Lo tenebroso de las minas: matan a tirios y troyanos aunque no haya guerra.
Esta película (cuyo título en inglés es The Hurt Locker) ha sido la
ganadora del Óscar 2009 al mejor film, y fue dirigida por
la ex esposa de James Cameron, quien le
recomendó que la hiciera luego de leer el guión. Ciertamente es una
película de guerra un tanto no convencional, por dos motivos: en primer lugar
se trata de una guerra reciente, o mejor dicho, una ocupación, y en segundo
término, la diégesis y la puesta en escena son algo novedosas respecto a otras
películas del género. Este segundo punto puede ser explicado a través del
manejo de la cámara. Contrariamente a lo manifestado en mi comentario sobre la
película SubHysteria,
en donde se abusa del movimiento tipo mal de San Vito (Enfermedad de
Huntington) de la cámara durante casi la totalidad del film, hasta el
punto de ser una tormenta para el espectador, en este film Kathryn Bigelow logra su cometido acudiendo a esta
técnica con soltura y moderación, sin caer en abusos, y se logra transmitir la
sensación de noticia reporteril que envuelve a las situaciones narradas. Me
vienen a la mente algunas escenas de Nacido para matar (Full metal jacket) de Stanley Kubrick y de Rescatando al soldado
Ryan de Steven Spielberg, que
transmitían la misma sensación.
Otro interesante
aspecto es el acercamiento a la personalidad velada de los personajes, en
especial la del temerario Hurt, personaje central en el filme. Más allá del
soldado imprudente, que esconde su yo tras una suicida temeridad, está la
persona sensible al dolor humano, trastocada por la insensatez de la guerra,
que solo logra remontar su triste y vacía existencia convenciéndose que tiene
un acicate en el deber cumplido como soldado, en una distópica y árida ciudad.
Esta desvelación que nos presenta, que va del robótico técnico desmantelador de
bombas al ser humano sensible y consciente se hace patente luego del incidente
en el que el niño iraquí asesinado, al que le colocaron una bomba en sus
entrañas, resulta ser el niño con quien jugaba. Todo es medianamente soportable
hasta que haya un vínculo con la víctima. Eso cambia las cosas, eso ya lo
afecta internamente, y así le cambia la manera de ver la realidad, entendida
como el entorno físico en donde existe como persona social. La realidad cobra,
entonces, un peso etéreo, en donde casi nada es amable (digno de ser amado), en
donde todo le es indiferente, y así se lo dice a su hijo, aún lactante. Esa
indiferencia es la que le facilita vivir en un mundo en el que no se puede
involucrar sentimentalmente con nada, so pretexto de perderlo y sufrir después.
Un punto de vista muy budista: sin deseos no hay sufrimiento. No fue en balde
que ganó el Óscar, aunque me imagino que los miembros de
la Academia tuvieron que reflexionar sesudamente para escoger esta cinta y no Avatar, del ex
esposo de la directora Kathryn Bigelow. El crítico Roger Ebert, de Chicago, declaró que
–para él- es una de las diez mejores películas de la década.
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