Sangre, sudor y lágrimas
Sol, mar y sal
Sol, mar y sal
A mediados de los años 80’s, fui
a Araya porque quería ver con
mis propios ojos lo que había visto en la película, años atrás en la Cinemateca Nacional. Treinta años
después de realizada, todo lo que la cámara captó había desaparecido. Araya era
otra cosa. La única reminiscencia en pie eran las montañas de sal, ahora
producto del trabajo de las máquinas, y la fortaleza destruida. Un lugareño, al que le comenté sobre la
película, me dijo que él recordaba a Margot Benacerraf y
el pequeño equipo que fue a filmar la película cuando él era aún un niño. La recordaba
gratamente.
Indistintamente que Araya sea considerada un documental o una película de cualquier otro género, Araya es, por sobre todo, poesía[1]. Cada fotograma, cada
frase del narrador, cada sonido ambiental o musical, es poesía. Difícil hacer
una película de este género.
La cautivadora cinta nos narra la historia de un día típico en los habitantes de esa desolada tierra, cosechando la sal, moliéndola, apilándola, empacándola, pescando, haciendo tinajas de arcilla, recogiendo agua dulce, pilando maíz. Un día como el anterior y como el siguiente, que se ha repetido por siglos. Los hijos de los salineros serán salineros, los hijos de los pescadores serán pescadores. El tiempo circular. La mágica narración, con la grave voz de un joven Cabrujas, nos llama a reflexión mientras nos deleita con la lectura de un guión poético, oda a los estoicos pobladores que tienen su piel curtida por el mar, por el sol y por el sudor de su trabajo, cuya desgracia fue haber nacido en una tierra estéril de un “país rico”. Una prisión geográfica.
La fotografía en blanco y negro le
imprime una bucólica nostalgia a esta obra maestra, único largometraje de la
fundadora de la Cinemateca Nacional. Los movimientos sincopados en los
quehaceres de los trabajadores, deleitan con hermosa coreografía carente de
ensayo. Llama la atención la naturalidad con la que los pobladores “actúan”,
sin disimular en ninguna toma un histrionismo que no poseen; pese a ello, se
logró una soberbia actuación.
Entrevista a Margot Benacerraf, a
propósito de
la restauración de la película en su cincuentenario
Al final del filme se plantea una
duda razonable que nos invade desde hace ya más de un siglo: la sustitución del
trabajo humano por el de las máquinas. Podemos hacer un ejercicio, quizás
imaginario, en el que una joven Margot se entera de que las cosas van a cambiar
en Araya, y se apresta improvisada y rápidamente a registrar lo que un día fue
y nunca más será.
Hemos podido observar que, luego
de un tiempo, sí afecta la continuidad laboral el empleo de maquinaria, y
fuerza al cambio de oficio en muchas personas; pero, finalmente, se ha logrado
cierta adaptación a los nuevos empleos que emergen debido al cambio en la forma
de ejecutar viejas tareas, y a la novedad de otras que antes no existían. Si bien
no es un panorama simpático, a más de un siglo de plantearse este problema, no
se puede achacar los males de la Humanidad al empleo de máquinas.
Oda al hombre de mar y sal, a la mujer y a los hijos de ese hombre, Araya es, simplemente, la mejor
película venezolana, y una de las mejores películas latinoamericanas.
¡Gracias Margot!
¿Y flores de verdad, podrán nacer
un día aquí, para los muertos de Araya?
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Ficha técnica:
Dirección: Margot Benacerraf; Cámara:
Giuseppe Nisoli; Comentarios: Pierre Seghers y Margot Benacerraf; Narración:
José Ignacio Cabrujas; Música original: Guy Bernard; Voces y Sonidos: pueblo
de Araya; Edición: Pierre Jallaud (con la colaboración de Francine Grubert, Janine
Verneau, Suzanne Gabon y Odile Terzieff); Sonido: Simo Boulogne, Bolívar Films;
Laboratorio: L.T.C. Saint-Cloud; Efectos Especiales: LAX; Versión Restaurada: Milestone, en 2009.
Otro comentario sobre este extraordinario film en este enlace.
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Sobre Margot Benacerraf
Durante varios años colaboró con revistas nacionales y extranjeras escribiendo artículos y ensayos sobre arte y diversos temas. Entre 1950 y 1952 estudió Dirección Cinematográfica en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de París (IDHEC).
En 1951 filmó “Reverón”, su primer documental, en él describía la vida del pintor venezolano, alcanzando grandes reconocimientos nacionales e internacionales por su propuesta innovadora de cine artístico. En 1952 “Reverón” fue reconocido con el primer premio en el Festival Internacional de Películas de Arte en Caracas y en 1953 por el Premio Cantaclaro de la Prensa Cinematográfica Venezolana, año en el que el documental también fue proyectado en los Festivales de Berlín y Edimburgo y en las Cinematecas francesa y belga.
En el proceso de grabación de “Reverón”, conoció al pintor Pablo Picasso con quien estrechó grandes lazos de amistad.
En 1959 realizó su primera película de largometraje, “Araya”, en la que trató la vida de los habitantes de esta región y que al ser proyectada ese mismo año en el Festival de Cannes, se le concedió el Premio Internacional de la Crítica (compartido ex aequo con “Hiroshima, mon amour” de Alain Resnais) y el Premio de la Comisión Técnica Superior del Cine Francés.
Por su novedad e importancia, “Araya” fue seleccionada como una de las cinco mejores películas en la historia del cine latinoamericano, dentro de la Retrospectiva de Latin American Visions (A Half Century of Latinamerican Cinema 1930-1988), organizada por el Neighborhood Film/Video Project de Philadelphia, en 1990.
