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22 febrero 2022

Los últimos - Nicolás Puenzo (2017)


Imagen del póster en IMDb.

Un todo Puenzos.


Bolivia, futuro no muy lejano; el país está en guerra y todo está devastado. Pedro (Peter Lanzani) sale con su mujer embarazada, Yaku (Juana Burga), de un campo de refugiados ubicado en Colchani, municipio de Uyuni, Bolivia. Viajan a pie por la zona desértica del famoso salar; en la noche, toman un tren de carga que luego es asaltado por un grupo terrorista para robar equipos que transporta el convoy y caen en manos de los inescrupulosos delincuentes. A Pedro le disparan en una pierna y a otro polizón lo matan. El que contrató el robo del equipo entrega a Yaku y a Pedro a un corresponsal de guerra, Ruiz (Germán Palacios), para que obtenga fotografías de la pareja que beneficien a su facción en los medios. Ruiz cura la herida de Pedro y lo seda; mientras este duerme, Yaku tiene un derrame de sangre y Ruiz la lleva con la doctora Ortega (Natalia Oreiro); esta le hace una ecografía en la que se observa al bebé y le advierte a Ruiz de que separarán a la pareja en refugios distintos, de acuerdo a la usanza. Ruiz, harto de las injusticias de la guerra y de que siempre pagan los mismos pendejos, toma la decisión de acompañar a la pareja, que tiene por objeto llegar a la costa, a Iquique (Chile), donde está el padre de él hace años. Atraviesan el desértico altiplano y Ruiz les consigue transporte con otro vehículo con el que se cruzan en la carretera mientras él regresa para «arreglar un asunto pendiente».

Todo quedó en familia. La dirección es de Nicolás Puenzo, hijo del veterano cineasta Luis Puenzo; el guion es de su hermana Lucía Puenzo y de él; la producción es de ellos tres más Esteban Puenzo, también hijo de Luis Puenzo. El filme es una distopía excelentemente ambientada en Sudamérica, con escenas que bien pueden ser reales de muchos de los sitios que visitan los viajeros; pues los lugares apartados que sufren penuria ya están en un presente distópico, no necesitan de una ucronía, tienen la cadavérica realidad frente a ellos. Como sea, el trabajo de postproducción, destruyendo casas y haciendo cosas similares, quedó muy bien. Las actuaciones son correctas pero el tono del filme a veces es un tanto grandilocuente; con mucha probabilidad esto no es deliberado, quedó así. El tempo, un poco lento, es el típico de este tipo de cine y de películas; también de la pachorra típica del habitante de la región andina, que percibe, y se relaciona con, el tiempo de manera más pausada, menos acelerada, que el caribeño. Al finalizar el visionado de la película queda, sin embargo, un sabor de escasez, de que fue un cuento muy corto y muy parco; quizás tuvieron que haberlo alargado un poco, aunque fuesen quince minutos. Los personajes llegan al muelle 14, donde está el padre de él y nada pasa, ni siquiera se cruzan palabras. No es verosímil que después de años sin verse ni siquiera se digan hola. Ahí faltó algo; las musas se fueron de fiesta el día que terminaron el guion. A pesar de ello, es digna de ver. Como recompensa mínima, el espectador disfrutará de los hipnóticos paisajes del desolado altiplano boliviano.

La película ha sido cargada en el canal de YouTube de la bella actriz Natalia Oreiro y se puede visionar en este enlace 👏.


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Reseña en Wikipedia:


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