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06 agosto 2021

Vivir - Akira Kurosawa (1952)


Imagen del póster en IMDb.

La vida es aquello que va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes.
Allen Saunders (1899-1986)(1)


Mucho antes de que se produjera Antes de partir (2007), Kurosawa rodó Vivir (Ikiru en japonés transliterado, 生きる en japonés). Aún antes, en 1886, Tolstói escribió La muerte de Iván Ilich, novela en la que se basa esta película. ¿De qué va? Va de lo que haría alguien, cuya vida ha sido insípida y gris, al saber que pronto morirá. En Antes de partir, uno de los personajes había vivido una vida emocionante, el otro no; pero ambos tenían carencias que intentaron paliar antes de irse.


Watanabe, el arquetípico «funcionario» del Estado.
Imagen tomada de IMDb.


En Vivir, Kanji Watanabe (Takashi Shimura) es un burócrata que lleva treinta años sentado en un escritorio poniendo sellos en papeles. Ha enviudado hace veinte años y vive con su nuera y su hijo. Su vida no puede ser más patética. En su rostro se refleja esa vida. Al enterarse de que tiene una «ligera úlcera» estomacal(2) cae en una depresión. Falta al trabajo por primera vez en treinta años y se entrega a la bebida. Desconsuelo total. En un bar conoce a un escritor de segunda con el que pasará una noche loca; para ello sacó del banco cincuenta mil yenes. Después de dos semanas de ausencia laboral, Toyo (Miki Odajiri), una subalterna de la oficina, lo busca para que le selle la renuncia. Ella se va porque ahí no se siente bien. La chica, muy alegre y vivaz, le contagia las ganas de vivir a Watanabe. Con ella es feliz. Los familiares y vecinos creen que él la tiene por amante. Sale con ella varias veces, a comer, al casino, hasta que ella no se siente cómoda. Le regala un conejo mecánico con el que ella drena la ansiedad. Él no ve cómo podría usarlo en la oficina, pero lo toma.


Watanabe con el joven escritor en la noche loca,
ambos embriagados. Imagen tomada de IMDb.


Regresa al trabajo, donde se le han acumulado los papeles hasta conformar una torre. El primero de ellos refiere a un reclamo de los vecinos de un barrio en relación a un terreno que se anega; los vecinos piden que les construyan un parque para los niños. Le encarga el proyecto a uno de sus subalternos, que al principio lo quería zapatear a otro departamento. Él le hizo seguimiento al proyecto hasta su muerte. Murió en el parque.


Toyo le muestra el conejo que le drena la angustia.
Imagen tomada de IMDb.


Durante su velatorio, los compañeros de la oficina disertan sobre qué tanta responsabilidad tuvo Watanabe en la construcción del parque. Unos aseguran que sin el trabajo de otros departamentos no se hubiera construido, otros que él fue el alma y corazón de ese proyecto. Llegaron los vecinos que habían pedido el parque a presentar sus respetos llorando. No quedaban dudas sobre su injerencia en el proyecto. Flashbacks lo muestran a él en el sitio de los trabajos.


Watanabe visita el lugar problemático que convertirá
en parque infantil. Imagen tomada de IMDb.


Los primeros minutos de la cinta, muestran la vida del señor Watanabe y se enfocan en el aspecto de la burocracia ineficiente de la que él formaba parte. El departamento que él dirije se llama, con toda la ironía del caso, «Servicios al ciudadano». Uno de los empleados dirá: «En este mundo, no hacer nada es la mejor manera de mantener el trabajo». Esta es la clave de la burocracia ineficiente que aún hoy se observa en muchos países, pero que los que están a la vanguardia han tenido que execrar, pues la ineficiencia (y la ineficacia) de una burocracia excesiva, perezosa o mal entendida, frenan el desarrollo. Cuando los vecinos acuden por vez primera a solicitar que les resuelvan el problema, todos los funcionarios los remiten a otro departamento. Se los recorren todos, hasta llegar de nuevo al departamento de Watanabe, donde los invitan a rehacer el circuito y ellos se enfurecen. Cáustica crítica al sistema que, con seguridad, también Japón tenía. Es evidente que lo superaron, de lo contrario no hubieran llegado a donde están.


En el parque, minutos antes de morir.
Imagen tomada de IMDb.


La vida es la constante sorpresa de ver que existo.
Rabindranath Tagore (1861-1941), filósofo y poeta hindú.

Pero el aspecto medular del filme es el cambio de actitud de Watanabe. De la depresión inicial, en la que le pidió al joven escritor que le enseñara como pasarla bien, a la ilusión y felicidad que la dinámica Toyo le inyectó a su acre vida. En sus parcas conversaciones con Toyo, Watanabe cayó en cuenta de que debía hacer algo significativo con su vida, algo que le agradara. Se decidió a hacer lo que siempre tuvo que hacer: su trabajo, serle útil a los ciudadanos, para eso era el departamento que dirigía. Todos ganaron: los ciudadanos con su parque, él con la satisfacción del deber cumplido, la administración con el agradecimiento de los pobladores. El servir a los demás, el serle útil a otros fue lo que lo salvó de sí mismo. Gran mensaje de la película.


En el velatorio de Watanabe. 
Imagen tomada de IMDb.


En este proceso, la actitud del hijo y de la nuera, que más parecen buitres, no se dejó de lado. Recuerdan a los desentendidos hijos del matrimonio que, un año después, Yasujirō Ozu describiría en la épica Cuentos de Tokio. No hay que olvidar que Japón venía de una cruenta guerra en la que fue perdedor; todavía las cicatrices estaban sangrando. Ambas películas, con indudable núcleo moralista, quizás sirvieron a forjar el Japón que hoy es referente mundial. El cine como medicina para sanar una sociedad.


Imagen del póster en Filmaffinity.


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(1) Frase falsamente atribuida a John Lennon. Lennon la popularizó.
(2) En aquél entonces, y aún mucho después, los médicos debatían si había que decirle o no al paciente la gravedad de enfermedades letales. En la película, otro paciente en la sala de espera le comenta a Watanabe que al que le dicen «ligera úlcera» eso supone un cáncer con prognosis de pocos meses de vida.

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Reseña en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:


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