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23 noviembre 2021

Horizontes perdidos - Frank Capra (1937) / Charles Jarrott (1973)


Imagen del póster de la 
versión de 1937 en IMDb.

La utopía definitiva.


Al mal tiempo, buena cara. Ya se veía venir la II Guerra Mundial y un libro como Horizontes perdidos, de James Hilton, no solo servía como material de base para una buena película, también alimentaba la esperanza y los anhelos de que podría haber un mundo mejor, sin esa amenazante guerra ni ninguna otra. Frank Capra dirigió el costoso y enrevesado proyecto de rodaje.


Uno de los detalles más sorprendentes es la arquitectura
postmodernista de Shangri-La. Imagen tomada de IMDb.


Saliendo apresuradamente de la ciudad de Baskul, en medio de una turbamulta revolucionaria, se embarcan cinco pasajeros en un avión. En la accidentada travesía se enteran de que el piloto no es el que se tenía pensado: han sido secuestrados. Aterrizan para cargar combustible, no les permiten desembarcar y continúan el viaje: corroboran que han sido secuestrados. Al poco tiempo, el avión aterriza de emergencia sobre un colchón de nieve, en plena cordillera del Himalaya. El piloto muere en la maniobra y una caravana de hombres bien equipados rescatan a los sobrevivientes y los llevan hasta el pueblo de Shangri-La, una versión real (física) de la mítica Shambhala; donde la gente no envejece y viven en santa paz y armonía sin igual. Parecido a la Utopía de Tomás Moro. La cabeza de esta expedición es Chang (Henry Byron Warner), que orientará a los huéspedes en su nueva morada.


Sondra y Robert en uno de los idílicos jardines.
Imagen tomada de IMDb.


Los cinco visitantes, al inicio, están ansiosos por regresar a la civilización pero, al conocer las maravillas del lugar, algunos optan por radicarse en Shangri-La. Gloria Stone (Isabel Jewell), enferma terminal una vez amargada, comienza a recuperarse. Henry Barnard (Thomas Mitchell), el estafador del grupo, buscado por la justicia, descubre oro en el riachuelo. Después se dará cuenta de que eso ahí no vale nada y se dedicará a otros asuntos. El paleontólogo, Alexander Lovett (Edward Everett Horton), también sucumbe a los encantos del paraíso. Robert Conway (Ronald Colman), el diplomático británico por el cual se realizó el secuestro, consigue en una occidental que vive en Shangri-La, Sondra Bizet (Jane Wyatt), el amor. El motivo por el que lo secuestraron es que la mayor autoridad de Shangri-La y fundador del sitio, el gran Lama (Sam Jaffe), busca reemplazo porque él está muriendo. Creen que Robert tiene las cualidades éticas, el temple y el conocimiento para ello.


Un aspecto de la sobremesa. Los cinco visitantes fueron
atendidos con los máximos cuidados.
Imagen tomada de IMDb.


El hermano menor de Robert, George Conway (John Howard), se enamora de una shangrilense, María (Margo); pero él y María, al contrario que el resto, quieren salir de ahí. Convencen a Robert de que es mentira que María y el resto son longevos y se marchan con una caravana de suministros a Shangri-La. Retrasan su paso porque María cada vez está más cansada y, en una cueva en la que descansan, descubren que ella recuperó su verdadera edad y falleció. George, impactado por haberse equivocado, corre desesperado y se precipita por la montaña, muriendo. Robert es rescatado y salvado en un hospital, donde no sabe si lo que ocurrió fue un sueño o fue real. Cuando llegan autoridades para llevarlo a la civilización, él ha desaparecido: regresó a Shangri-La.


El gran Lama de Shangri-La.
Imagen tomada de IMDb.


La película de Capra recibió dos premios Óscar: mejor edición y mejor dirección artística, pero estuvo nominada en varias categorías. Ha sido seleccionada para su preservación en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de EUA por su importancia histórica, cultural o estética. Es un excelente filme.


Alexander Lovett, Robert Conway, Gloria Stone,
Henry Barnard y el anfitrión, el señor Chang.
Imagen tomada de IMDb.


Capra hizo de esta historia un drama serio y reflexivo sobre la condición y el comportamiento humanos,  tal como hicieran Tomás Moro o James Hilton con sus novelas. Shangri-La ha sido, y es, equivalente a felicidad, armonía, paz y amor, que podría —eventualmente— alcanzar el ser humano si se despojase de sus lacras. En Shangri-La, la gente vive más y es feliz porque es pacífica, amable, paciente, porque cultiva la virtud, esa virtud de la que los antiguos griegos hablaron tanto. 


