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29 septiembre 2020

Llueve sobre nuestro amor - Ingmar Bergman (1946)


Imagen del póster en IMDb.

Un Bergman de denuncia social.


Maggi (Barbro Kollberg), en busca de un nuevo rumbo para su vida, pierde su tren en una estación. Conoce a David (Birger Malmsten), recién salido de prisión que también anda tras una nueva vida. Al instante, sienten atracción uno por el otro y rentan una habitación de hotel para pasar la noche. Al día siguiente vagan, y David intenta conseguir trabajo con un viejo amigo pero no lo logra. En la noche, entran en una cabaña para ponerse a cubierto de la intensa lluvia; pero son sorprendidos por el dueño del inmueble. El propietario los echa del lugar pero luego se los alquila; posteriormente les venderá la cabaña, David conseguirá empleo en un vivero cercano y se avienen con relativa rapidez y facilidad con los vecinos. Pero surgen los problemas. David le propone matrimonio a Maggi y ella no acepta porque está embarazada de otro hombre (estaba embarazada cuando conoció a David); David rechaza criar el niño; hay tensión con los empleadores de él, que suponen que David los roba; el bebé de Maggi muere (luego de que David aceptara a la criatura); y después, con un burócrata del gobierno que los pretende desahuciar, David llega a los golpes. Van a juicio, pero son absueltos. Al final, los dos buscarán otro sitio para recomenzar otra vez.


Maggi y David en el jardín de su cabaña.
Imagen tomada de IMDb.


La idílica cabaña.
Imagen tomada de IMDb.


Los dos jóvenes desean con fervor enderezar sus tortuosas vidas. Con ahínco y tesón dan lo mejor de sí para ello. Algunos de quienes les rodean les ayudan, otros no. Una mezcla de hipocresía, envidia, maldad gratuita les rodea y no les permite levantar cabeza. Son víctimas de la estafa del dueño de la cabaña, de la esposa del jardinero que emplea a David, del gobierno que los quiere desahuciar. En fin, la sociedad (puritana, provinciana) atenta contra las intenciones de enmienda, de redención de los individuos, sobre los que arroja una manta de injusticia, no sin cierto tinte totalitario. Incluso el destino, la fortuna, les juega en contra: ella pierde al bebé. En el juicio se evidencian los amigos y los detractores. Un buen abogado defensor (el narrador de la película), empleando sin disimulo sarcasmo e ironía, logra disolver sus malas acciones pasadas (malos entendidos muchas de ellas) y resaltar las buenas para que el jurado los declare inocentes y renazca en ellos la esperanza de enderezar sus vidas. En este caso, el amor de la pareja pudo evadir las trampas sociales y políticas. No siempre es el caso. Bergman volverá a tratar el tema de la relación de pareja en muchas de sus cintas.


Otra imagen del filme.
Imagen tomada de IMDb.


El joven Ingmar Bergman, de solo 26 años de edad, realizó una película interesante. Ya se puede apreciar en ella ciertas señas que identificarán al cine que lo distinguirá después. La más notable refiere al narrador de la película (Gösta Cederlund), que habla con David en un bar y luego es el abogado defensor de ellos en el juicio. David llega a decir que cree haberlo visto en algún lado; un toque de humor sueco. No es una gran película, pero ayudó a la formación del insigne director y, de manera indirecta, de sus extraordinarios filmes posteriores; al tiempo que le permitió experimentar con la narrativa cinematográfica mientras hizo una interesante y pertinente denuncia social más allá del tema romántico.


Con el narrador y abogado defensor, 
a punto de irse a otro lugar.
«A la ciudad» (izda.) y «a la campiña»
Imagen tomada de IMDb.


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