En 1966 funda la Cinemateca Nacional, la cual presidió por tres años consecutivos, y en ese mismo año pone en marcha el “Plan Piloto Amazonas”, en el que a través de todos los medios audiovisuales penetra culturalmente esta región. Este proyecto fue reconocido por la UNESCO como una de las realizaciones más interesantes hechas en Latinoamérica en esta área.
En 1969 planifica y ejecuta el Centro Cine Ateneo, dedicado a las actividades cinematográficas de esta institución, como proyecciones, cursos, talleres, entre otros.
En 1987 el Ateneo de Caracas inaugura la sala “Margot Benacerraf” en honor a la labor de esta gran cineasta venezolana.
Por pedido del escritor Gabriel García Márquez, entonces Presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, en 1991 fundó y presidió durante 12 años su equivalente en Venezuela, la FUNDAVISUAL LATINA, además de los Festivales de Cortometrajes Latinoamericanos en Cine y Video.
Esta laureada cineasta ha sido reconocida con la Orden Andrés Bello (en dos ocasiones), el Premio Nacional de Cine, la Orden Simón Bolívar, Orden del Gobierno Italiano, Orden Nacional del Mérito otorgada por del Gobierno de Francia, la Orden Bernardo O’Higgins del Gobierno de Chile, entre otros, todos para exaltar su valiosa y significativa labor en el cine nacional e internacional.
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[1] El párrafo originalmente decía lo que en el siguiente párrafo se trascribe. Me vi en la necesidad de cambiarlo por el justo comentario que dejara en esta entrada la Sra. L. Lamanna. Si bien uno puede considerar que el subgénero "rey", del género ficción, es el drama, eso no da motivo a menospreciar los documentales, de los que hay obras y realizadores insignes.
"Es mezquino, y equivocado, calificar a Araya como un documental. No estaba tan confundido el jurado que en el Festival de Cannes le otorgó el premio, compartido con Hiroshima mi amor, realización del ya célebre Alain Resnais, como para otorgárselo a un mero documental. Si bien está realizada con la técnica de un documental y la historia es contada de manera similar a los documentales, Araya no es un documental. Araya es poesía."
1 comentario:
Mi estimado señor Antolín, y con todo el respeto por Margot Benacerraf y su obra, por Giuseppe Nisoli (cámara y fotografía), Pierre Jallaud (montaje), Pierre Seghers y Margot Benacerraf (Comentario) Guy Bernard y las voces y los cantos de la gente de Araya (música), Jean Neny (mezcla sonora) y nuestro siempre admirado José Ignacio Cabrujas (Voz).
Mi posición es la siguiente: Considero que la película "Araya" se me muestra en forma documental y "se me demuestra" como un documental poético. El hecho de ser poético no lo separa de su forma documental. Y el hecho de ser documental no le hace ser menos que una ficción (las técnicas clásicas de rodaje de la ficción nutren la arquitectura espacial documental, del mismo modo que lo natural de la mirada documental y sus desarrollos narrativos y dramáticos liberan a la ficción de lo acartonado). Es cuestión de la forma abordada. Y todas las formas pueden ser ejecutadas con la minuciosidad y elaboración que el arte requiere en el alcance y resoluciones de sus valores dramatúrgicos y lo sublime del caso. (Principio del arte: Forma, Fondo, Fuerza -las tres efes de Eisenstein-)
LLama la atención señor Antolín cuando escribe: "Es mezquino, y equivocado, calificar a Araya como un documental. No estaba tan confundido el jurado que en el Festival de Cannes le otorgó el premio, compartido con Hiroshima mi amor, realización del ya célebre Alain Resnais, como para otorgárselo a un mero documental. Si bien está realizada con la técnica de un documental y la historia es contada de manera similar a los documentales, Araya no es un documental. Araya es poesía. Cada fotograma, cada frase del narrador, cada sonido ambiental o musical, es poesía. Difícil hacer una película de este género".
Yo me pregunto: ¿Acaso todos los documentales son meros, son simples, son captaciones en lenguaje grado cero? ¿por qué se nos consideraría seres mezquinos y equivocados a quienes lo consideramos un documental?
Veamos las obras documentales de Resnais ("Van Gogh", "Guernica", "El Canto del Estireno"), las obras documentales de Sokurov, de Varda, de Solanas, de Pelechian, de muchas otras y otros... y es que la poesía tiene el don de aparecer en cualquiera de las formas artísticas, no es exclusiva de una disciplina, ni de una forma fílmica, aún más cuando entre ellas (las formas) se tocan, se entrelazan, se nutren. (Podríamos preguntarle al maestro Alain Resnais, autor de "Hiroshima mon amour", si considera que sus documentales poéticos no son poéticos, o no son documentales?).
Formas fílmicas: Documental, Animación, Ficción. Cada una de ellas puede desglosarse en géneros o tipos. El centro del asunto no es la forma seleccionada para abordar una realización fílmica o audiovisual, sino la elaboración en el lenguaje. Un diseño de lenguaje puede provenir pre-concebido desde las ideas más firmes de nuestro pensamiento, conocimiento académico e intuición, o puede ir generándose in situ desde las acciones más espontáneas que requieren además de lo académico, la intuición, la brillantez, claridad e inmediatez del momento creativo (como la improvisación en el jazz).
Reciba mis saludos y mis respetos sr. Antolín: lucialamanna.blogspot.com
amante de la poesía fílmica, sonora, visual/sonora -en cualquier soporte- y de los admirados documentales: "Araya", "Reverón"
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