Los hermanos Conway y María.
Imagen tomada de IMDb.


Es una utopía; una sociedad así sería habitada por un pequeño grupo de escogidos. Las colonizaciones y conquistas han demostrado, repetidas veces, que no es factible lograrla. Los «experimentos» en sitios remotos como las islas Pitcairn o Tristán de Acuña, tampoco han sido exitosos. Lejos de ser felices, en las Pitcairn hasta se registraron casos de incesto. Quizás los viajes interplanetarios, que se supone estén conformados por tripulaciones selectas, sean la primera ocasión de lograr una sociedad de esta índole... quizás. Por ahora, el Hombre ha demostrado no haber evolucionado gran cosa en el aspecto moral, espiritual, emocional. Solo ha logrado algunos avances en el ámbito tecnológico.


A la muerte del gran Lama, los shangrilenses desfilan
con sus antorchas ante el féretro.
Imagen tomada de IMDb.


Imagen del póster de la versión
de 1937 en Filmaffinity.


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Horizontes perdidos; Lost horizon.
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Artículo en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:


—o—


Imagen del póster de la versión
de 1973 en IMDb.

Es un caso que honra el adagio de que segundas partes nunca fueron buenas.


En plena época jipi, a Charles Jarrott se le ocurrió dirigir un remake de la obra de Frank Capra. El argumento es similar. Las diferencias principales son: la ambientación, de arquitectura mucho más naturalista que la postmodernista Shangri-La de Capra; el vestuario, que corresponde a la época de pantalones acampanados y chaquetas sicodélicas; los antecedentes de algunos personajes; por ejemplo, un ingeniero fugado por estafa en lugar de un estafador (el cual hará un dispositivo para canalizar el agua en Shangri-La y evitar que las mujeres acarreen en tobos el agua y se olvidará del oro del riachuelo); o un cómico en lugar de un paleontólogo. Cambios menores.


Las coreografías, en las que el cine norteamericano
es amo y señor, son fantásticas.
Imagen tomada de IMDb.


Incluso si tienen a Liv Ullmann como figura central.
Imagen tomada de IMDb.


O a Olivia Hussey. Imagen tomada de IMDb.


El reparto de actores es de primera. Peter Finch es Richard Conway; Michael York es su hermano George Conway; George Kennedy es Sam Cornelius, el ingeniero; Bobby Van es Harry Lovett, el cómico; Sally Kellerman es la amargada periodista Sally Hughes, que luego se enamora de Sam Cornelius; Olivia Hussey es María, la enamorada de George Conway; Liv Ullmann es Catherine, el amor de Richard Conway; John Gielgud es el señor Chang y Charles Boyer el gran Lama. Las actuaciones de este grupo de actores fue excelente; incluso en las escenas musicales, aquellos que no venían de ese mundo, como Liv Ullmann, lo hicieron muy bien. La ambientación, la fotografía, el vestuario y demás componentes estuvieron a la altura. Tuvo que haber costado un dineral. Ahí no está el fallo.


Richard Conway y Catherine. Catherine también
llegó por accidente a Shangri-La.
Imagen tomada de IMDb.


Sally Hughes y Sam Cornelius. ¡El oro aquí no vale
nada, Sam! Imagen tomada de IMDb.


George Conway y María, abandonando Shangri-La.
Imagen tomada de IMDb.


Quizás el fallo sea la gran diferencia respecto a la de 1937. El mayor cambio es que se convirtió un drama reflexivo (película original de Capra) en un musical cursi de más de dos horas. La banda musical, de Burt Bacharach, quizás cónsona con el espíritu de la época (paz, amor libre, naturaleza, comer flores y todo eso; vamos, lo jipi), al día de hoy se percibe antiquísima y edulcorada en un nivel máximo, sin nada que la pudiese superar. Las letras de las canciones, un poco infantiles, terminan por vanalizar lo que la versión original (y el libro de Hilton) querían plantear de manera muy seria. Uno de los motivos es su reiterada alusión (goebbeliana) a ese mundo tan perfecto e impoluto que es Shangri-La. Para más inri, supera con holgura las dos horas. Con algunas modificaciones, pudo haber sido rodada como una película infantil y hubiese quedado mejor. Es una lástima, porque el tema no es pueril; todo lo contrario.


Un aspecto de cómo la felicidad campeaba por
este Shangri-La jipi. Imagen tomada de IMDb.


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Artículo en Wikipedia en inglés:


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