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02 julio 2021

El nombre de la rosa - Jean-Jacques Annaud (1986)


Imagen del póster en IMDb.

Y [Dios] le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte».
Gn 2:16-17 (1).

Este filme estuvo precedido por el enorme éxito en ventas y en premios de la novela homónima, del intelectual italiano Umberto Eco. A diferencia del posterior Código da Vinci (también basada en una novela homónima), que es especulativa, la obra de Eco tiene raíces en la historia medieval, de la que él era experto. Además, dada la erudición de su autor, presenta un espectro de interpretación más amplio y más complejo. Empero, la película no pudo contener toda la disquisición relativa a la teología y a la filosofía que la novela trata. Centra su atención en las muertes de los monjes y la investigación de esas muertes, así como en algunos tópicos colaterales, como el romance de Adso y la campesina.

Es el siglo XIV; en una abadía benedictina de la zona septentrional de Italia se va a realizar un debate sobre la pobreza de Jesús entre los representantes papales y los de la orden franciscana. Hoy nos parece un asunto baladí, pero era de importancia capital en la Edad Media, época en la que las discusiones sobre los dogmas cristianos era primordial entre los escolásticos. En la abadía, un monje ha muerto en circunstancias extrañas y los recién llegados, el exinquisidor franciscano Guillermo de Baskerville (Sean Connery) y su discípulo, el aprendiz —y narrador de la historia— Adso de Melk (Christian Slater), son instruidos por el abad para que investiguen qué fue lo que ocasionó la muerte del monje. Guillermo realiza las pesquisas con «rigor científico», cuando aún la ciencia no existía como tal y su método estaba a siglos de ser desarrollado. El razonamiento lógico, aristotélico, guiaba sus acciones e inferencias sobre el caso. Ocurren, durante su estancia, varias muertes más; todas ellas en condiciones misteriosas.

Los investigadores se topan una y otra vez con dificultades de naturaleza mítica para realizar su investigación de naturaleza racional o científica (fe vs. razón, mito vs. ciencia). A medida que la pesquisa avanza, Guillermo ha acopiado datos y atado cabos que lo harán inferir que en el meollo de los eventos se encuentra un libro escrito en griego; y deduce que se trata de la segunda parte de la Poética de Aristóteles, un texto sobre la comedia. El libro, supone él, está envenenado, pues todas las víctimas tienen manchadas de negro la punta de un dedo y la lengua.

En una ocasión, yendo tras un monje que tiene el libro consigo, Adso se esconde para no ser visto por aquél y, cerca de él, también se esconde una chica harapienta (Valentina Vargas). Ella frecuenta la abadía para intercambiar con los monjes comida por favores. Ese día, el joven Adso conocerá lo que es el sexo y quedará prendado de la joven. Un representante de la Inquisición arriba a la abadía, Bernardo Guidoni (F. Murray Abraham), tan simpático como Savonarola o Torquemada, y, de un vistazo instantáneo halla a tres culpables de las extrañas muertes: Remigio, un monje contestatario; Salvatore (Ron Perlman, en una excelente actuación), monje jorobado y andrajoso, a quienes acusa de heréticos dulcinitas; y la chica que amó a Adso, a la que acusa de seducción, y de brujería por verla con un gato negro y una gallina negra. El castigo es, obviamente, la hoguera. En el juicio, Bernardo le pide a Guillermo que avale su veredicto y este avala los pecados heréticos anteriores de los monjes pero no los crímenes recientes de la abadía, pues Remigio no sabe griego. Bernardo le exige a Guillermo que lo acompañe para la confirmación de la sentencia por el Papa Juan XXII. Los sucesos, sin embargo, se desvían y eso no ocurrirá. Mientras se realiza el juicio, el joven Adso reza una plegaria a la Virgen, pidiéndole por la suerte de la chica. Al final, cuando el monje Malaquía, el bibliotecario, también muere envenenado (siendo él uno de los sospechosos), Guillermo descubre el culpable de las muertes. 

La ambientación y las actuaciones son todas muy buenas; si bien destacan la de Connery y la de Perlman. Quizás la fotografía sea oscura en demasía, acaso para acentuar que era una época oscurantista, como tradicional —e injustamente— se afirma sobre la Edad Media. Es una gran película.


Imagen del póster en Filmaffinity.


—¿Qué tiene de alarmante la risa?
—La risa mata el temor y sin temor no puede existir la fe; porque sin temor al demonio ya no se necesita a Dios.
Del diálogo entre Guillermo y Jorge.


Umberto Eco, como novelista, no es el tipo de autor que explica o da interpretación a lo escrito. Como ensayista sí, con pelos y señales se da a entender; pero en sus novelas deja al lector a su libre albedrío. Siendo así, no hay una interpretación única y taxativa de El nombre de la rosa. Cada espectador la puede interpretar según sus creencias, dogmas o lo que su razón le guíe. La novela tiene más implicaciones y alusiones que las señaladas a continuación.


