenas son imágenes de la memoria universal, como las imágenes de la guerra, la bomba atómica, la revolución china; otras son de su memoria personal. Como se ve, también hay una conexión entre ambas memorias o ambas historias, la universal y la personal.
Alexéi viéndose en el espejo.
Imágenes tomadas de IMDb.
«Todo arte, por supuesto, es intelectual; pero para mí las artes, y el cine aún más, deben ser sobre todo emocionales y actuar sobre el corazón».
Andréi Tarkovski.
Tarkovsky opinaba que el arte del cine solo ha sido verdaderamente dominado por muy pocos cineastas, afirmando en una entrevista de 1970 que «se pueden contar con los dedos de una mano». En 1972, Tarkovsky le señaló a un historiador de cine sus diez películas favoritas. La lista incluye: Diario de un cura rural y Mouchette de Robert Bresson; Los comulgantes, Fresas salvajes y Persona de Ingmar Bergman; Nazarín de Luis Buñuel; Luces de la ciudad de Charlie Chaplin; Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi; Los siete samurais de Akira Kurosawa y La mujer de la arena de Hiroshi Teshigahara. Entre sus directores favoritos estaban Buñuel, Mizoguchi, Bergman, Bresson, Kurosawa, Michelangelo Antonioni, Jean Vigo y Carl Theodor Dreyer. [Párrafo tomado de Wikipedia].
Andréi Tarkovski.
Tarkovsky opinaba que el arte del cine solo ha sido verdaderamente dominado por muy pocos cineastas, afirmando en una entrevista de 1970 que «se pueden contar con los dedos de una mano». En 1972, Tarkovsky le señaló a un historiador de cine sus diez películas favoritas. La lista incluye: Diario de un cura rural y Mouchette de Robert Bresson; Los comulgantes, Fresas salvajes y Persona de Ingmar Bergman; Nazarín de Luis Buñuel; Luces de la ciudad de Charlie Chaplin; Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi; Los siete samurais de Akira Kurosawa y La mujer de la arena de Hiroshi Teshigahara. Entre sus directores favoritos estaban Buñuel, Mizoguchi, Bergman, Bresson, Kurosawa, Michelangelo Antonioni, Jean Vigo y Carl Theodor Dreyer. [Párrafo tomado de Wikipedia].
El director durante el rodaje.
Imagen tomada de IMDb.
Imagen del póster en Filmaffinity.
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(1) «El espejo (Zerkalo)», de Andrei Tarkovski: el cine como memoria universal, por Pedro A. Cruz Sánchez; en Cervantes virtual al momento de escribir esta nota (mayo 2020). Muy recomendable su lectura al interesado en la filmografía de Tarkovski o en ahondar sobre este filme; mejor si se acompaña con la lectura de una biografía (aunque sea breve) del cineasta.
(2) Por ejemplo, la de Julio César Goyes Narváez, ante la Universidad Complutense de Madrid, en 2014; visible en este enlace a la fecha de escribir esta nota. También muy recomendable su lectura al interesado en este autor.
(3) Rosebud es la palabra que dijo Charles Foster Kane (El ciudadano Kane) antes de morir. Para un significado de Rosebud véase este enlace. Para otros significados posibles, véase este enlace.
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Artículo en Wikipedia:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0072443
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film871444.html
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