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03 diciembre 2021

Cenizas del paraíso - Marcelo Piñeyro (1997)


Imagen del póster en IMDb.

—¿Qué va hacer con ellos, doctora?, le pregunta su asistente.
—Haga lo que haga, no se hará justicia; responde ella afligida.
Diálogo entre la juez Teller y su asistente al cierre del caso.


El juez Costa Makantasis (Héctor Alterio) cae desde el techo del edificio de los juzgados. Casi al mismo tiempo, la hermosa joven Ana Muro (Leticia Brédice) aparece muerta en el maletero de un automóvil. Los tres hijos del juez se declaran autores del asesinato de Ana; siendo uno de ellos novio de la joven y otro amante. La película narra las investigaciones de la juez del caso de homicidio de Ana, Beatriz Teller (Cecilia Roth); cada tanto, flashbacks nos cuentan la vida de la víctima y su relación con los hermanos Makantasis y el juez, así como con el padre de ella, el potentado y mafioso Francisco Muro (Jorge Marrale). Los hermanos son: Nicolás (Daniel Kuzniecka), el mayor, médico, que se convierte en amante furtivo de Ana; Pablo (Leonardo Sbaraglia), abogado, que apenas logra no sucumbir ante los encantos eróticos de Ana; y Alejandro (Nicolás Abeles), el menor, fotógrafo y novio de la difunta.


Los tres hermanos Makantasis, Nicolás, Pablo 
y Alejandro. Imagen tomada de IMDb.


A lo largo de la investigación, la juez Teller enfrentará las presiones de un ministro, así como las de un juez que se encarga del juzgado que presidía Costa Makantasis en vida así como de su aparente suicidio. Este juez, Martini (Ernesto Claudio) insiste en que ambas muertes están relacionadas. A pesar de la reticencia de la juez Teller, él tiene razón, como se demostrará al final. No solo estas presiones enfrente la juez; también la incómoda contradicción entre las declaraciones de culpabilidad de los tres hermanos: cada uno confiesa haber cometido él el homicidio. No se puede contar más; es uno de esos filmes que se basan en la intriga hasta el final, en el que se descubre todo.


Pablo con su padre, el juez Costa Makantasis.
Imagen tomada de IMDb.


A pesar de ser una película de trama policial (o jurídica), con suspense e intriga por descubrir qué fue lo que pasó con ambas muertes; no deja de poner el dedo en la llaga de algunas heridas típicas de la sociedad argentina (ergo, sudamericana); tales como la corrupción administrativa o la del poder económico; los tratamientos entre personas de diferentes grupos sociales; las relaciones carnales; los valores éticos y morales; y todo lo que Aída Bortnik y Marcelo Piñeyro, guionistas del filme, encuentran a su paso. A veces de manera sutil, a veces de manera frontal y dolorosa.

El filme está muy bien construido, pese a que tiene algunos momentos flojos, que parecerían de relleno si no fuese por su corta duración y su conexión con los hechos, como se aprecia a posteriori. Las actuaciones son sólidas y convincentes; la puesta en escena es típica de este tipo de película, que mantiene el suspense, subgénero en el que el cine argentino destaca (recuérdese la soberbia El secreto de sus ojos, de 2009; quizás el tope de gama de estas producciones). Puede ser que el final le deje un sabor agridulce a algunos espectadores, pero no es descabellado y se emplaza en el abanico de lo verosímil; dada la intrincada red de intereses y culpas que nublan el caso y que se dilucidan al final. Esta cinta recibió el premio Goya en 1998, entre otros premios.


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Cenizas del paraíso; Ashes of paradise.
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