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03 mayo 2022

Robinson Crusoe - Luis Buñuel (1954)

 

Imagen del póster en Filmaffinity.


28 años, 2 meses y 19 días en la isla.

En su etapa mexicana, Luis Buñuel realizó numerosos y variados filmes. Algunos no son representativos de su obra, son los llamados filmes menores. Los hizo más para ganarse el pan que para trascender como artista. Robinson Crusoe es uno de ellos. Sin embargo, es una película digna de ver; se basa en la célebre novela Robinson Crusoe, del escritor inglés Daniel Defoe. Solo esto ya es garantía de que, por lo menos, entretendrá. Pero, en manos de Buñuel, quizás haya más; no mucho, en este caso, pero algo. De las versiones llevadas al cine, esta es la que tiene mayor calificación; a excepción de las versiones animadas, mejor valoradas. Esto no deja de ser raro, pues la historia de Robinson Crusoe es muy relevante en la literatura y extraña que no se hayan hecho grandes películas con base en ella. Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), que guarda similitud con la historia de Defoe, está mucho mejor valorada; y es, sin duda, una gran película.


Recién llegado, muerto de hambre, ve un huevo en un nido;
pero se trata de un polluelo. Regresa el huevo al nido.


Una noche sueña con su padre, interpretado por el mismo actor.
O'Herlihy estuvo nominado al Óscar por su actuación en esta película.
Las escenas borrosas corresponden a sueños o ideas.


La versión de Buñuel es una adaptación de la clásica novela pero no narra todo lo acontecido en ella. Comienza cuando Robinson (Dan O'Herlihy) llega nadando a la isla. Al día siguiente se percata de que el barco encalló cerca y va a buscar provisiones en él, que termina hundiéndose. Trae a la orilla de la playa un cargamento de víveres, armas y municiones, ropa y diversos enseres. Rescata al gato (Sam) y luego ve en la isla a Rex, el perro, que también había sobrevivido. Serán sus únicos acompañantes por mucho tiempo, aparte de los animales autóctonos (cabras entre ellos). La mitad del film nos muestra al único habitante de la isla aprendiendo a vivir desde cero. Como en Inglaterra era un señorito, ni siquiera sabe hacer fuego teniendo yesca, eslabón y pedernal para ello. Esta primera parte es —en ocasiones— un poco aburrida porque no suceden eventos dignos de mención, se trata de un único personaje que cuenta con voz en off algo de sus emociones, las decisiones que toma y los planes que ha pensado llevar a cabo. Esta etapa del náufrago en soledad fue mejor trabajada por Zemeckis y Tom Hanks en la mencionada cinta Náufrago. Así pasan unos 18 años hasta que llega Viernes (Jaime Fernández, hermano de Emilio Fernández) a su vida, a mitad del film; a partir de aquí, se vuelve más animada: ya son dos personajes que hablan y realizan acciones; la interacción entre ellos es motivo de atención por parte del espectador.


Robinson coloca un espantapájaros en el cultivo.
Al ver el vestido, rememora, con tristeza, a una mujer.


Al cumplir 5 años en la isla, lo celebra con sus «amigos».
Robinson habla con todos, con el loro, con el perro, con el gato,
con sus amigos imaginarios. Tiembla al pensar en que alguien
irrumpa en la isla, pero le hace falta compañía.


Después de años viviendo juntos son «amigos» y Viernes ha aprendido a hablar inglés (la película de Buñuel se hizo en dos lenguas: inglés y español). En una ocasión, unos caníbales pretenden atrapar a Robinson y Viernes los mata. Cuando ellos dos se disponían a atacar al grupo, unos colonizadores españoles arriban a la isla y acaban con los caníbales. Eran unos marineros que se habían amotinado e iban a abandonar en la isla al capitán Oberzo y a su segundo al mando. Crusoe y Viernes los ayudan a escapar y se voltea la tortilla: dejan en la isla a los amotinados y Crusoe regresa a Londres con Viernes en el barco del capitán Oberzo. Para entonces, el náufrago ha estado algo más de 28 años ausente de su tierra.


Viernes se postra a sus pies en señal de agradecimiento:
ya no será el plato fuerte de los caníbales ese día.


Condenado a todos estos años de soledad, y ahora tiemblo ante la presencia de otro ser humano.
Piensa Robinson (voz en off) ante la evidencia de visita de humanos exógenos a la isla.

El día que ve una huella humana en la arena de la playa, Robinson queda perplejo y comienza a disponer de las cosas de tal manera que no dejen vestigio de su existencia en la isla: dispersa el rebaño de cabras que mantenía en un corral; apaga el fuego que tenía en su estancia; esconde el loro que pronuncia su nombre y deja de dormir para vigilar constantemente la playa. Es cuando piensa la frase anterior. Una vez Robinson ha rebasado el umbral de la soledad, le molesta la compañía de un semejante. No deja de ser paradójico, pues es patente (incluso para él) la necesidad que tiene de compañía. Este es uno de los momentos claves de la película porque plantea esta reflexión de forma muy seria. «El infierno son los otros», le diría Sartre, animándole con una palmada en el hombro para que continuase solo. En la próxima visita de los caníbales, un joven se les escapa y él lo ayuda a huir, matando a uno de sus perseguidores. Es Viernes, que se postra a sus pies en agradecimiento por haberle salvado la vida. Se ha hecho de compañía y —de paso— de un servicial criado.


