Cuando el loco soy yo... y no lo sé
Si Usted es de esas personas que no le gusta arriesgar a la hora de ir al cine y no conoce de nombres, pues le diré que la mejor guía es el director, luego los actores, y después el resto de los colaboradores que hacen la cinta. Martin Scorsese es uno de esos directores que no provocan el arrepentimiento del espectador a la hora de ver sus películas. Ya está consagrado y es uno de los directores más importantes de la historia del cine. También es guionista, actor y productor. Taxi driver, Toro salvaje, El color del dinero, Casino, Godfellas, Pandillas de New York, Alicia ya no vive aquí, Cabo de miedo, El aviador, y pared usted de contar, son algunos de sus títulos. Si bien en La isla siniestra (Shutter Island) no aborda abiertamente uno de sus temas preferidos: la redención, si se toca tangencialmente, pues su protagonista está pagando –¿redimiéndose?- por un crimen que cometió. La forma de pago es, empero, nada deseable.
Leonardo Di Caprio, cuya actuación en este film es excelente, encarna a una víctima, y victimario a la vez, de las desdichadas circunstancias que le ha deparado la vida: trauma por el horror vivido en la II Guerra Mundial y ahora un final horrendo para su familia, gracias a una esposa desequilibrada. Nuestro desgraciado personaje percibe una realidad que no es más que una historia de delirantes alucinaciones. Ya Ingmar Bergman nos acostumbró a enfrentar, cinematográficamente hablando, a la confusión de la realidad del entorno con la realidad inmanente de los personajes de algunas de sus películas, siendo Persona el súmmum de estas historias. Pero Bergman lo abordó de una manera muy nórdica: con total seriedad, sobriedad y reflexión filosófica. Scorsese nos adentra en la disparatada fantasía de un hombre condenado por sucesos horripilantes, con la mente bloqueada, en permanente shock (tal como los protagonistas de Una mente brillante o La escalera de Jacob), muy al estilo en que lo hubiera hecho Alfred Hitchcock: con suspenso de principio a fin, confundiéndonos tal como lo está el personaje central y con el respectivo sorprendente final, muy contrario a lo que David Wark Griffith hubiese pensado. El cine, como máquina que hace sueños, que nos muestra cómo se puede distorsionar la percepción de la realidad, nuevamente nos conduce hacia parajes en donde ésta (la realidad) no es distinguible del mundo interior de la persona. El cine, por muy bueno que sea, jamás podrá reemplazar nuestra imaginación interna. Es por eso que podemos evadir la realidad sin ver ninguna película, sin ver nada, solo cerrando los ojos y poner a volar nuestra mente.
Una historia muy bien contada por Scorsese, bien actuada por Di Caprio en el papel estelar, y Mark Ruffalo como actor secundario, buena edición, sonido, guión, escenografía, fotografía y vestuario. En cuanto a actuación, cabe mencionar que nos resulta lastimoso que Ben Kingsley, quien actuó brillantemente como Gandhi en la película homónima, haya sido encasillado a personajes todos iguales: el circunspecto intelectual que filosofa con estilo dialéctico, interpelando a los demás personajes, con aires de autoridad erudita que sí sabe la respuesta pero no quiere decírsela al inocente que tiene enfrente. Papel que le va muy bien y lo hace espectacularmente, claro está, pero que ya fastidia por lo repetitivo. Max Von Sydow ya nunca más fue el mismo luego de las primeras películas que hizo fuera de las manos de Bergman, con quien si hizo gran cine. Ahora lo encasillan en personajes misteriosos, no dialécticos sino mudos, que parecen tener gran autoridad, pero tienen un oscuro y nazi pasado. Pero no tome en cuenta estos comentarios sobre Kingsley y Von Sydow, no son personajes medulares en esta historia y es solo mi humilde opinión. Shutter island, que llegó sin el despliegue publicitario de Avatar, Sherlock Holmes o Alicia en el país de las maravillas, es una excelente película que trascenderá más que aquellas, y que Usted no debe dejar de ver: es todo un Scorsese original. Otra interesante crítica la puede ver en este enlace.
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