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20 agosto 2021

Cartas de un hombre muerto - Konstantin Lopushanskiy (1986)


Imagen del póster en IMDb.

Los que vienen atrás que arreen.


Son los albores de la hecatombe nuclear que devastó al planeta; todavía está la tierra cubierta de cadáveres. Los pocos que sobreviven están escondidos en sótanos herméticos; en esos mismos sótanos entierran a sus muertos. Todo está destruido, el planeta es inhabitable; al exterior hay que salir con máscara de gas y un gabán. El profesor Larsen (Rolan Bykov) tiene como pasatiempo escribirle cartas virtuales (mentales) a su hijo Eric, que murió en la catástrofe. A pesar de tan desgarradora, triste y pesimista situación, hay una hendidura infinitesimal para la esperanza, para soñar... para la nueva generación.


Espeluznante apariencia de Larsen en el exterior. 
Tomado de IMDb.


Larsen es un laureado nobel que trata de sobrevivir como puede. Intenta que unos niños que están en choque sean aceptados en el búnker central, en el que pronto van a reunir a un grupo selecto de sobrevivientes, pero no los aceptan: solo niños sanos con sus padres. Las leyes que aplican son marciales y solo salvarán a jóvenes sanos. Estos niños ni siquiera están sanos; además no hablan, aunque oyen. Su esposa tampoco, y pronto muere. Uno de sus amigos se despide de todos y va al hueco en donde descansará su cadáver, se acuesta y se dispara. Les dijo antes que todos son adultos y que entienden que lo que él va hacer no es absurdo. Todos oyen absortos, nadie lo detiene. Los niños no tienen a donde ir y una mujer los deja con Larsen, que tampoco puede ingresar al búnker (él es viejo). Le da tiempo, antes de morir, de preparar los adornos navideños junto a ellos; de enseñarles a registrar el tiempo; de sembrar en los pequeños la curiosidad por relatar los acontecimientos diarios; pero, por sobre todo, de enfrentar el futuro con el optimismo propio de la infancia. Unas renovadas ganas de vivir le invadieron cuando comenzó a encargarse de los niños.


Larsen frente al cadáver de su esposa.
Tomado de IMDb.


Cartas de un hombre muerto (Pisma myortvogo cheloveka en ruso transliterado, Письма Мертвого Человека en ruso) es el primer largometraje de Konstantin Lopushanskiy, cineasta que laboró con Tarkovski en La zona. Las influencias del maestro se notan en algunas secuencias, en especial las finales, las de aguas estancadas; en la cadencia lenta también. Es un filme hecho con todas las de la ley. Impecable y muy detallada ambientación (muy importante en una película de este talante); buenas actuaciones y fotografía, buena música (aunque algo escasa); diálogos muy interesantes, algunos filosóficos. Hay que resaltar que la fotografía no es tan oscura como los filmes de bajo presupuesto, que parece que quisieran esconder los fallos de la ambientación (incluyendo su película El visitante del museo). El filme está muy influenciado por la Guerra Fría y las constantes amenazas de holocausto nuclear que oscurecieron nuestro horizontal existencial en aquella época. Pero hoy tenemos iguales o mayores amenazas. Basta con recordar el virus chino que ocasionó la pandemia de Covid-19 a principios de 2020; el VIH y otros tantos inventos que —por mucho que se empeñen los científicos en afirmar que no son hijos de ellos— nadie les cree que no sean sus creaciones.


Dice Larsen:
«Dios creó día y noche, lo que implica diversidad. Propongo una unidad de tiempo diferente: el crepúsculo, porque no hay más diversidad en este mundo».

Larsen reconoce vivir en un mundo sin diversidad, sin colorido, monocolor (como el tono sepia de la película): así se han imaginado el final los realizadores. Es posible que sea así. En cualquier caso será tan triste como lo describieron en esta producción.

He aquí una película que no es capaz de hacer sonreír a nadie, en ninguna escena. Las películas norteamericanas que tratan del fin del mundo, siempre tienen alguna escena graciosa; algún personaje es capaz de reírse de sí mismo o de su compinche (lo cual hacen solo ellos, los demás no solemos hacerlo). En esta no es así; tampoco en El visitante del museo. En Cartas de un hombre muerto la circunspección del fin del mundo es real y riega a todos los personajes y a todas las acciones y diálogos. No hay posibilidad de gracia alguna. La gravedad con la que se enfrenta el tema es absoluta, muy europea; parece más real. Incluso se da el tupé de tener diálogos, o monólogos, filosóficos. Es que... el fin del mundo, la extinción de todas las especies vivas, más si ha sido producida por el Hombre, debería ser el más serio de los problemas. Es la muerte, de todos. Excelente película.


Larsen preparando los adornos navideños con los niños.
Tomado de IMDb.


Reflexión final del filme:
«Hay mentiras ante nosotros; si lo elegimos, progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos, en cambio, la muerte, porque no podemos olvidar nuestras disputas? Hacemos un llamamiento como seres humanos a los seres humanos: recuerda tu humanidad y olvida el resto.
Bertrand Russell, Albert Einstein, Frederic Joliot-Curie, ...
Del Manifiesto de Russell-Einstein».


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Artículo en Wikipedia, en inglés:


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