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25 agosto 2012

El cielo sobre Berlín – Wim Wenders (1987)


Imagen tomada de IMDb

Cuando el niño era niño, era el momento de hacerse esta pregunta:
¿Por qué yo soy yo y no soy tú?
Voz en off del film


Los ángeles circulan libremente por Berlín, invisibles a los adultos, intentando llevar consuelo al que lo necesita y siendo testigos de lo que acontece. Pueden oír los pensamientos de todos los habitantes, pero no tienen la percepción sensorial de los humanos, ni las emociones y los sentimientos que son parte de nuestra naturaleza. Tampoco parecen ver en color, motivo por el que las escenas de la película que refieren a su punto de vista son en blanco y negro, mientras que son a color las relativas al enfoque de los humanos. Uno de los ángeles, Damiel (interpretado por el actor Bruno Ganz), hastiado de su vida inmortal pero insípida, sin improvisaciones, carente de la percepción de las cosas terrenales, incluso las más simples, desea “bajar” al nivel de los mortales, en busca de la humanidad  a la que aspira. Antes de decidir hacerlo, se enamora de la solitaria trapecista Marion, y éste hecho le precipita la decisión de abandonar su condición inmortal para convertirse en un humano común. De esta forma accede a los placeres tangibles por la percepción de los hombres: los sabores de la comida, la textura de los materiales, los olores, y el amor de  Marion (papel de la actriz Solveig Dommartin). También establece contacto con un ex ángel (Peter Falk, el legendario teniente Columbo de la televisión, interpretándose a sí mismo), quien lo anima en su empresa. El film finaliza con la palabra “continuará”. Esta segunda parte es la película ¡Tan lejos, tan cerca!, rodada seis años después. El cielo sobre Berlín no contiene prácticamente ninguna escena de humor, pues le quitaron a última hora las que se habían rodado para amenizar la historia; de forma que lo que quedó fue lo que la película es: un drama serio por todos los costados.

El sencillo argumento sintetizado en el parágrafo anterior se desarrolla de manera lenta y poética, conformando un filme de gran belleza plástica y con profundas reflexiones morales, metafísicas y políticas. Una voz en off recita hermosos versos y reflexiones relativas a la existencia. También en off se oyen los pensamientos de los personajes, desde lo más trivial hasta lo más complejo. No puede dejar de mencionarse que abundan las alegorías y los símbolos, lo que complica su lectura, pero también da rienda suelta a la interpretación de esta muy rica propuesta fílmica. 




Lectura política

El director, Wim Wenders, nació el año en que finalizó la II Guerra Mundial (1945), hecho que estigmatizó el alma alemana. Wenders pertenece a la primera generación hija del llamado “milagro alemán”, que si bien reconstruyó económicamente a Alemania, sintió en carne viva el anonadamiento posterior a la guerra, la postración moral que el pueblo alemán enfrentó luego de la pesadilla hitleriana. Esta huella, indeleble en la historia de Alemania, muestra su triste rostro en la película, que evoca pasajes desalentadores de esa terrible guerra. La secuela de ese negro período se refleja sobremanera en la Berlín afligida en la que se desarrolla la mayor parte de la historia: el Berlín este, fruto del fracasado experimento soviético. Berlín fue el caso más patético de la escisión de un país para ser repartido entre los vencedores como si fuese una tarta. El fantasma de la guerra aún seguía vivo en la mente de los alemanes cuarenta años después de los infortunados hechos, cuando se rodó la película. La secuela de esa guerra incluso ha llegado a fechas más recientes. La película se hizo cuando el glásnost y la perestroika estaban en su apogeo, y ya se podía vislumbrar la posible caída del muro de Berlín [1], que ocurriría 2 años después.

El ángel Damiel, ser superior, que podría representar a la República Federal Alemana, “baja” para unirse a Marion (República Democrática Alemana) y realizar un proyecto de vida juntos. La superioridad técnica –y ética- de la RFA quedó demostrada cuando se realizó la unión con la RDA. 

Berlín, especialmente el oriental, requería de ángeles, de seres buenos, para recuperar su humanidad, mancillada por los hechos de la guerra, de la división posterior, y en el caso de Berlín oriental por el régimen comunista. La película, en este sentido, es aleccionadora, insufla esperanza a la triste y fría atmósfera berlinesa.



Lectura metafísica

La ansiedad existencial brota por doquier en esta película. Los berlineses están angustiados. Entre lo divino y lo demoníaco. Los ángeles son seres celestiales menores, están por debajo de Dios en una supuesta jerarquía de seres, y bajan para llegar a ser nosotros, los humanos. Están a medio camino entre la divinidad y la humanidad, con facultades de ambos extremos. Nosotros estamos ubicados entre lo angelical y lo demoníaco, también con atribuciones de ambos extremos: somos ángeles y somos demonios. Estos extremos son visualizados en la película a través del comportamiento angelical de algunos humanos, y de los desastres ocasionados por una cruenta guerra, también llevada a cabo por humanos. 

Otros aspectos llaman la atención. 1) No es casualidad que, debido a nuestra concepción antropocéntrica del Universo, los seres divinos los representemos antropomórficamente, especialmente en el cine. Esta película no es la excepción. 2) Nadie parece estar contento con lo que tiene; incluso los seres superiores, como los ángeles, desean experimentar otras instancias de la existencia, aunque sean inferiores a las que les son inmanentes. Hay una posible explicación: las distintas instancias de la existencia le ofrecen al ser distintos atributos y suponen distintas habilidades o posibilidades de percepción de la realidad, o de las diversas realidades, cada una en su nivel. Aun así, es difícil entender por qué alguien habría de bajar de un nivel superior a otro superior.  4) El amor es un sentimiento que le da norte y sentido a la existencia, y eso Damiel lo presiente antes de “caer” al mundo humano, pues ha sido testigo de ello durante siglos.

Una extraña pero excelente película del peculiar cine alemán.


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[1]  En enero de 1987 el Presidente Ronald Reagan le dijo públicamente a Mijaíl Gorbachov, durante una alocución en la Puerta de Brandenburgo, cerca del muro: “Señor Gorbachov, ¡derribe ese muro!”.


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