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04 febrero 2022

País portátil - Iván Feo/Antonio Llerandi (1979)


Imagen del póster en IMDb.

Ex país.
Le llama el profesor Agustín Blanco Muñoz.
País piñata.
Le he llamado yo.


Prolegómeno

Hoy se cumplen 30 años del intento de golpe de estado de los milicos ñángaras. El sistema fue tan noble que no solo los indultó; sino que les dio la oportunidad de acceder al poder como si fueran personas civilizadas, mediante elecciones. Y llegaron al poder. El sistema fue tan noble que aceptó que hicieran cambios; pese a que eran golpistas confesos e irredentos. E hicieron cambios. La gente fue tan noble que les creyó, y ellos mintieron y los engañaron de forma vil. Hoy, a pesar del ingreso de más de un millón de veces un millón de dólares, el país está arruinado por esa supina e imbécil tolerancia del noble sistema, pero más por las perversas intenciones de quienes en mala hora accedieron al poder.


La película

Durante la década de los años 70, ocurre una especie de «época de oro» del cine venezolano. Continuaría en buena parte de los años 80. El embargo petrolero de los países árabes en 1973 trajo como consecuencia un incremento en los precios del crudo que benefició a Venezuela, suplidor tradicional de petróleo de EUA. La abundancia de dinero y los nuevos planes de desarrollo del país (que incluyeron la nacionalización del hierro y del petróleo ejecutada por el presidente Carlos Andrés Pérez) salpicó a la actividad artística. Se realizaron muchas películas, no pocas subvencionadas por el Estado de manera directa o indirecta. Esta cinta es una de las patrocinadas por el Estado, tal como lo expresa al comienzo. Como quiera que la labor artística suele estar en manos de la gente de izquierda (los que producen bienes de consumo y servicios suelen pertenecer a la derecha), casi todos los filmes resultaban ser denuncias sobre los problemas sociales que existían en el país y criticaban sin disimulo al gobierno, a las clases dirigentes y a los partidos políticos. La llamada corrupción administrativa (componenda entre gobernantes y empresarios con dineros de la nación) rampaba campante en todos los órdenes de la vida nacional. La denuncia era, en efecto, un bien de primera necesidad que —en principio— podría ayudar a corregir el rumbo de la nación.

País portátil está basada en la novela homónima de Adriano González León(1), éxito editorial y literario del escritor; una de las más importantes novelas de la bibliografía venezolana. Andrés Barazarte (Iván Feo), el más joven de un linaje de revolucionarios liberales(2), sale de un edificio ubicado en Santa Mónica, Caracas, y aborda un autobús de recorrido urbano; lleva consigo un pequeño bolso, dentro del cual porta una ametralladora y municiones. Andrés pertenece a un círculo de jóvenes estudiantes revolucionarios de la Universidad Central de Venezuela(3). A lo largo del camino, va recordando eventos pretéritos propios de sí y de sus antepasados. Estos, consustanciados con la historia patria, también «echaron plomo», a excepción del padre de Andrés, que fue empleado de las petroleras. A través de la memoria del joven rebelde, suerte de oráculo que compendia la historia de Venezuela amalgamándola con la de su prosapia, la película nos invita a reflexionar sobre los hechos que nos han traído a nosotros y a Andrés al presente. Discurren de forma más o menos paralela ambas historias, las de sus ancestros y la de Venezuela; no solo el relato, mas los anhelos por darle forma, de una vez por todas, a una nación decente, digna de los hijos de Bolívar.

La historia está contada de forma amena, asistida por oportunos flashbacks del pasado ambientados de manera pródiga; lejanos algunos (finales del siglo XIX) o tan recientes como la infancia de Andrés otros. El joven, al principio, no parece hacer suya la lucha; pero no puede pasar por alto la indolencia de los gobiernos, máxime cuando fue advertido (¿adoctrinado?) por su abuelo Salvador sobre los intríngulis del ejercicio del poder, de la revolución, de la injusticia, de las traiciones, de la insurgencia, de la corrupción y de otros ingredientes que forman el cóctel en el que está sumergido el país desde tiempos inmemoriales, un cóctel que hace efervescencia explosiva, tal como el combustible que yace en el subsuelo. Una vez comprometido con la revolución, es capaz de dar la vida por ella. En la notable y surrealista secuencia final, sus orgullosos antepasados le acompañarán durante la balacera.

La película no cuenta con actuaciones memorables; son correctas, pero está bien hecha en su totalidad. Se trata de una película más bien conceptual. Uno de sus mejores logros es la ambientación de varias épocas para mostrarnos al abolengo Barazarte. El hilo narrativo, ajustado al libro base, es más importante que las actuaciones o los efectos especiales. El empleo de flashbacks ubicados estratégicamente a lo largo del filme, algunos —a su vez— con flashbacks dentro de ellos, permiten hilvanar la historia y mantener al espectador atento para armarla. Recuerdo que fue un film muy comentado por el público y la crítica en la época. Todavía hoy no luce tan anticuado como cabría esperar. Muy buen trabajo de Iván Feo y de Antonio Llerandi. El mensaje, de clara tendencia comunista, sí luce arcaico; pero eso es otra cosa.