Los talibanes cristianos.

Este filme pone en el banquillo de los acusados al régimen totalitario que la Inquisición cristiana impuso sobre los fieles (y sobre los no fieles también), tal como hace hoy el ala talibana del islamismo, que asesina a diestra y siniestra a quien sea. El monje ciego Jorge de Burgos (Feodor Chaliapin Jr.), más papista que el Papa, envenenó el libro del humor porque este es malo para sostener la fe religiosa. «La duda es enemiga de la fe», la risa es la viva expresión de la duda. Quiere mantener a toda costa el dogma cristiano intramuros a la abadía; so pena de muerte para el que infrinja semejante mandamiento eclesiástico. El inquisidor Bernardo Gui es la guinda del pastel totalitario: juzga y condena con el poder omnímodo de su percepción instantánea. Como Stalin o Hitler. Dos en uno, Savonarola más Torquemada por el mismo precio. Oferta que no pudieron rechazar sus víctimas, condenadas a priori al fuego purificador.


Fe vs. razón.

Otro tema que se puede extraer del visionado es el gran tema medieval: razón versus fe. ¿Cómo podía Guillermo de Baskerville pretender arropar con su «razonamiento científico», o proceder racional, a los dogmas de fe; cuando es justo lo contrario? Su «navaja de Ockham» (teólogo real a quien el personaje Baskerville remeda), no funcionó; y tal como el personaje histórico, acabó huyendo.

«La noche de mil años», como se le llama en forma despectiva a la Edad Media, fue el período histórico en el que la filosofía estuvo ocupada con uno de los temas más difíciles, aún hoy no dilucidado: la existencia de Dios. Umberto Eco no se ocupa de ello en el libro, a pesar de su ateísmo, quizás por respeto al lector y a los creyentes, muy numerosos en Italia. Pero sí le da varios zascas al cristianismo en tanto sistema dogmático y a la iglesia en tanto institución humana al servicio de la comunidad de religiosos. Sin embargo, en el filme se abre un postigo para darle licencia a un milagro divino, ya al final.


Nominalismo vs. universales. Aristóteles vs. Aristocles.

No creo que la intención de Eco haya sido establecer un campo de batalla contemporáneo entre las tesis nominalistas y los universales. Y, si así fuese, es claro que se decanta por el nominalismo; no solo por haber puesto a un alter ego del nominalista Ockham como lúcido investigador de los crímenes; haciendo gala de razonamientos tejidos con la lógica junto a su pupilo Adso, el protagonista dramático del filme; sino que el asunto trasciende hasta el título de la novela: El nombre de la rosa. Lo nominal, el nombre, es importante.


Dibujo etiquetado frater Occham iste (Este es el hermano Occham), 
de un manuscrito de la Summa Logicae, 1341.
De Ockham - from a manuscipt of Ockham's Summa Logicae, MS Gonville and Caius College, Cambridge, 464/571, fol. 69r, Dominio público, 
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1088099


¿Qué hace Borges aquí?

Pues hace lo que Eco quiera, porque cada autor puede homenajear a las personas, las ideas o los hechos que él quiera en una obra de ficción, sin que por ello sea parte de un simbolismo, gratuito o no. Bien, el monje ciego y purista se llama Jorge de Burgos; alusión u homenaje al gran escritor argentino Jorge Luis Borges. No termina ahí. La biblioteca de la abadía y su hexagonal disposición de las paredes y los estantes (se sabe al ver las cúpulas de seis arcos entrecruzados), recuerda a La biblioteca de Babel, el célebre cuento del escritor bonaerense. En esta biblioteca bien podría estar la Poética de Aristóteles y tantos libros más que han desaparecido... Y el laberinto, tan borgiano...

En la novela, también hay referencias a Arthur Conan Doyle y su archifamoso personaje Sherlock Holmes, aunque están diluidas en la película; al igual que a otros personajes históricos reales.


El amor terrenal, físico.

No hay que olvidar que El nombre de la rosa también es una historia de amor. El protagonista (Adso) se enamora de la chica que lo hace suyo en la abadía. La flor a la que alude el título. El chico queda fascinado luego de la hedonista experiencia. Al final de su vida, la cara que él más recuerda de aquella visita a la abadía es la de ella.

Párrafo final del epitafio con voz en off del narrador: Adso ya anciano, a quien solo oímos a lo largo del filme:
«... Sin embargo, ahora que soy un hombre muy muy viejo, debo confesar que de todos los rostros que se me aparecen del pasado, el que veo más claramente es el de la chica con la que nunca he dejado de soñar durante estos largos años. Ella fue el único amor terreno de mi vida, pero nunca supe ni sabré jamás su nombre. ¿Cuál era, cuál era el nombre de la rosa?».


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(1) Biblia en línea, enlace verificado en abril de 2020:
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM.

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Artículo en Wikipedia sobre la película:
Artículo en Wikipedia sobre el libro:


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