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01 abril 2013

Z – Costa-Gavras (1969)



Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental, es intencional.
Frase final del film


Z es una de las mejores películas del realizador griego Konstantinos Gavras. Rodada en Argelia, está inspirada en el asesinato del político griego Grigoris Lambrakis, ocurrido en 1963, cuando gobernaba en Grecia una junta militar de ultra derecha y ultra autoritaria, como todos los regímenes militares. Esta película ha recibido muchos galardones internacionales, y con seguridad es una de las películas más importantes del cine que trata sobre las tramas maquiavélicas que subyacen en el quehacer político. En su momento fue muy vista y comentada en Venezuela, pues gobernaban algunos regímenes dictatoriales en Latino América y había una atmósfera de izquierda (como hay nuevamente hoy). Además, en cierta forma, la historia de Z se ha dado en todos los gobiernos de facto, tanto de derecha como de izquierda, si es que esos términos significan algo hoy, y en muchos países. Fue realizada con técnica similar a la reporteril, lo que le imprime un constante dinamismo a la historia.

El diputado izquierdista Z (o Lambrakis, personaje a cargo del actor Yves Montand) da un discurso durante una concentración del partido opositor al régimen. A la salida del recinto es atropellado por un motocarro. Días después Z muere en el hospital. Antes del mitin, las autoridades prestaron –en apariencia- su colaboración para que el evento transcurriera sin percances, pero en realidad habían entretejido una operación para salir del diputado, para neutralizarlo, a cargo de sujetos parapoliciales. En las afueras del local éstos vociferaban para dificultar la reunión y enrarecer el ambiente, mientras que la policía fungía como convidado de piedra, reduciendo al mínimo minimorum su actuación. Al momento del “accidente” ninguna autoridad actuó. Cuando Z muere, se abre una investigación, en la que las acciones que los declarantes cuentan se ven a través de flashbacks. El juez que la instruye, personificado por Jean-Louis Trintignant, logra establecer que fue un homicidio premeditado, a pesar de las presiones políticas que actuaban sobre él para que el fallo no diera cuenta de la interferencia del gobierno y se declarase que había sido un accidente. Cuando se conoce el veredicto, ruedan las cabezas, pero también ruedan las de los dirigentes de la oposición. Uno de ellos logra, sin embargo, comunicarle a Helena (Irene Pappas), la viuda de Z, que su esposo fue asesinado.

En la vida real, el asesinato de Lambrakis tuvo importantes repercusiones en la política griega y eventualmente provocó el colapso del régimen. Cuando la tensión en una sociedad es significativa, cualquier suceso, incluso trivial, puede detonar una revolución, una revuelta o cualquier otra situación violenta. Basta recordar la reciente Primavera árabe. La intolerancia aún hoy es un estigma del Hombre. Más aún si se trata de la intolerancia política o religiosa. Diría Carl Sagan, que aún no hemos logrado controlar las emociones básicas que anidan en nuestro complejo R. Es triste.

La hegemonía del poder lleva a quien lo tiene o lo detenta a las tropelías más graves y crueles, llegando incluso al asesinato. Es el seguimiento al pie de la letra de la doctrina descrita en El Príncipe[1]. Por esto es tristemente célebre Maquiavelo, quien sin embargo disertó sobre otro punto de vista político totalmente distinto en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio[2]. En algunas ocasiones la producción intelectual no es reflejo del sentir del autor. No hay que confundir, en este caso, que las recomendaciones que le diera Maquiavelo a Lorenzo II de Médici en El Príncipe, fueran reflejo de lo que Maquiavelo pensaba como persona o como filósofo, o lo que él haría si tuviese poder, máxime si sus criterios no convergen con los de los Discursos. Es decir, no pensemos que Maquiavelo era maquiavélico, en el sentido pérfido que le asociamos al término. Tampoco es muy probable que a Marx le hubiese gustado mucho que una revolución le quitase sus bienes, como le pasó al Dr. Zhivago, o a mucha gente real en los países que han intentado instrumentar sus ideas.

A más de cuatro décadas de filmada, Z se ve aún fresca y actual. Destaca la soberbia actuación de Jean-Louis Trintignant (premio en Cannes 1970 al mejor actor), así como la dirección. La película recibió el Óscar a la mejor película extranjera en 1970, entre otros premios. Es otro filme de visionado obligatorio para el cinéfilo.

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[1] Leer en cualquiera de estos enlaces:
http://www.paginasobrefilosofia.com/html/maquiavelo/premaqui.html
http://www.librosmaravillosos.com/elprincipe/index.html
http://ucapanama.org/wp-content/uploads/2012/10/el_principe_filosofia.pdf
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/maquiavelo/maquiavelo_elprincipe.htm
[2] Ídem:
http://www.ferronato.com.ar/wp-content/uploads/2009/06/discursos_tito_livio1.pdf


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