Al principio no todo es color de rosa con Viernes. Robin dormía
con las armas en la mano, un ojo cerrado y otro abierto. Aquí, le quita
los grilletes que le puso al criado y le hirieron los pies.


Las sagradas escrituras carecen de sentido para mí. El mundo no es más que una pelota que gira. Sus océanos y continentes solo son escoria, y yo mismo carezco de propósito y de significado(1). 
Dice Robinson con voz en off luego de leer la biblia.

Robinson se convierte al cristianismo gracias a una biblia que había entre los despojos del naufragio. Esto, en manos de Buñuel, es una tentación ineludible. La explotará en un diálogo de él con Viernes (quizás el mejor de la película), al que pretendía convertir al cristianismo:

—Tienes que entenderlo, Viernes. El diablo es el enemigo de Dios en el corazón de los hombres. Utiliza todas sus tretas para destruir el reino de Cristo.
—Pero señor [se refiere a Robinson] dice que Dios es muy fuerte, muy grande. ¿No es Dios más fuerte que diablo?
—Sí, sí, Viernes. Dios es más fuerte que el diablo. Reina sobre el diablo, por eso rezamos a Dios. 
—Pero si Dios es más fuerte que diablo, ¿por qué Dios no mata diablo? Así no haría más maldades. 
—¿Qué dices, Viernes, qué dices?
—Si Dios es el más fuerte, ¿por qué él no matar diablo?
—Verás, Viernes, sin el diablo, no habría tentación ni habría pecado. El diablo tiene que estar ahí para que podamos elegir entre pecar o resistir [ejercer el libre albedrío]
—¿Dios deja diablo tentarnos?
—Sí.
—Entonces, ¿por qué Dios loco cuando nosotros pecar?
Robinson suelta una carcajada, voltea y le dice al loro: «¿Tú lo entiendes, Poll? Viernes es incapaz de comprenderlo. ¿Tú lo entiendes?»
Apuesto fuertes a locha(2) a que Luis Buñuel sonrió (si no rio) rodando esta escena, antes de sentenciar: «Gracias a Dios soy ateo».


Acechando a los conquistadores españoles. Nótese que ahora Viernes
es tan digno de la confianza de Robinson que porta los mosquetes.


Los demás temas considerados en la novela también emergen de las imágenes de esta película: la colonización británica; la relación amo-esclavo (por eso escribí «amigos» entrecomillado en el tercer párrafo, Viernes más que amigo era un criado); la inverosímil cordura y entereza británicas frente a un suceso de semejante índole como es estar solo durante 18 años en una isla (¡joder, que autocontrol tan robótico!); la apatía sexual; la perseverancia y el alto grado de organización productiva que desarrolló a partir del conocimiento y del aprovechamiento de herramientas (tecnología), doblegando de esta manera a la naturaleza (voluntad de poder a todo tren); entre otros tópicos. Hay que recordar que el contexto en el que se escribió la novela corresponde a la Inglaterra de inicios del siglo XVIII. Buñuel no omitió esto en el filme. Un detalle que puede sorprender un poco es la inmediata comunicación entre los españoles y Robinson: no hay brecha lingüística. Oberzo y su segundo hablan perfecto inglés. Supongo que eso no era común; pero tampoco imposible.

Aparte de lo contado, hay dos o tres escenas oníricas; una de ellas entre Robinson y su padre. No podía dar a luz una película sin su respectivo toque buñueliano; ¡eso sí que no! Ni que sea la historia del flemático británico Robinson Crusoe.


Vámonos a Inglaterra; esto no es vida. Pero Viernes...
¿sigue siendo el criado? ¡Claro! Estamos en el siglo XVIII
y el moreno es él.


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(1) «...y yo mismo carezco de propósito y de significado» es una frase que está sujeta a disección. 1. El propósito de Robinson es la mera sobrevivencia, se dedica en cuerpo y alma a mantenerse vivo. Puede que no sea un objetivo muy trascendental, pero es vital, establece la diferencia entre vivir o morir. 2. Quizás no tenga significado, pues está solo. Esto arroja como aparente corolario que está en contradicción con el deseo de soledad, manifestado en el temor de que exista otro que lo haga temblar en su presencia. La soledad, buena o mala, no produce resultados en otros; mientras que al vivir socialmente sí hay un propósito y un significado (buenos o malos) aunque para él no los haya; pues cuando existe el otro, este puede percibir o interpretar el propósito y el significado de Robinson.
(2) El fuerte era la moneda de 5 bolívares (500 céntimos) y la locha era la moneda de 12,50 céntimos (8 lochas = 1 bolívar). Un fuerte eran 40 lochas (500/12.5); de manera que, en rigor, la apuesta es 40 a 1. Esta frase se empleaba cuando el que la pronunciaba presuponía la total certeza de lo que decía. Dejó de usarse con el tiempo al desaparecer ambas monedas. Otros usos de esta expresión en este enlace.
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Reseña en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:
Artículo sobre la novela de Daniel Defoe:


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