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17 agosto 2021

El extranjero - Luchino Visconti (1967)


Imagen del póster en IMDb.

Más allá de la abulia.


Arthur Meursault (Marcello Mastroianni) es un francés que vive en Argelia; es un empleado de bajo rango y lleva una vida gris. Un día, recibe la noticia de la muerte de su madre en un asilo de otra ciudad. Durante el funeral, no muestra tristeza; al contrario, se ve aburrido, indiferente. Al día siguiente, va a la playa y se encuentra con Marie Cardona (Anna Karina), compañera de trabajo. Luego de la playa van al cine y duermen juntos; han comenzado una relación. Donde Meursault vive, el vecino Raymond Sintes (Georges Géret) ha tenido una pelea con una mujer árabe; la policía intervino, pero un hermano de la mujer rondará a Raymond para cobrar venganza. En el próximo día de playa, junto a Marie, Raymond y los Masson (otra pareja), se cruzan con el chico árabe y riñen. El joven hiere a Raymond, que saca una pistola pero Meursault lo calma y la guarda. Después, Meursault vagará solo por la playa, se encontrará al joven y le disparará. Cinco veces.

Durante el juicio, a los cinco meses de prisión, Meursault muestra tal desgano que a la defensa le es muy difícil hacer su trabajo. Para colmo, más que los acontecimientos relacionados con el homicidio, se dirimen otros aspectos, tal como el desinterés del detenido por la muerte de su madre o su actitud ante el matrimonio que le pidió Marie. La indiferencia de Meursault se prolongará hasta su muerte.


Meursault en prisión. Imagen tomada de IMDb.


Esta película está subvalorada en los portales de cine, quién sabe por qué; pero Luchino Visconti hizo un gran trabajo al llevar a la pantalla una obra tan compleja como El extranjero (L'Étranger en francés, que también se puede traducir como El extraño), de Albert Camus; una de las obras cumbres del existencialismo y de la literatura universal. La excelente interpretación de Marcelo Mastroianni es cónsona con el trabajo del director y con el espíritu (más bien con la falta de él) del protagonista de la novela.


Pienso, luego existo.

Ya se había vivido el horror de la I Guerra Mundial y se estaba entrando en la II cuando Camus escribió esta obra. Este contexto es básico para comprender el porqué de una obra de este talante que raya en el nihilismo. Ante la caída de la racionalidad (o de su traición, da igual), el horror que impregnaba el ambiente hacía presagiar un futuro oscuro, donde el individuo deja de tener fe en Dios, en sí mismo, en la especie como tal, en la vida. Sin percibir el mínimo sentido a su existencia, sin ningún acicate que lo ancle a ella, es víctima de la apatía, del desinterés y del vacío, de la nada; aquella nada por la que Heidegger preguntara(1). Muy de A. Camus y de su sentencia: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio».

Recuerdo un profesor de filosofía medieval que comentaba que, en ciertos aspectos, aún estábamos en la Edad Media, que la modernidad —referida a dichos aspectos— había sido una entelequia, una promesa, un asunto meramente nominal. El hombre medieval estaba preso de los señores feudales y de sus disparatadas leyes; hoy es el hombre «arrojado al mundo» el que tiene que defenderse de las leyes de los Leviatanes que gobiernan. A estos leviatanes habría que sumar las grandes corporaciones y las tecnológicas que, si no pueden dictar leyes como tal, modelan el comportamiento social de acuerdo a sus intereses. Puede que muchas cosas sigan igual que hace cinco siglos...


«Para que todo acabe como es debido, para que me sienta menos solo, espero que haya gran multitud de espectadores en mi ejecución y que me reciban con aullidos de desprecio».
Lo último que dice Meursault.

Meursault es, por darle un calificativo, un antihombre; la antítesis de lo que debería ser el hombre, capaz de erguirse ante las dificultades, tal como lo fue en el pasado; y, si no, al menos capaz de entender el entorno y de interactuar con él; lejos de entregarse al plano del primitivo mundo sensorial, sin experimentar una respuesta que sea más compleja que la instintiva de un animal; lejos de ser una tabla que flota en el océano, a la deriva de lo que las olas dispongan(3). A Meursault le hace falta una sobredosis de nietzschelina.


Meursault en el juicio. Imagen tomada de IMDb.


Camus (y Visconti) lanza dos advertencias con esta obra. Por una parte, lo aplastante que puede ser el mundo de la modernidad para el individuo [arrojado en el mundo] y; por otra, la reacción de este, que debe estar lejos del conformismo y de la indiferencia, de la abulia. Tal como reza el comentario de Wikipedia, Meursault es «indiferente a la realidad por resultarle absurda e inabordable». La inabordabilidad dependerá de la capacidad de la persona y de lo informada que esté; si bien se entiende que es inabordable para todos nosotros en su totalidad (ni siquiera en una pequeña fracción). La absurdidad es más manejable; aunque la vida no tenga sentido o sea absurda, sí tienen sentido (y no son absurdos) los objetivos plausibles que nos tracemos. La vida no tiene porqué tener sentido en tanto vida, pero sí podemos dárselo a lo que hagamos, a nosotros mismos y a nuestros semejantes.


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(1) «¿Por qué hay ente y no más bien nada?».
(2) La indiferencia de Meursault es tan profunda que ni siquiera sabe la edad de su madre; ni comprende qué es el matrimonio con precisión; cuando el jefe le propone trasladarlo a una futura sucursal en París, dice no de inmediato, que cambiar no es posible, que está bien donde está. El jefe le replica que no tiene ambiciones, él contesta que era ambicioso de estudiante pero, al tener que abandonar los estudios, se dio cuenta de que eso no era importante...

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Reseña en Wikipedia de la novela de A. Camus:
Reseña en Wikipedia en inglés:


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