El mensaje

Le cuenta un viejo León Perfecto Barazarte (Eliseo Perera) a Salvador Barazarte (Hector Duvauchelle):
«...De todos los jefes nuestros no hubo ni uno solo que fuera honrado, Salvador, ni uno solitico que fuera honrado, ni uno solo. Y a Zamora no lo conocí. Ese parece que sí era un palo de hombre, y honrado y generoso y repartía vainas entre los que no tenían nada. Ese parece que sí era honrado de verdad, pero sería el único. Zamora sería el único, porque todos los otros que yo conocí fueron una partida de sinvergüenzas que no estaban esperando sino la oportunidad para meterle la mano a algo, igualitico que los godos. Por eso Salvador, la guerra era importante,...
Cuanto cartucho se rompió con los dientes, pa' ná, pa' ná y cosa ninguna, porque entre los sinvergüenzas, Salvador, también estaba papá, papá, papá, que hasta presidente del estado fue, no joda».
[El padre de León Perfecto y Salvador fue Epifanio Barazarte, el patriarca del linaje; el primero de ellos que echó plomo. Y luego, mientras libaba las mieles del poder, robó].

A decir del autor del libro, su mayor logro fue la construcción de la prosa que lo conforma(4); pero la película acentuó el carácter político y social de la historia del país mixturándola de forma inextricable con la historia de los Barazarte, una familia de Trujillo; desde finales del siglo XIX hasta el presente; mostrando las actitudes y las acciones de los guerreros de dicha estirpe, que enarbolaron la bandera de la subversión para enderezar el devenir de su patria. Tal como se puede anticipar por el comportamiento del bisabuelo de Andrés, Epifanio Barazarte (Fernando Gómez), el país ha estado en manos de delincuentes desde siempre, sean liberales o conservadores. Parece que ni siquiera el padre de Bolívar fue trigo limpio. Venezuela, entonces, ha transitado por la historia, saturada de revoluciones de hordas y montoneras, con la perenne esperanza de ser gobernada por gente que la quiera y no ha tenido esa suerte. Quienes han tenido en sus manos la oportunidad de hacerla grande y próspera han sucumbido a propósitos mezquinos y personales. Una y otra vez, una y otra vez. Unos pocos que no se doblegaron fueron, sin embargo, incomprendidos y vilipendiados.

La izquierda, a la que la película enaltece con loas apologéticas, tuvo su oportunidad, veinte años después del rodaje de esta película, de gobernar y propugnar cambios profundos de rumbo. Y así fue. Llegó al poder con la promesa de una tercera vía que nunca buscó y menos siguió; como el alumno que no estudia para el examen, se copió de un modelo que ha demostrado en reiteradas ocasiones ser un fracaso. Al poco tiempo de gobernar, potenció los males del país de manera exponencial. Hoy, a más de veinte años de apropiarse del poder y de la fuerza, ha hundido en la absoluta miseria a una nación otrora próspera. El daño no solo es físico, ha desintegrado el tejido social y ha convertido a numerosos venezolanos en parias o en emigrantes. No tienen perdón de Dios. Y menos lo deberían tener de los hombres. Odian al país infinitamente más que los demócratas a los que sucedieron, tantas veces criticados por ellos. Quizás algunos de ellos, como el autor de la novela, sean excepciones a esta regla.

La izquierda es interesante para que denuncie las irregularidades y los problemas; también para amenizar el discurso político; pero como gobierno es un desastre. No se cansan de demostrarlo y la gente no se cansa de votarles por su incansable y mareante propaganda, por su discurso bonito, adornado con plegarias a «la igualdad» o a la justicia o a cualquier otra cosa que no han logrado ni lograrán resolver; en tanto que la economía, que no la entienden ni un poco, la gestionan tan mal que arrasa con cuanta nación gobiernan.


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(1) Militante de izquierda; pero desde bien temprano se opuso al «proceso» vandálico del chavismo: en 2002 firmó una carta de intelectuales solicitando la renuncia del presidente del gobierno.
(2) En este contexto, más propio del siglo XIX, los «liberales» eran los de pensamiento correspondiente al comunitarismo, no al liberalismo, tal como estos términos se entienden hoy. Los liberales eran los progres o los ñángaras de hoy.
(3) Esto es lo que se infiere por las imágenes de los célebres pasillos de la magna casa de estudios; pasillos por los que hemos caminado infinidad de veces antes de que este gobierno de idiotas, ladrones y asesinos los dejase desplomar, al igual que al resto del país, pese a que son parte de un inmueble Patrimonio de la Humanidad.
(4) Véase, por ejemplo, la entrevista a Adriano González León en este enlace:
Como sea, es difícil de creer que haya sido esa la única intención subyacente del escritor, máxime cuando ha manifestado preocupación por el rumbo del país y lo refleja en el tema de la novela.
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Portable country; País portátil.
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Artículo en Wikipedia:
Reseña en Wikipedia en inglés:
Ficha en IMDb: 

País portátil: Venezuela y violencia, ensayo de Vilma Moreno:


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