Reverón el hombre, tras la luz que capturó.
La historia está plagada de
juicios equivocados. O, por decir lo menos, turbios. Basta recordar Juana de Arco, Rosemary Kennedy, Sacco y Vanzetti, Sócrates, el mismo Jesucristo, por citar algunos casos disímiles. La lista es
interminable. Tal parece que Armando Reverón también está en esa lista de gente
incomprendida y, como tal, castigada por una sociedad aprensiva. Le tememos a
lo que no entendemos, entonces tenemos que acabar con aquello a lo que tememos.
Es toda una perla esta suerte de “explicación” salomónica para justificar el
prejuicio que tenemos en relación con lo ininteligible.
Es alentador que emerja, en un
ambiente que involuciona, una obra de la calidad de Reverón. Es de la mano del
ya veterano Diego Rísquez, que cristaliza una propuesta muy interesante y
brillantemente llevada a la pantalla. Esta película es un estudio para
aproximarse al “loco de Macuto”, desde una perspectiva a posteriori, como una mirada atrás. Pero como espectadores
expectantes. El mundo de Reverón, impecablemente recreado en la película, es
solamente el envoltorio de lo que bulle en el interior del artista, y que no llegamos
a aprehender. Tratamos de penetrar el alma, la mente del artista, sin lograr algo
más que una ligera comprensión de los fantasmas que danzan en circunvolución alrededor
de su psiquis, y de su “deterioro” mental. Deterioro que queda un poco en
entredicho. Nos basta, eso sí, que haya producido la pintura que nos dejó. Pero
de ahí a adentrarnos en su mente falta un trecho muy largo. La neurología y demás
neurociencias están dando, apenas, los primeros y tímidos pasos para entender
la mente humana. Nos está vedado entrar y recorrer, en libre arbitrio, la mente
de otros. Solo entendemos superficialmente las emociones que nos son ajenas.
A pesar de esta limitación, por
demás muy humana, pudimos disfrutar de un espectáculo de poesía y ternura alrededor
del extravagante personaje. Juanita, Pancho, las muñecas, el Castillete, son
los elementos exógenos que velan el pintor que quiso atrapar atrapó la
luz tropical. El director Diego Rísquez logró atrapar al personaje y dibujarlo
de una cierta manera, en un film de gran belleza plástica, que no dudamos sea candidato a ganar premios en festivales. Tampoco nos extraña la alta calificación que tiene en IMDB. Luigi Sciamanna interpreta muy bien a
Reverón, y seguramente este papel será un hito en su carrera.
Una película muy bien hecha. Poesía,
lírica, arte y amor se conjugan para ofrecernos una aproximación a Armando Reverón,
el pintor, el hombre.
Documental Armando Reverón, del pionero Edgar Anzola (¿1928/1934?), con imágenes intercaladas a color, presuntamente del documental de Roberto Lucca
(1945).
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Nota: Si en algo se caracterizan nuestras películas es en el precario sonido. Ignoro si en este caso es defecto de la banda de la película o del sistema de sonido de la sala de cine, pero el sonido era de mala calidad. Espero que haya sido culpa de la sala. Empero, los errores técnicos no son tan ponderados en estos comentarios, los cuales se orientan hacia la propuesta reflexiva de las películas.
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Nota: Si en algo se caracterizan nuestras películas es en el precario sonido. Ignoro si en este caso es defecto de la banda de la película o del sistema de sonido de la sala de cine, pero el sonido era de mala calidad. Espero que haya sido culpa de la sala. Empero, los errores técnicos no son tan ponderados en estos comentarios, los cuales se orientan hacia la propuesta reflexiva de las películas.
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